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Manifiesto para Madres y Padres de Hijos Diferentes
Hoy más que nunca creo que los padres de hijos diferentes tenemos que invertir en nuestro propio bienestar para aumentar el de nuestros hijos. ¿Cómo? Reparando la conexión con nosotros mismos, conectando con otros padres en la misma situación y compartiendo nuestros desafíos. Aquí tienes mi manifiesto de crianza para niños con necesidades especiales con 10 puntos. ¡Compártelo!
En este momento, millones de niños están creciendo en un mundo no creado por o para ellos; un mundo que a menudo los malinterpreta, los ignora, los aísla o incluso los maltrata. Un mundo que no los apoya para desarrollar todo su potencial. Estos niños son diferentes de alguna manera, algunos dicen que están discapacitados, algunos dicen que son atípicos, algunos dicen que son neurodiversos, algunos dicen que tienen necesidades especiales, algunos dicen que están en un espectro de habilidades. ¿Pero, qué crees? Todos lo estamos.
En este momento, millones de padres de estos niños lo pasan mal intentando criarles. Se sienten perdidos, aislados, agotados y, a menudo, víctimas de una mala pasada de la vida. Viven infelices y estresados. Libran una doble batalla diaria: por un lado, para que sus hijos reciban el apoyo que necesitan; por el otro, lidiando con sus propios sentimientos de fracaso, pena, tristeza, desilusión, vergüenza y frustración.
Hoy más que nunca creo que los padres de hijos diferentes tenemos que invertir en nuestro propio bienestar para aumentar el de nuestros hijos. ¿Cómo? Reparando la conexión con nosotros mismos, conectando con otros padres en la misma situación y compartiendo nuestros desafíos. Algunos, como yo, incluso queremos abogar en nombre de nuestros hijos y de nosotros mismos por nuevos modelos educativos, por una inclusión real en todos los ámbitos de la vida, por un mundo más amable y más solidario para todos nosotros, seamos más o menos “normal".
Aquí tienes mi manifiesto de crianza para niños con necesidades especiales. Es un trabajo en progreso, como la vida misma.
Como padre o madre con necesidades especiales, yo:
1. Cuido de mi bienestar
Invierto en mi bienestar para transformar la relación con mis hijos y recuperar mi vida. Un padre y una madre que están bien son el corazón de una familia que está bien. Reconectarme a mí mism@, a mis necesidades, a mis anhelos, a mis sueños, a mis miedos, me permite conectarme mejor con mis seres queridos, especialmente con mi hij@ con necesidades especiales. No puedo estar presente y satisfacer profundamente las necesidades de mi hij@ si no he entendido y satisfecho las mías.
2. Vivo y educo en el momento presente
Mi mayor fuente de conflicto y estrés es la relación conmigo mism@ y mis pensamientos sobre cómo debería ser como padre o madre. El verdadero desafío es soltar: soltar el control. De lo que otras personas piensan de mi hijo. De lo que piensan de mí como padre o madre. Soltar mis ideas de cómo debería ser el futuro para vivir en el momento presente, el mío y el de mi hij@. Este es el único lugar donde puedo llevar a cabo un impacto positivo en la vida de ambos.
3. Suelto mis expectativas
Mi valor como persona y el de mi hij@ es intrínseco. No depende de logros o de cumplir con las expectativas de nadie, ni mías. La mayor parte de nuestro sufrimiento como padres proviene de centrarnos demasiado en los resultados y no lo suficiente en el camino y en los regalos de criar a un hij@, ya sea neurodivers@ o neurotípic@.
4. Presto atención a mi experiencia interna
Tener una buena vida no depende de lo que me sucede, sino de cómo me relaciono con eso que sucede. La libertad personal está en el espacio entre lo que acontece y cómo respondo. No tengo por qué seguir siendo víctima de las divagaciones de mi mente y de mis patrones emocionales automáticos. Puedo conocerme mejor a mí mism@, a mis pensamientos, a mis emociones, a mis patrones de comportamiento. Y eso me ayudará a ser un padre y una madre más consciente y receptivo; menos en piloto automático.
5. Intento entender la experiencia interna de mi hijo
Todo comportamiento es comunicación. Como padres, a menudo nos enfocamos sólo en lo que el comportamiento de nuestro hij@ significa para nosotros (o para otros adultos), en lugar de lo que significa para ellos. Mi responsabilidad como padre y madre es entender la necesidad que hay detrás, ayudarlos cuando sea necesario, pero sobre todo cuidar de MI reacción a su comportamiento.
6. Proceso mi pena, vergüenza y / o miedo
Reconozco que puede haber dolor, miedo, culpa y vergüenza como parte de mi experiencia de tener un hijo diferente. Me comprometo a trabajar en todo esto (o buscar ayuda) para sanarme a mí mism@ y para sanar la relación con mi hij@ diferente. Criamos lo mejor que podemos y casi siempre estamos influenciados por la forma en que fuimos criados nosotros mismos. Nuestro poder radica en tomar conciencia de esto y decidir lo que queremos mantener y lo que no.
7. Acepto para transformar
Como padre o madre, no necesito saberlo todo ni controlar todo el tiempo. A veces basta con ser testigo de las experiencias de nuestros hijos y acompañarles en sus emociones (siempre y cuando no estén en peligro). No hay nada malo en mí. No hay nada malo en mi hij@.
8. Veo las oportunidades, no sólo los desafíos
Tengo la capacidad de hacer lo mejor para mí y para mis hijos. Estoy dispuest@ a volver a examinar mi vida y mis expectativas, y aprovechar al máximo mis desafíos parentales para conocerme mejor, amarme mejor y aceptar mi vida con confianza. Puedo satisfacer mis propias necesidades emocionales como padre o madre de un hijo diferente de una manera significativa, realista y práctica para mi situación familiar.
9. Acepto y comparto mi experiencia
Estoy dispuest@ a tomar las riendas de mi experiencia como madre o padre de un hijo diferente, a compartirla con otros y a defender lo que mi familia y yo necesitamos. Tendremos días buenos y días no tan buenos, y eso está bien. Lo que importa es mi compromiso de estar todos los días para mí, para mi hijo, para mi familia.
10. Soy un buen apoyo para mí mism@ y para los demás
Creo en un nuevo modelo de crianza que sea inclusivo, que acepte las diferencias y rechace la crianza basada en la vergüenza y la culpa. También creo en apoyar a padres y madres como yo para criar a nuestros hijos desde un lugar de confianza y con los medios educativos para apoyar la forma de ser y de aprender de mi hij@.
La crianza de los hijos a menudo se reduce a administrar sus vidas, sus terapias, su educación académica ... Y además intentando, al mismo tiempo, de gestionar nuestro propio dolor, ansiedad y decepción. Pero la crianza de los hijos no es solo otro grupo de tareas que nos provocan estrés en nuestra interminable lista de pendientes. Es una invitación emocional, física y trascendental para conectarnos con la riqueza de la vida: para estar presentes con nosotros mismos y con nuestros hijos.
¿Estás de acuerdo?
Si necesitas apoyo para rediseñar tu vida y tu rol de padre o madre, te ofrezco:
Una sesión gratuita de coaching de 45 minutos.
Una exploración en audio de cómo cuidarte mejor día a día, con ideas y consejos prácticos para reducir tu estrés en la crianza.
Un mes de acompañamiento para aumentar la calma en tu vida de manera sencilla y práctica mediante la práctica del mindfulness.
Si este manifiesto resuena contigo, por favor ayúdame para poder llegar a otros papás y mamás de hijos diferentes. ¡Comparte esto o deja un comentario!
Cómo ser "fuerte"
Ante las adversidades de la vida, cualquier hijo de vecino te dirá “hay que ser fuerte”. Pero, ¿en qué consiste esto cuando nos referimos a una dificultad como el autismo de tu hij@? Aquí te planteo 5 preguntas-clave que te pueden ayudar.
Ante las adversidades de la vida, cualquiera te dirá “hay que ser fuerte”. Pero, ¿en qué consiste esto cuando nos referimos a una dificultad como las diferencias de desarrollo de tu hij@? ¿Significa acaso resignación? ¿Paciencia? ¿Estar siempre a pie de batalla? ¿Dispuest@ a pelearse con la vida misma, cual Quijote enrabietad@?
Aquí te doy 5 preguntas-clave para "darle la vuelta a la tortilla" y poder interpretar las dificultades como oportunidades desde la aceptación de todo lo que nos ocurre en la vida, lo veamos como positivo o como negativo. Aceptar es siempre el primer paso, y el más difícil. Porque consciente y racionalmente, muchos de nosotros podemos decir que hemos aceptado “la diferencia” de nuestro hij@. Pero a nivel de sentimientos y de acciones, a menudo nos resistimos, nos rebelamos, negamos inconscientemente que esta sea su (y nuestra) realidad.
¿Has oído hablar de la resiliencia? Es un término de la psicología positiva que se refiere a nuestra capacidad de afrontar la adversidad y de adaptarnos a lo que surge en nuestras vidas. Hoy en día se dice que la resiliencia es más crucial que la autoestima para llevar una vida plena y realizada. ¿Por qué?
La resiliencia es un músculo que ejercitamos a diario y ante cualquier situación que exija un cambio de perspectiva o de acción.
La autoestima es lo que pensamos de nosotros, pero esto a menudo se desinfla con facilidad cuando las cosas no van como queremos.
Así que, ante el complejo y desbordante desafío del autismo, el TDAH, el síndrome de Down, la parálisis cerebral, etc. en nuestra familia, nuestra fortaleza (entendida como resiliencia) es no sólo necesaria para mantenernos a flote sino que se convierte en un círculo virtuoso. Un círculo de aceptación, de aprendizaje, de menos resistencias, de menos sufrimiento, y así cada vez hacia un mayor sentimiento de paz y de confianza ante la vida, sea cuales sean las circunstancias.
Aquí van las claves. Ante una situación que tú no hubieras elegido, pregúntate:
1. ¿Qué puedo aprender de esto? ¿Cómo puedo crecer / madurar / mejorar / evolucionar? (usa el verbo que mas te resuene)
El hecho irrefutable es que los humanos aprendemos a través de la adversidad o los desafíos. Somos máquinas de resolver problemas. En realidad los problemas los creamos nosotros, o más bien, nuestra mente. Nada en sí es un problema o una ventaja, sino solo en tanto que lo vemos así.
2. ¿Qué regalos “escondidos” me trae esta situación?
Puede que te cueste verlos durante un tiempo, pero están ahí y solo tienes que reconocerlos desde el corazón y no desde la mente (tu intuición, tu sexto sentido, o el hecho de que sabes algo aunque no sepas exactamente como).
3. ¿De qué me libera?
Esta puede parecer una pregunta extraña, pero cuando afrontamos lo que percibimos como dificultades, tenemos una oportunidad única de soltar lastre. De cambiar algo en nuestra vida dejando marchar, soltando, liberándonos. Ya sea de una rutina o hábito que ya no nos sirve, de personas que ya no aportan nada a nuestra vida, de actividades que nos hacen perder energía… de lo que sea.
4. ¿Qué recursos tengo para afrontar esto?
Tienes muchos y los verás cuando te quites el sesgo negativo de tu mente (es un hecho estudiado y probado que la mente humana se enfoca en lo que no va bien por encima de lo que sí). Siéntate y haz una lista: ingenio, amor, amigos, familiares, dinero, conocidos, contactos, profesionales, tiempo, estudios, motivación, interés, acceso a información, redes de apoyo formal e informal, servicios públicos, curiosidad, etc….
5. ¿Cómo puedo YO pasar a la acción? ¿Qué voy a vivir de manera diferente?
Esta pregunta es fundamental pues es la clave de la resiliencia. Pasar de recibir a dar, de ser el sujeto pasivo de algo que nos sucede a crear una respuesta que nos sirva en esa situación.
La resiliencia es el regalo que te haces cuando te devuelves el poder.
El poder de decidir.
Recuerda: Siempre tienes opciones. Aunque tu mente las niegue, el poder de interpretación, y por tanto, de decisión es tuyo. Claro, dirás, pero yo no quiero que mi hij@ tenga este trastorno o esta diferencia neurológica. O yo no quiero que le pase esto. O que me pase esto a mí. Eso no está en tus manos. Lo que ya es una realidad no cabe más que aceptarlo. Lo que TÚ haces con esa realidad es tu prerrogativa. Ahí radica tu poder y la magia de cambiar tu percepción y por tanto la realidad de lo que te rodea. Recuerda que la mente es el filtro por el que nos llega lo que nos ocurre a nuestro alrededor. Limpia ese filtro y lo verás todo con otra luz. No se trata de negar el dolor de lo que es difícil, de lo que nos causa fuertes emociones, de la incertidumbre de la vida.
El mar tiene olas, pero no por eso tenemos que ahogarnos (esa sería una decisión, no un destino).
Aprende a y practica navegar con, no contra, las olas del mar y verás como llegas lejos y puedes disfrutar mejor de la travesía.
Estas preguntas se enfocan en TU resiliencia, como padre o madre de un hij@ diferente. Ayudar a que tu hij@ desarrolle su propia resiliencia es también fundamental, sobre todo teniendo en cuenta que vive en un mundo que no siempre le va a comprender o ayudar. Como padre o madre, vas a poder enseñar a través de tus acciones, de tus palabras. Vas a poder modelar para ellos la practica de la resiliencia a diario. Y por supuesto investigar y facilitarle métodos y técnicas sobre gestión emocional y habilidades sociales que sean especificas para personas con TEA y que les ayuden a incrementar su propio poder de adaptación.
Pero, como siempre, vuelvo a TI. Aquí nos enfocamos en TU bienestar, en TU capacidad de adaptación, en TU poder de crecimiento tanto a través del desafío de la diferencia de desarrollo de tu hij@ como a través de los millones de micro (y macro) desafíos que surgen en tu vida, como en la de todos.
Porque finalmente la calidad de nuestra vida SI depende de nosotros. Pues depende de nuestra percepción, y de nuestra mentalidad. Depende de los filtros a través de los cuales vemos la vida. La resiliencia nos hace abrirnos a la experiencia que sea para aprender de ella, para pasar por ella y salir al otro lado más fuerte, más consciente de nuestro propio poder de adaptación y de aceptación. Lo contrario de la resiliencia es la resignación, es el sentimiento de que no podemos hacer nada, de que no tenemos poder para nada. En el fondo esto es una estrategia de miedo por parte de nuestro inconsciente, que nos quiere distraer del riesgo que nuestra mente se imagina supone afrentar el desafío y cambiarnos por el camino.
Te dejo con una oración/petición/cita muy conocida y que establece las bases para la resiliencia (si la palabra "Dios" te rechina, cámbiala por otra que te resuene):
Que Dios me dé la serenidad para aceptar lo que no puedo cambiar, el coraje para cambiar lo que sí puedo, y la sabiduría para saber cual es cual.
¿Qué te han parecido estas 5 preguntas-clave? ¿Por qué? ¿Echas de menos algo que te parece importante? ¡No dudes en dejar tus comentarios aquí abajo! Tu aportación es valiosa y le puede servir a otras personas como yo y como tú, en una situación similar. Si te ha gustado, ¡compártelo y ayúdame a llegar a más personas! 💙
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Crianza consciente
Mi hijo me ha ayudado dándome la motivación, el deseo y la creencia de que vivir con conciencia, ser consciente, es la mejor manera de comunicarse y estar presente para los demás. Él lo hace todos los días. Porque realmente nuestros mejores maestros son nuestros hijos. Nosotros no les enseñamos, ellos nos enseñan a nosotros. Todos los días nos muestran un espejo y reflejan lo que les damos.
Nuestros mejores maestros son nuestros hijos. Nosotros no les enseñamos, ellos nos enseñan a nosotros.
Todos los días nos muestran un espejo y reflejan lo que les damos. Ellos son grandes maestros de la conciencia. Pequeños Budas iluminados. Profetas de la presencia. Gurús de la atención plena. Sí, incluso cuando se enfadan. Incluso cuando gritan. O tiran cosas al suelo. Están perfectamente sintonizados con su "aquí y ahora", al menos en sus primeros años de vida.
Escribir acerca de la relación con los hijos es invitar al desacuerdo. Es un tema sobre el que todo el mundo tiene una opinión, incluida la vecina de tu tía (a pesar de que nunca ha tenido hijos). Todos tenemos una opinión y además todos queremos llevar la razón. Nuestra voz más crítica salta al ruedo cada vez que hablamos de cómo criar, educar y vivir con los hijos. ¡Parece como si saliesen del armario nuestros críticos internos más feroces!
Aquí, en este blog, te cuento mi experiencia porque es la única que conozco íntimamente. Cada contexto (personal, familiar, social, cultural) es diferente, cada hijo es diferente y cada condicionamiento o programación (¡y todos tenemos!) es diferente. Y con esto me refiero a la compleja maraña de factores emocionales, mentales, de experiencia y religiosos / filosóficos que afectan la forma en que vemos y vivimos la vida. No podemos vivir la vida de otra persona, o la paternidad / maternidad de otra persona. Pero si podemos practicar la empatía (ponernos en el lugar de otra persona) y, mejor aún, la compasión (sentir lo mismo que ellos sienten aunque nuestras circunstancias sean diferentes). Yo creo firmemente que la conexión y el compartir enriquece nuestra vida y nos abre puertas que no sabíamos que existían.
Mi hijo tiene ahora 7 años. También tiene autismo. Tenemos una relación muy estrecha. Nos enfadamos el uno con el otro, jugamos juntos, le hago cosquillas, él me habla (aunque nos haya costado llegar a este punto un poco más que a la mayoría de la gente). Nos comunicamos con y sin palabras, al igual que todos los padres y niños.
¿Cuál es uno de los mayores desafíos de la vida al que la mayoría de nosotros nos sometemos voluntariamente? Tener hijos. Es una de las cosas más estúpidas que te puedes hacer a ti mismo. (Este es mi voz egoica y egoísta hablando, por cierto). Es un desafío lleno de altibajos, con alegría y tristeza. Exige muchísimo trabajo y dedicación, y nada está garantizado (como en el resto de la vida). Es tal vez la mayor oportunidad para el autodescubrimiento y el crecimiento de cualquier persona. Yo suelo decir que tenemos los niños que necesitamos tener. En mi caso desde luego que fue así. Mi hijo es el mayor maestro que conoceré en mi vida.
Verás, soy una persona muy mental. Respiro, vivo, amo mi mente. YO SOY MI MENTE. Excepto que no es verdad porque soy más que eso. Soy conciencia en un cuerpo físico (llámalo energía, llámalo alma, llámalo conciencia, llámalo como quieras) y además tengo emociones, soy un ser emocional. Todos somos más que nuestras mentes, pero muchas personas, como yo, han sido secuestradas por su propia mente. ¡Nuestro cuerpo se ha convertido en un mero taxi del cerebro!
Yo misma solía pasar la mayor parte de mis horas de vigilia pensando (y a veces todavía lo hago, no me voy a engañar). Vale, pero no hay nada de malo en pensar, ¿verdad? De hecho, es necesario para operar en el día a día, a todas horas ¿no? Bueno, excepto que cuando estoy tan enfrascada pensando, preocupándome, planificando, juzgando, analizando, clasificando, recordando, o cualquier otra forma de ejercicio mental, no estoy completamente presente con ese hijo (o esos otros seres alrededor mío). O, en otras palabras, cuando estoy preocupada pensando en lo que voy a hacer de cena (¡ponte a ello o deja de pensar en ello!), no estoy del todo apreciando que mi hijo me acaba de guiñar el ojo, o ha dicho una palabra que nunca antes le había escuchado usar.
Mi hiperactividad mental y mi diarrea verbal (hablo mucho, muchísimo) finalmente han encontrado a contrapunto perfecto: la comunicación verbal y social retrasada de mi hijo. Perfecto. Simplemente perfecto. Ahora no sólo tengo una mente mandona, sino también aterrorizada. Desastre, ¿verdad? Bueno, sí, y un golpe de fortuna. Si mi hijo hubiera estado hablando con frases completas con 2 años, mi vida no se habría abierto en canal de la forma en que lo hizo. Él me ha brindado (y sigue brindándome) una oportunidad de oro para ser realmente consciente en el aspecto más crucial de mi vida, donde lo que está en juego (mi felicidad y la suya) es lo más importante. Donde el amor siempre está presente. Donde podemos ir más allá de pensamientos, emociones, circunstancias e historias. Quedarnos con la pureza de una relación fundamental en nuestra vida - la relación con nuestros hijos.
Un corazón roto es un corazón que está abierto - U2
Sean cuales sean los principales desafíos que surgen con la crianza de los hijos (¡hay donde elegir!), ahí, en ese desafío, radica la mayor oportunidad de aprendizaje. ¿Los berrinches de tu hijo te llevan al borde del abismo de tu propia ira (y el repugnante sabor de la culpa)? Ve allí. Mira allí. Probablemente heredaste patrones de mala gestión de la rabia en tu propia infancia por parte de tus padres y otros educadores. Es probable que tu hijo solo esté reflejando lo que te ha visto hacer (y de lo que no siempre te das cuenta). Tu hijo te está mostrando dónde mirar, en tu interior.
Mi hijo me ha ayudado dándome la motivación, el deseo y la creencia de que vivir en conciencia, que ser consciente, es la mejor manera de comunicarse y estar presente para los demás. Él lo hace todos los días. Él me mira, se ríe, o baila, o salta arriba y abajo, o me abraza. Y a veces, sin una sola palabra, transmite la alegría de vivir, la felicidad de SER que mi mente no puede captar. Y ni siquiera tengo que sentarme a meditar o hacer yoga.... ;-)
¿Algo de esto que te acabo de contar ha resonado contigo? ¿Tienes alguna pregunta o duda? Te invito a que comentes aquí abajo y, entre todos, pongamos el foco sobre lo que más nos importa - la relación con nuestros hijos.
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