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Mitos y realidades de la terapia ABA

En esta charla hablo con la Analista de Conducta Certificada (BCBA) Diana Vergara de ABA Sin Fronteras sobre la terapia ABA, una de las pocas con eficacia probada de cara a la adquisición de habilidades para niños con autismo y otras neurodiferencias.

En esta charla hablo con la Analista de Conducta Certificada (BCBA) Diana Vergara de ABA Sin Fronteras sobre la terapia ABA, una de las pocas con eficacia probada de cara a la adquisición de habilidades para niños con autismo y otras neurodiferencias.

¡Escúchala aquí!

Durante esta charla desmitificamos el ABA y Diana nos aclara muchos de los malentendidos sobre la terapia ABA por desconocimiento, rumores y mala prensa de algunas intervenciones específicas

Te dejo aquí los principales puntos de nuestra conversación:

1:36 Presentación de Diana y de ABA Sin Fronteras

5:10 El por qué de tu trabajo y con qué perfil de niño trabajas

8:50 ¿Qué es ABA y qué es la terapia ABA?

15:06 ¿Cuáles son los beneficios de la terapia ABA?

20:40 Las 3 claves para una buena terapia ABA

24:15 Hay que empezar por las necesidades del niño

24:53 Participación de la familia y de los propios niños para escoger objetivos y estrategias

25:05 La mala prensa de la terapia ABA por los entrenamientos intensivos

28:50 ¿Qué pasa si no hay motivación intrínseca para comunicar?

36:20 La importancia de que los padres se involucren

44:23 Límites y problemática de la terapia ABA sin calidad

47:25 Recomendaciones para padres que quieran probar (o probar de nuevo) la terapia ABA

51:10 Servicios de ABA Sin Fronteras y dónde contactar a Diana

Para más información sobre el trabajo de Diana:

www.abasinfronteras.com 

Instagram: @abasinfronteras

Facebook: @abasinfronteras

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¡No puedo dejar de preocuparme!

Si los padres nos preocupamos muchísimo sobre los hijos en general, cuando nuestros hijos tienen diferencias de desarrollo, los niveles de preocupación son estratosféricos.

La preocupación, como todo lo que produce la mente, tiene su función. Aprovéchala para avanzar con tus objetivos, para motivarte y ponerte en acción, pero no dejes que se vuelva adictiva y tóxica porque entonces será tu mayor fuente de desgaste energético, emocional y físico. Y tendrá la paradójica consecuencia de alejarte aun mas de aquello que quieres conseguir para ti y para tu hijo

Si los padres nos preocupamos muchísimo sobre los hijos en general, cuando nuestros hijos tienen diferencias de desarrollo, los niveles de preocupación son estratosféricos.

La preocupación, como todo lo que produce la mente, tiene su función. Aprovéchala para avanzar con tus objetivos, para motivarte y ponerte en acción, pero no dejes que se vuelva adictiva y tóxica porque entonces será tu mayor fuente de desgaste energético, emocional y físico. Y tendrá la paradójica consecuencia de alejarte aun mas de aquello que quieres conseguir para ti y para tu hijo

¿Prefieres escucharlo? ¡Escúchalo aquí!

Si conoces algo sobre el mindfulness o te interesan los temas del desarrollo personal, seguramente llegaste por un problema tan común hoy en día para todos y es la preocupación excesiva. Te consideres una persona más o menos tranquila, incluso antes de tener hijos y de que tus hijos exhibieron comportamientos fuera de lo típico o necesidades especiales, seguramente que te preocupabas ya bastante.

Así que ni que decir, ahora en tu realidad como madre o padre de alguien neurodiverso. Si los padres nos preocupamos muchísimo sobre los hijos en general, cuando nuestros hijos tienen diferencias de desarrollo, uf!! Los niveles de preocupación son estratosféricos.

En realidad, ¿qué es la preocupación?

Es un tipo de rumiación mental que nos estresa. Literalmente es estar absorto en pensamientos sobre como solucionar algo, sobre cómo interpretar algo… es un diálogo interno que suele estar lleno de “peros”, “seis”, “entonces”, “si no hubiera pasado esto”, “si hubiera pasado esto”, o “cuando pase esto…” o “cuando no pase esto”….

La preocupación es estar totalmente enfocado/a en pensamientos a menudo repetitivos sobre algún problema, desafío, algo que salió mal, o algo sobre lo que aún no sabemos qué va a pasar. La principal característica de la preocupación es que nos lleva a pensar sobre el pasado o el futuro. Es decir, nos aleja del AHORA, del momento presente. Y no del momento presente en cuanto a problemas presentes… No. Sino del momento presente en tanto que ahora mismo estás sentada o de pie, escuchando mi voz, procesando mis palabras y pensando en que significa preocupación. A ese momento presente me refiero.

Lo cierto es que no lo estás haciendo mal. Tu exceso de preocupación no es un defecto tuyo personal…. No es que “seas muy nerviosa” o que “te agobies con facilidad” ni por la diferencia de tu hijo o hija ni en general.

Pongamos un poco de perspectiva. Vivimos en sociedades y con estilos de vida que priman el uso de la mente, la hiperactividad, el éxito medido por cuan ocupada estás, y la llamada “multi-tarea” (estar a mil cosas a la vez).
Y además vivimos bajo el paradigma:  “Tu mente es la responsable de la dirección que lleva tu vida”. Hemos dejado que la mente coja el timón del barco (y no lo suelte) y nos está llevando, a la mayoría de nosotros, a la deriva en un océano de estrés, de agobio, de cacofonía y de “automatismo". La mente suele operar en el futuro y en el pasado, pero poco en el presente. Así que no es una patología tuya individual, es una tendencia en auge por nuestro estilo de vida en las sociedades actuales.

Ante el desafío muy real de la diferencia neurológica de un hijo, nuestros niveles de preocupación se disparan, y con razón (no solo por las emociones propias de angustia, tristeza, frustración y otras, sino también porque los demás esperan que estemos preocupados y eso alimenta un círculo vicioso del que nos cuesta apearnos). 

Ahora bien, la preocupación como patrón de pensamiento, tiene su parte funcional y útil cuando nos lleva a tareas de la función ejecutiva de nuestro cerebro como planificar, establecer un orden de actuación, identificar objetivos, tiempos, etc.

Básicamente la preocupación puede ser funcional o disfuncional. Un ejemplo de la primera es cuando nos preocupamos por el primer año de colegio de nuestro hijo y eso nos ayuda a priorizar, por ejemplo, quitarle el pañal como objetivo de los próximos meses (buscar información, ayuda profesional, planificar las fechas que mejor nos vengan para intentarlo teniendo en cuenta nuestro calendario familiar y festivo, etc.).

Un ejemplo de la preocupación disfuncional o tóxica es preocuparse por si tu hijo algún día se va a casar… cuando apenas ha cumplido 5 años. Primero porque está demasiado lejos en el futuro, segundo porque depende de toda una serie de factores personales suyos sobre los que tú no tienes ningún control, y tercero porque realmente no es un objetivo TUYO: no te ayuda a cambiar nada ahora, en este momento presente como su padre o madre, y simplemente te llena de ansiedad y te roba energía. 

Y este es el principal punto que quiero que se te quede grabado en la cabeza al escucharme hoy. La preocupación estéril, disfuncional, adictiva, tóxica… la que ronda por nuestra cabeza siempre y no nos aclara nada…. Esa preocupación te está robando energía, atención, motivación y presencia para ayudar a tu hijo AHORA. No solo eso sino que, como el ladron energético que es, te está robando calidad de tu propia vida. 

Lo que pasa es que a menudo nos preocupamos por eventos, dificultades o situaciones que son meros pensamientos en nuestra cabeza. El futuro no existe aún y el pasado ya pasó. Ambos futuro y pasado son solo pensamientos en tu mente, que proyecta algún evento pasado o emoción no resuelta en un futuro paisaje imaginario.

5 creencias subyacentes que nos causan ansiedad y nos alejan de la conexión con nuestra sabiduría interior: 

  1. Tenemos que prepararnos para el futuro ahora. Pero, de hecho, la mayoría de las decisiones que tomamos y la planificación que hacemos son bastante a corto plazo. ¿Sabes cómo va a ser tu vida o la de tu hijo dentro de un año? ¿Qué tipo de factores van a afectar a tu o a su vida? Muchos de nosotros nos preocupamos porque sentimos que nos ayuda a planificar. Es tentador tener en mente los problemas inquietantes, de la misma manera que revisamos nuestras tareas pendientes, para prepararse. "Nuestras mentes intentarán resolver un problema, incluso si es un problema que no podemos resolver", dice Lizabeth Roemer, profesora de psicología en la Universidad de Massachusetts en Boston y co-autora del libro  "Vivir La Ansiedad con Conciencia”.(te dejo la información sobre este libro en las notas del episodio).

  1. Mucha gente piensa que de alguna manera la preocupación evita los malos resultados. Y puede parecer que esa estrategia funciona, ya que la mayoría de nuestras preocupaciones nunca se materializan. Pero ninguno de nosotros puede controlar el  futuro con nuestros pensamientos.

  2. Sabemos cómo va a resultar lo que nos está pasando ahora por nuestras experiencias pasadas. La consecuencia es que a menudo nos resistimos a nuestra experiencia real, nos ponemos tensos física y emocionalmente ... y en el proceso, nos desconectamos de lo que está realmente sucediendo. A parte de que el pasado no siempre predice el futuro (pero tu mente así lo cree porque le da una sensación de control).

  3. La acción es impulsada por el pensamiento. El hecho de que nuestra mente ejecute constantemente un comentario sobre todo lo que hacemos, no significa que esté tomando las decisiones. Muchas veces, nuestro cuerpo actúa antes que la mente. Mucho de lo que hacemos es una respuesta natural a lo que el momento presente nos arroja. La historia mental viene segundos después de la respuesta.

  4. También podemos preocuparnos porque se siente como una forma de hacer algo cuando nos sentimos impotentes. Hay algo de lógica en eso, e incluso algo de ciencia: cuando nos preocupamos, podemos sentir menos miedo, ya que preocuparse implica pensar en lugar de sentir. Pero al final, ese miedo está ahí, le prestes atención o no… y, querido oyente, el miedo a no saber, a la incertidumbre, a la falta de control, lo tenemos todos los seres humanos. No eres el único ni la única. Es algo con lo que tenemos que aprender a convivir, no sepultando bajo toneladas de pensamientos (que es lo que hacemos con la preocupación), sino aceptándolo y dejando que aparezca y desaparezca como la emoción que es. Lo que en última instancia ayuda es estar presente, incluso si eso significa sentarse con incertidumbre, tristeza y, sí, una cierta cantidad de preocupación, pero gestionada con intencionalidad. 

En momentos de gran incertidumbre como el actual con la pandemia del coronavirus, es normal preocuparse aún más por las potenciales amenazas de pillar la enfermedad y por las consecuencias del confinamiento. Pero perderse en las preocupaciones propias es emocionalmente agotador e interfiere con el avance nuestro y de nuestros hijos. Así que, en la coyuntura actual, es  aún más importante invertir en mejorar la forma en que manejas este molesto hábito mental.

4 estrategias prácticas para encontrar claridad cuando tus preocupaciones te abruman:

1. Acepta tus preocupaciones

No puedes elegir lo que aparece en tu mente, pero puedes observar, sin juzgar, esos pensamientos que te agobian como PRODUCTOS MENTALES. Como cualquiera de las muchas enzimas, secreciones o otros procesos automáticos que lleva a cabo nuestro cuerpo. No luches contras tus preocupaciones, simplemente date cuenta de que aparecen y también desaparecen (si no te enganchas a ellas). Porque muchas de nuestras luchas emocionales surgen de nuestra respuesta a nuestras preocupaciones más que de su contenido.

Muchos de nosotros, sobre todo como padres de hijos diferentes, asumimos que necesitamos preocuparnos (porque creemos que eso demuestra lo mucho que queremos a nuestros hijos) y luego nos sentimos culpables por no poder controlar nuestras preocupaciones y por lo tanto nuestro estrés. No te critiques por preocuparte!! Todos lo hacemos.

Mi consejo práctico es que empieces a observar tus preocupaciones de manera neutral, de la misma manera que miras hacia arriba y ves las nubes en el cielo. Cuando te des cuenta de que te estás preocupando, puedes decirte, sencillamente “esto es una preocupación ...", y decidir si puedes y vale la pena hacer algo al respecto en este momento. Si puedes dar un paso para resolver el problema, házlo. Si no depende de ti en este momento, déjalo ese pensamiento pasar y vuelve a enfocar tu mente en el momento presente. Es como cuando recibes llamadas no deseadas o telemarketing: no tienes por qué atenderlas.

Ahora, dejar ir los pensamientos no es lo mismo que reprimirlos o ignorarlos, porque de esa manera volverán a surgir como una venganza! También evita distraerte de tus pensamientos con comportamientos que tampoco te ayudan a largo plazo (adicciones como las redes sociales, o comer en exceso, o lo que sea). Cuando las preocupaciones se vuelvan tan intensas que sea difícil percibirlas como meras ideas, puedes mover tu cuerpo (ir a andar, hacer ejercicio, bailar, o reírte con algún video cortito gracioso). Todo esto te ayuda a hacer corto-circuito a ese bucle de pensamientos. 

2. Libérate de la multitarea mental

Muchas veces, nuestra reacción inmediata a la preocupación es añadir más cosas a la lista… yo misma lo hago, me siento y digo Uf es que no llegó porque no tengo claridad. Entonces empiezo a hacer listas. Esto es super típico en mí y es una señal de que estoy en modo “control”.

Para ti puede que sea diferente. Puede que en vez de ponerte a hacer listas, te pongas a gritarle a los de la casa ‘no has hecho esto’, no has hecho lo otro’ (bueno, eso también lo hago yo, para serte sincera), no te pongas nerviosa a hacer mil cosas a la vez, los típicos malabarismos o multitaskng de las madres y padres. Y así ni las cosas salen bien, ni puedes disfrutar tampoco. Porque añadir más tareas a una lista interminable no es sostenible. Al final el día tiene las horas que tiene y tu tienes la energía que tienes. Ambos, energía y tiempo, son finitos.

Vale, te oigo decir, pero ¿Qué pasa con la planificación, tomar decisiones, encajar compromisos varios?  ¿El secreto para eliminar el estrés al planificar y decidir? Enfócate en una sola decisión y ACTÚA.

  1. Obtén la información que necesitas para tomar una decisión, 

  2. Toma algunas respiraciones conscientes y deja que esa información se procese de forma somática / intuitiva en tu cuerpo (“las corazonadas”), 

  3. Si te surge una decisión con claridad, adelante y actúa, 

  4. Si te surgen varias opciones o no está claro, elige una, 

  5. ¡Actúa y suelta las otras opciones! (Este paso es probablemente el más difícil porque es cuando la mente empieza con los "peros" y los escenarios alternativos). 

  6. Si aún no necesitas tomar una decisión, deja que esa decisión te llegue cuando quiera y disfruta de la vida mientras tanto. O sea: ¡deja de preocuparte tanto! Tu nivel de preocupación no tiene correlación alguna con la calidad de tus decisiones ni de tus acciones.

La preocupación a menudo viene a interrumpirnos de otras tareas, ya sean mentales o físicas, que estamos haciendo… entonces te invito a que con mano firme pero amable, te digas a ti misma “ahora no”. Ahora, no. Si eres de las que entras en diálogos y negociaciones internas sobre “entonces, para cuando??? Esto me preocupa!!”, aquí tienes la tercera estrategia:

3. Agenda tu momentos de preocupación

En la década de 1980, el Dr. Thomas Borkovec, profesor emérito de psicología en la Universidad Estatal de Pensilvania y destacado experto en ansiedad, desarrolló una intervención paradójica: animar a las personas que se preocupan crónicamente a dedicar tiempo a la preocupación. Al planificar cuándo preocuparte, puedes reducir las horas de preocupaciones intrusivas.

En lugar de aspirar a lo imposible, "¡No te preocupes!" Podemos apartarnos unos minutos al día (por ejemplo 15- 20) para preocuparnos conscientemente. Aunque te parezca una locura, o que no va a funcionar, lo cierto es que su efectividad está probada por la ciencia del comportamiento.

En primer lugar, fomenta el autocontrol o el seguimiento de cuándo y dónde divaga tu mente. En segundo lugar, al reservar un espacio para la preocupación, dejarás de asociar la preocupación con una amplia variedad de actividades (como por ejemplo preocuparte cuando estas jugando con tu hijo, y aprovechar esos momentos para enfocarte en la conexión con el).

Básicamente, dejar un momento concreto del día para preocuparse es una manera de controlar estímulos: al reducir la cantidad de tiempo que te preocupas, es más fácil romper el hábito de preocuparte todo el día. Eso sí, te recomiendo que no lo practiques justo antes de acostarte o a primera hora de la mañana, especialmente si tiendes a despertarte con una sensación de ansiedad. 

Pero, ¿qué hago en ese ratito de preocupación libre y desenfrenada? Pues a ver, vomita todo lo que te preocupa. Tal cual. Escríbelo, mejor si puede ser de puño y letra. Anotar las preocupaciones con anticipación en realidad mejora la resolución de problemas, ya que podemos desempeñarnos mejor cuando nuestras preocupaciones no están ocupando nuestro espacio mental.

Cuando se acabe la sesión de preocupación, pospón las preocupaciones hasta la próxima sesión de preocupaciones, del mismo modo que es beneficioso responder a tus emails en uno o varios momentos del día en lugar de dejar que interrumpan tu vida en cualquier momento (por cierto, te recomiendo que deshabilites las notificaciones de tu móvil en general, pero de esto hablaré en otro episodio). 

Cuando te surjan preocupaciones que parecen “urgentes” dite a ti mismo con amabilidad “ahora, no”. Y, atención, porque la preocupación es un producto mental. Los productos mentales no son peligrosos. Por supuesto que no me estoy refiriendo a la respuesta en situaciones inminentes (como por ejemplo que nuestra hija salga corriendo en medio de la calle). Eso no es una preocupación, eso es una realidad. Y hay que tomar acción.

4. Practica el mindfulness o la atención plena.

Si sigues desde hace tiempo ¡no te sorprenderá que te diga esto! Como decía al principio, estar presente en el aquí y el ahora es el mejor antídoto contra la preocupación excesiva.

Vamos a hacer un pequeño ejercicio, ahora mismo, según me escuchas: En este momento, ahora y aquí, ¿qué problema tienes? No lo pienses mucho. No empieces a BUSCAR problemas. Ahora, aquí, sentada escuchando esto, o conduciendo en tu coche escuchando esto, o estés donde estés….

¿Qué problema tienes tu en este momento? Si no buscas problemas activamente, o te pones a pensar en las dificultades de tu hijo o hija, seguramente habrás sentido (en ese instante) que en realidad no tenías ningún problema.

La mente es una máquina de anticipar y de crear problemas. Es parte de su función. No se trata de vivir en plan hippie, o de negar que tenemos dificultades en nuestras vidas, sobre todo como madres de hijos diferentes. Se trata de dejar de engancharse a la adicción de la preocupación a todas horas.

Si no te interesa la meditación como tal, puedes  practicar la presencia con rituales sencillos diarios como dejar el móvil en casa y dar un paseo diario o saborear tu desayuno sin leer los titulares de las noticias o los emails. Si tu hábito de preocuparte trata de interrumpirte (“¡¿Qué pasa si me pierdo algo importante ?!”), date cuenta de que es solo eso: una preocupación. Ni tú eres tan importante (en el mejor sentido de la expresión) ni la vida se va a parar porque desayunes con atención plena. Y te sentirás mucho mejor al cabo de los días al liberarte de vivir preocupada a todas horas. 

La preocupación, como todo lo que produce la mente, tiene su función. Aprovecha para avanzar con tus objetivos, para motivarte y ponerte en acción, pero no dejes que se vuelva adictiva y tóxica porque entonces será tu mayor fuente de desgaste energético, emocional y físico. Y tendrá la paradójica consecuencia de alejarte aún más de aquello que quieres conseguir para ti y para tu hijo.

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El doble filo de las etiquetas

Este es un tema bastante cargado a nivel emocional, sobre todo para nosotros que tenemos hijos “diferentes”. ¿Qué significa incluso esta palabra? ¿Qué connotaciones tiene para ti? ¿Para las personas que te rodean? ¿Qué es la discapacidad? ¿Es discapacidad o diferencia? ¿Y cómo la sentimos en nuestra vida como madres y padres? En este post te doy un consejo para empezar a usar las etiquetas de manera consciente (y positiva) con nuestros hijos y con los demás. Además te propongo un ejercicio muy potente para descubrir el significado que le estás dando TÚ, como madre y padre, a la diferencia de tu hijo o hija.

Este es un tema bastante cargado a nivel emocional, sobre todo para nosotros que tenemos hijos “diferentes”. ¿Qué significa incluso esta palabra? ¿Qué connotaciones tiene para ti? ¿Para las personas que te rodean? ¿Qué es la discapacidad? ¿Es discapacidad o diferencia? ¿Y cómo la sentimos en nuestra vida como madres y padres? En este post te doy un consejo para empezar a usar las etiquetas de manera consciente (y positiva) con nuestros hijos y con los demás. Además te propongo un ejercicio muy potente para descubrir el significado que le estás dando TÚ, como madre y padre, a la diferencia de tu hijo o hija.

¿Prefieres escucharlo? ¡Escúchalo aquí!

Hoy te quiero hablar del doble filo de las etiquetas. Y con esto me refiero sobre todo a las etiquetas que suponen un diagnóstico de cualquier diferencia de desarrollo, de aprendizaje, de atención, de comunicación…. Pero también a las etiquetas a menudo aparentemente banales que usamos a diario con los hijos (y otros seres queridos).

Todos etiquetamos. Es parte de la tendencia natural de nuestra mente a juzgar, clasificar y categorizar. Además, etiquetar tiene una función práctica descriptiva obvia. Pero, en este post te invito a que tomes conciencia de los adjetivos y nombres que usas con tu hij@ diferente porque: 

- crean y solidifican una parte de la realidad - son potentes y ¡pueden llegar a ser prisiones para nuestros hijos! (incluso los que son “positivos”);

- se convierten en una profecía auto-cumplida porque crean identidad. Cuando desde que tienes uso de memoria te han llamado “tímida”, lo más normal es que crezcas creyéndote que eres tímida y consciente e inconscientemente actúes y tomes decisiones para ajustar tu comportamiento a esa etiqueta porque “así eres tú”.  

Este es un tema bastante cargado a nivel emocional, sobre todo para nosotros que tenemos hijos “diferentes”. ¿Qué significa incluso esta palabra? ¿Qué connotaciones tiene para ti? ¿Para las personas que te rodean? ¿Qué es la discapacidad? ¿Es discapacidad o diferencia? ¿Y cómo la sentimos en nuestra vida como madres y padres? Todas podemos hablar de ella desde la razón, pero ¿que supone realmente vivirla desde el corazón cuando se trata de la diferencia de nuestro hijo o hija?

Lo primero que te quiero contar es que la manera en la que expresamos nuestros pensamientos, percepciones, emociones, y reflejamos la realidad a nuestro alrededor de hecho DA UN SIGNIFICADO y al mismo tiempo CAMBIA esa misma realidad para nosotros y para las personas de nuestro entorno. 

Sí, desde luego que tiene que ver con todo el asunto de la percepción (el típico ejemplo del vaso medio vacío o medio lleno). Pero es algo más que eso, porque el lenguaje también nos afecta a nivel inconsciente. Y sobre lo que no somos conscientes no tenemos elección.

Como madres, a menudo tenemos que describir a nuestros hijos de cara a los demás (profesionales varios, amigos, familiares) ya sea con términos médicos (autista, hiperactivo, disléxico, parálisis cerebral, Down, etc) o con descripciones de sus diferencias, o rodeos, eufemismos o ambigüedades.

La mayor parte de las etiquetas de origen médico que usamos para describir, justificar, explicar o defender a nuestros hijos son, originariamente, más o menos neutrales, pero muchas tienen (o tenían) un significado culturalmente peyorativo. Por eso, la manera en la que comunicas las diferencias de tu hijo/a pueden llegar a decir más de ti (y de tus miedos) que de sus necesidades.

No hay buenas o malas etiquetas para referirse a nuestros hijos. 

Tan sólo hay un uso consciente e inconsciente de las mismas.

Cada familia, y cada madre (y padre) tiene que decidir qué palabras se ajustan mejor para qué tipo de funciones de la comunicación (informar, justificar o explicar, defender o argumentar) en según qué tipo de circunstancias. No es lo mismo tener una conversación de tono “confesional” a solas con una muy buena amiga a tener que salir del paso de una situación embarazosa con tu hijo ante un extraño en la calle. 

Además, parecería que hay una clasificación de etiquetas, que algunas son mejores que otras. Por ejemplo, que a tu hijo le tilden de superdotado o altas capacidades estás socialmente mejor visto que tener síndrome de Down. Algunas neurodiferencias se asocian con características que valoramos socialmente, vinculadas a la genialidad o al alto coeficiente intelectual, cuando en realidad también esconden desafíos muy grandes para el hijo y la familia.

Es importante recordar que, como madres, usamos las etiquetas constantemente con nuestros hijos, estén ellos delante o no, tengan diferencias o no. Esta es una tendencia inconsciente de la mente por la que estamos constantemente midiendo, comparando, analizando, y evaluando la manera de ser y de comportarse de nuestros seres queridos (¡y de los que ni siquiera conocemos también! ¿Cuántas veces enjuicias a un extraño en la calle sin saber absolutamente nada de él o ella?). 

Se trata de tomar consciencia de esta pulsión mental por clasificar constantemente, y de aceptarla como el que acepta la música de fondo en un ascensor público: es un sonido de fondo, no tenemos por qué escucharlo atentamente (ni hacer caso de él). Sobre todo, no te sientas culpable por usar ciertas palabras en ciertos momentos, sino que - si te das cuenta de que no son muy amables - te tomes unos instantes para reflexionar el por qué y qué creencias o significado se esconden detrás de ese uso.

Diferencia entre el SER y el HACER

Un punto de partida que te propongo es diferenciar entre el SER y el HACER. Por ejemplo: “Mi hijo es un desorganizado” vs. “Mi hijo se suele olvidar de sus pertenencias” (o cualquier otro comportamiento que entre dentro del paraguas de la desorganización). 

Cuando nos enfocamos en el comportamiento específico surgen varios aspectos interesantes

  1. Como madres, tenemos que hacer un esfuerzo por dilucidar EXACTAMENTE a qué nos estamos refiriendo… porque a menudo son exigencias o estándares implícitos que otro ser humano no tiene por qué entender (esto se ve claramente con las diferencias culturales).

  2. Al desmenuzar la etiqueta en comportamientos específicos, podemos identificar mejor qué acciones llevar a cabo para ayudar a nuestros hijos (o conseguir ayuda) a adquirir HABILIDADES.

  3. Al enfocarnos en la adquisición de habilidades por parte de nuestros hijos, dejamos de usar las etiquetas como acusación o enjuiciamiento GLOBAL del carácter de nuestros hijos. El significado del ser de una manera u otra pesa mucho, mientras que el tener un comportamiento o el hacer algo es temporal. 

  4. Al usar el lenguaje para describir comportamientos, habilidades, desafíos o tendencias EN ESTE MOMENTO, nos libramos nosotras y liberamos a nuestros hijos de cargarles con “sambenitos” permanentes. En este momento tal vez tu hijo no sea capaz de hacer amigos con facilidad. Eso transmite un significado muy diferente a “este niño es asocial”. Incluso la frase “este niño no sabe hacer amigos” cambia radicalmente cuando decimos “por el momento, a mi hijo le cuesta hacer amigos” pues estás abriendo la puerta de la esperanza, a que esto no siempre sea así (y aunque lo sea, ni tú ni nadie puede predecir el futuro)

Presta especial atención cuando uses u oigas palabras “absolutistas” como: siempre, nunca, jamás, etc. Estas son buenas alarmas para darte cuenta de tu uso del lenguaje con carga emocional (para soltar adrenalina, estrés, enfado, frustración, etc.).

El lenguaje y las etiquetas crean realidad

¿Por dónde empieza una a reformarse cuando te tildan de desorganizada, descuidada, loca, torbellino, tímida o incluso otras etiquetas supuestamente positivas como alegre, generosa, o aplicada? ¿Qué pasa si un día estás triste? Acaso no te des permiso, porque eres “la alegría de la casa”. ¿O si un día te sientes desmotivada o cansada? Igual que nos pasa y nos limita a nosotras, les pasa y les limita a nuestros hijos. 

La gran diferencia es nuestros hijos aceptan inconscientemente TODO lo que les decimos desde muy temprana edad, sea cierto o no. Y crean, de nuevo en gran medida de manera inconsciente, una identidad en torno a la imagen de ellos que nosotros creamos con nuestras palabras.

Discapacidad / diferencia: realidad y significado

Una de las eminencias académicas sobre autismo, el Dr. Simon Baron-Cohen, habla de las 4 Ds con las que se puede apreciar y describir el autismo (y muchas de las diferencias neurológicas y de desarrollo). En inglés estas 4 Ds son: 

disease: enfermedad

disability: discapacidad

disorder: trastorno 

difference: diferencia

Cada palabra supone un universo de creencias, valores, significados, asunciones y percepciones sobre la vida de una persona, en este caso, tu hijo o hija. Dos personas diferentes pueden percibir y hablar sobre una tercera persona usando cualquiera de esas 4 palabras (y otras). 

Pero además, el uso de una palabra sobre otra también tiene una serie de efectos en la persona que lo usa. Una madre que habla de una enfermedad de su hijo va a tener una carga de estrés, preocupación y ansiedad mucho mayor que una madre que percibe y habla de una diferencia de su hija.

Ejercicio: descubre el significado que TÚ le das a la diferencia de tu hijo/a

Reserva unos minutos a solas sin interrupciones. Toma una respiraciones conscientes y conecta con tu cuerpo. Coge una hoja de papel o un cuaderno y escribe:

“[Nombre de tu hijo o hija] tiene [diagnóstico si lo tiene o UNA diferencia que quieras explorar] y eso significa…..”

[Por ejemplo, en el caso de Magüi: “Adrián tiene autismo y eso significa que: es diferente, no es como me lo esperaba, tiene dificultades de comunicación social, su vida va a ser diferente, no sé que va a ser de su vida, no va a ser independiente, me va a avergonzar…..”]

Deja que surja todo lo que te viene en mente. No te censures. No te edites. Haz un auténtico volcado fuera de lo que te surja. 

El objetivo de este ejercicio es hacer visible la conexión entre un hecho (la diferencia o las dificultades tu hijo) y el significado que le das TÚ. Esto último es lo que duele y lo que podemos cuestionar. ¿Cómo? Escribiendo en otra hoja “Mi hijo tiene X y eso NO significa…..” 

Con este volcado te invitamos a que explores ambas caras de la misma realidad.

(*) Pon especial atención en que estamos diciendo mi hijo TIENE, y no ES. Mi hijo tiene o padece síndrome de Down no es lo mismo que tengo un hijo Down o mi hijo es Down.

Hay un tema complicado y es el derecho a la privacidad y también al auto-conocimiento de tu propio hijo o hija afectado por la diferencia o discapacidad.

Te invito a que reflexiones en conciencia sobre cuánto y a quién cuentas aspectos de la vida de tu hijo y sobre todo, por qué. ¿Es para aliviarte a ti misma? ¿Para conectar con otras en situaciones similares? ¿Para celebrar los logros de tu hijo o hija? ¿Para intercambiar información y potencialmente ayudar a otros en situaciones similares? Si quieres explorar este tema con mayor profundidad, no dejes de descargarte mi Kit de Ayuda para Padres, que es totalmente gratuito, en maguimoreno.com/kit.

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¡No conecto con mi hijo!

¡No conecto con mi hijo! ¡No entiendo las señales de mi hija! Las dificultades de conexión son parte de la problemática central con muchas diferencias de desarrollo y neurológicas de nuestros hijos neurodiversos. En este post voy al trasfondo de la cuestión que es como nos hace sentir a nosotros, los padres y te doy 4 ideas prácticas para ampliar y transformar situaciones frustrantes, cansadas y que nos pueden también cargar de culpa.

¡No conecto con mi hijo! ¡No entiendo las señales de mi hija! Las dificultades de conexión son parte de la problemática central con muchas diferencias de desarrollo y neurológicas de nuestros hijos neurodiversos. En este post voy al trasfondo de la cuestión que es como nos hace sentir a nosotros, los padres y te doy 4 ideas prácticas para ampliar y transformar situaciones frustrantes, cansadas y que nos pueden también cargar de culpa.

¿Prefieres escucharlo? ¡Escúchalo aquí!

Dificultades de conexión con nuestros hijos. Es la problemática central con el autismo pero también con otras neurodiversidades y diferencias de desarrollo.

En la conexión entre dos personas siempre hay dos lados, dos orillas del mismo río, fluya más o menos regularmente. Aunque te los voy a mencionar, aquí hoy no te voy a hablar a fondo de técnicas, de herramientas, de métodos específicos para incrementar el interés por conectar de tu hijo o hija, porque de eso se encargan profesionales y especialistas educativos como pedagogos, logopedas, terapeutas ocupacionales, terapeutas ABA y otros.

Más bien, hoy me quiero enfocar, como siempre, en lo que TÚ, mamá, papá, o cuidador, aportas consciente e inconscientemente a una situación que a menudo nos frustra, en la que no conseguimos conectar, o no como quisiéramos, con nuestros hijos. También te dare pautas para realizar sutiles pero importantes cambios en TU propia perspectiva que, a su vez, traerán cambios - aunque sean pequeños - en la relación con tu hijo. Porque en un binomio, si una parte de la ecuación cambia, la otra también.

Primero, vamos a examinar lo que sentimos en estas situaciones en las que no conectamos con nuestros hijos. Y como pueden causar más problemas otra cosa:

1. Se siente un rechazo. No porque conscientemente pensemos que nuestro hijo nos rechaza de plano (aunque lo haga en determinadas situaciones específicas, sabemos que nuestros hijos nos necesitan y nos aman a su manera). Sino más bien porque nos lo tomamos de manera automática como un rechazo personal, como que no estamos haciendo algo bien. Hay una proyección de rechazo que sentimos nosotras, que proyectamos está pensando nuestro hijo, y que de alguna manera “hace rebote”.

2. Es común que lo siguiente sea pensar… “es que no soy lo suficientemente x” buena, divertida, cariñosa, atenta, paciente. etc. El argumento mental puede ser “no conecto con él/ella… por lo tanto algo estoy haciendo mal”. 

3. También puede haber un rechazo soterrado a nuestro hijo, no en su ser sino en su manera de expresar su ser. Es lo que se esconde detrás del continuo enjuiciamiento, la crítica aunque sea positiva o constructiva a los comportamientos de nuestros hijos… A veces el rechazo que sentimos (aunque no lo llamemos con esa palabra) hacia nuestros hijos, sus comportamientos, sus preferencias, sus intereses, sus obsesiones, son una especie de tirita que queremos poner ante la herida del supuesto rechazo que creemos que hay por parte suya, al no “querer” conectar con nosotros. Es un mecanismo inconsciente de defensa emocional y psicológica. No quiero sentir tu rechazo, entonces te rechazo yo. 

4. Acto seguido llega la culpa (hablo de ello en el episodio 46), la desmotivación, la sensación de fracaso e insuficiencia personal y GLOBAL como padre/madre. ¿Por qué? Porque una de las creencias universales sobre la maternidad es que “una buena madre sabe lo que quiere su hijo”. Es decir, una buena madre conecta.

Pero pongámosle algo de perspectiva.

Personas neurodiversas a menudo tienen, como parte intrínseca de su diferencia de desarrollo, déficits en muchas capacidades imprescindibles para la conexión interpersonal:

  • Dificultades para atender y responder a insumos externos de tipo interpersonal (darse la vuelta ante sonidos, mirar hacia donde apunta un dedo… )

  • Déficits de atención

  • Dificultad para imitar

  • Déficits de comunicación, sobre todo intencional y social

  • Dificultades para mirar a los ojos o a la cara (y por lo tanto poder reconocer emociones y poblar un repertorio de expresiones faciales en los demás)

  • Dificultades para iniciar, mantener y terminar interacciones sociales (ej conversación) o para encadenar respuestas sociales de manera convencional (risa ante la risa ajena, etc)

  • Intereses restringidos y/o comportamientos repetitivos

Todas estos déficits o diferencias se pueden y deben trabajar con el apoyo de profesionales como te he comentado al principio.

Aspectos tan sencillos como ponerse a su nivel (y tirarse al suelo si hace falta), seguirles la corriente cuando juegan o demuestran interés por algo (aunque a nosotras nos interese CERO), probar actividades diferentes y estar muy pendientes de sus reacciones, repetir lo que dicen y hacen, entender las necesidades sensoriales que pueden estar afectando a la interacción con nuestros hijos, no ignorar sus señales de que no están interesados y seguir insistiendo con exactamente lo mismo….

De nuevo, hay mucha información gratuita en las cuentas que te comparto al final del post para atraer poco a poco a nuestros hijos de su orilla a la mitad del puente. También te dejo 3 libros que yo misma he usado y que SUPER recomiendo específicamente para trabajar la conexión con los hijos (y que por cierto sirven, sobre todo dos de ellos, para si tienes hijos neurotípicos también). Uno se llama Comprender el autismo de Stanley Greenspan. Los otros dos solo están publicados en inglés: uno es “More than Words” de Fern Sussman, y el otro “Playing, Laughing and learning with Children on the Autism Spectrum” de Julia Moor. Aunque hablan específicamente de TEA, todos sus consejos se pueden aplicar para fomentar la atención conjunta para todo tipo de niños.

Pero en resumen, te diría que los dos objetivos principales para la conexión con tu hijo son: 1) aprovechar los intereses naturales de tu hijo, los que intrínsecamente le interesan a él o ella, y 2) entrar en un mundo compartido con tu hijo o hija. Para ambos objetivos, como ya digo, hay muchas técnicas y métodos desde el ABA, el método floortime, el Denver Early Model, etc.

Pero nosotras también tenemos que movernos, tenemos que empezar a cruzar ese puente. Entonces, ¿qué hacemos nosotras, las madres para mejorar la calidad de la interacción con nuestros hijos desde donde estamos nosotras, desde nuestra orilla?

1. Date cuenta del diálogo interior que estás teniendo. No es lo que hace o deja de hacer tu hijo, es como tu lo interpretas. Si piensas que te está rechazando o que tu hijo es víctima de alguna manera de su diagnóstico, no vais a llegar muy lejos de cara a un encuentro mutuo sobre ese puente.

Ejercicio: Cuando intento jugar a x con mi hijo, él hace Z, y esto significa que….

Cámbialo por NO significa que…

Entonces por ejemplo, darte cuenta de las resistencia mentales “este niño juega demasiado con este tipo de juguetes”. No es el tipo de juguetes, es lo que tú estás asociando a esa situación con tu valía como madre y con la valía de tu hijo.

2. Añade “en este momento” a todos esos pensamientos que te llegan en torno a nuestra capacidad de conectar  con nuestros hijos. “Mi hijo no quiere jugar conmigo” — “Mi hijo no quiere jugar conmigo en este momento”. 

Esto puede ser más difícil para las madres que pasamos mucho tiempo con nuestros hijos, sobre todo cuando son más pequeños, porque parece que no hay momento en el que haya conexión. Pero recuerda que la mente tiene configurado un filtro negativo por defecto. Es normal que tengamos más presentes las ocasiones en las que no nos ha funcionado que las muchas otras ocasiones en las que sí.

3. Enfócate en tu hijo y no en ti. Déjame que te explique: cuando hay situaciones en las que no se da la conexión que esperabas, no te pongas a pensar SOLO en términos de ti misma. No te lo tomes personalmente. En este momento que es un momento de la vida de tu hijo, en su ahora, por las razones que sean que nosotras por mucho que seamos sus madres no vamos a poder siempre dirimir, no está por la labor de conectar. O se le está dificultando en este momento. Yo se que esto puede quedar un poco cojo, o corto, cuando son muchos momentos al día. Puede llegar un momento en el que sientas que no te ayuda mucho.

Pero yo creo que sí que ayuda, porque cuando nos enfocamos en el momento presente, pero así tal cual, milimétricamente, podemos darnos cuenta de que la vida se vive momento a momento. Y a lo mejor a nuestro hijo hace 10 minutos le daba igual algo que habías planeado, y ahora, en este instante, se ha acercado o nos ha mirado de una manera, o ha hecho un amago de puesta en común, de demostrar su interés o su preferencia. En este momento no quiere soplar burbujas, pero es que tal vez en cinco minutos, sí, o incluso en 5 horas, sí.

Y, claro, lo entiendo perfectamente porque yo misma he estado ahí, aquí es donde a menudo entra el cansancio, porque pensamos esto es una campaña que no se acaba, que es minuto a minuto, hora a hora, dia a dia, mes a mes, año a año, pero es acumulativo y se llega a donde se tenga que llegar y eso no lo podemos saber a priori. 

Te cuento que, cuando Adrián cumplió 10 años le hice un video de su primera década de vida, y ciertos años me trajeron recuerdos amargos… de momentos en los que él no atendía, no mostraba interés… pero ojo, que también veo esos videos y me doy cuenta de que en muchos casos no mostraba interés por lo que yo quería que mostrase interés.

Pero definitivamente tenía intereses, sus juegos de luces y sonidos, sus juguetes electrónicos (y de esto voy a hablar en un momento), su música y cualquier cosa que le estimula sensorialmente. Para nosotros esa también fue una pieza clave del puzzle: darnos cuenta de las necesidades sensoriales de muchas de las actividades y juguetes que le encantaban. Pero al ver el vídeo, también ha sido un auténtico regalo darme cuenta de todo lo que ha avanzado. Porque, lo mismo, el presente se construye poco a poco con pasitos día a día. 

Y hacer las paces con pensamientos que nos causan una culpa tremenda: “no quiero pasar tiempo con mi hijo porque me aburro con él”. Todas y todos hemos pasado por ahí en ciertas etapas de nuestras vidas como padres de hijos neurodiversos. Y eso no significa que siempre vamos a estar en este momento en el que tal vez sentimos que el avance no es tan rapido como quisiéramos o que nunca vamos a ser capaces de conectar con nuestros hijos.

4. Sé un auténtico detective con tu hijo. Pregúntate a menudo (o mejor aún, pregúntale a él o ella si tiene capacidad de conversar) “Porque haces eso?” No se vale quedarse solo en “mi hijo hace eso porque tiene X”. Sí, vale, tu hijo puede tener el diagnóstico que sea o una serie de desafíos, pero tu hijo no es solo una serie de desafíos.

Es un ser humano con emociones, deseos y preferencias reales. Si tu hijo no es capaz de expresar sus deseos o preferencias verbalmente, tenemos como padres (y como profesionales) que deducirlos en base a lo que están haciendo.

Algunos padres me dicen “es que no entiendo las señales de mi hijo”… aqui te recomiendo dos cosas: 1) que prestes atención sostenida y curiosa, 2) que te informes (si puede ser con la ayuda de un profesional que trabaje directamente con tu hijo, mejor que mejor). No te quites el poder… eres capaz de darte cuenta de muchas cositas en torno al comportamiento de tu hijo. No tengas miedo de saber.  

¿Significa esto que siempre les tenemos que seguir la corriente? Porque muchas madres dudan de si eso hará que se estanquen en su desarrollo. ¿Cómo equilibramos dejar que ellos lideren el juego pero al mismo tiempo dando una función retadora o que les lleve al crecimiento? No se trata solo de copiar lo que hace tu hijo, o de dejarle que se entretenga solo con sus cosas todo el día. Sino de construir o incorporar retos nuevos para él o ella a través de lo que ya le interesa. Por ejemplo, con obstrucción juguetona que le lleve a tener que conectar contigo para conseguir lo que quiere. Ejemplos de coches, de esconderlos, etc. 

En definitiva, lo siento pero no hay una fórmula mágica. Se trata de prestar atención al momento que compartes con tu hijo y de soltar expectativas. Al final, es de perogrullo, pero es cierto y lo que más impacto tiene. Porque el gran desafío, desde donde estamos nosotros como padres y como adultos, no es la falta de motivación o aparente interés de tu hijo… (eso, lo repito, se puede y se debe trabajar y hay mucho al respecto) sino es el propio bagaje que traemos nosotros a la situación.

¿Qué pasa cuando son más mayores y ellos mismos nos cierran la puerta a la conexión?

1. Te lo tienes que currar. No queda otra.

2. Crear espacios e identificar momentos. Escucha activa, con todos tus sentidos.

3. Suelta expectativas de cómo se va a ver esa conexión. Tal vez sea mediante juegos de mesa que a ti no te interesan mucho, pero que son el precio a pagar para poder sentarte a la mesa y crear ese espacio de comunicación con tu hijo.

4. Espera.

5. Entiende que todo comportamiento es comunicación. ¿Por qué está haciendo o diciendo esto mi hijo? Que se esconde detrás. Al final, una gran parte de ser padre y madre es ser también detective.

Libros que menciono:

“Engaging Autism” de Stanley Greenspan y Serena Wieder

“Playing, laughing and learning with children on the autism spectrum” de Julia Moor

“More than words” de Fern Susan

Cuentas en instagram que dan muy buenos tips profesionales para fomentar la conexión con nuestros hijos:

@fabitherapy

@katherina_aba_conductual 

@abasinfronteras

@empoderandoapapas

@andreadespertar

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Crianza Magüi Moreno Crianza Magüi Moreno

¿Qué significa estar presente con tus hijos?

Ya me habrás oído hablar del tema de cantidad vs. calidad y de como lo de estar presente físicamente en la misma habitación o en el mismo espacio con tu hijo o hija no significa estar de verdad PRESENTE.

Ya me habrás oído hablar del tema de cantidad vs. calidad y de como lo de estar presente físicamente en la misma habitación o en el mismo espacio con tu hijo o hija no significa estar de verdad PRESENTE.

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Entonces ¿qué significa estar presente con nuestros hijos? Esto es algo que a menudo me preguntan las mamás con las que trabajo en mis sesiones de coaching y en mis cursos online. Y, claro no te sorprenderá si te digo que el mindfulness como técnica de enfoque de atención, ayuda muchísimo.

Hoy te quiero dar 4 claves que desarrollan Dan Siegel y Tina Payne Bryson, dos psicólogos americanos de renombre, en su libro “El poder de la presencia: Cómo la presencia de los padres moldea el cerebro de los hijos y configura las personas que llegarán a ser”. Aunque este libro no está escrito específicamente para niños neurodiversos, después de leerlo, me ha inspirado a darte alguna claves que sí se pueden aplicar en nuestras circunstancias de ser padres de hijos con autismo, con TDAH, con dislexia, dispraxia, síndrome de Down, y otras neurodiferencias.

En la versión inglesa, los autores hablan del poder de “showing up”, que es una expresión que me encanta y que se queda pobre al traducirse meramente por presencia. To show up es aparecer en escena, estar ahí, dar el do de pecho, poner la carne en el asador… En fin, entrarle de lleno a la maternidad y paternidad. De lleno. No es solo aparecer en escena, es aparecer en escena, estar pendiente y conectar profundamente con nuestros hijos.

Entonces, ¿cómo lo hacemos?

No se trata de perfección, sino de predictibilidad. Esto me parece importantísimo porque a menudo lo que entra en escena es la culpabilidad, y sin razón. Los autores hablan de cómo está estimado que solo necesitamos dar en la diana a nivel de entender y atender a las necesidades de nuestros hijos un 30% de la veces. UN 30%! Lo repito: un 30% Con eso ya creamos predictibilidad. De cualquier manera, y más allá de los números, la clave es entender que no tenemos que estar ahí al pie del cañón (madre mía, la cantidad de metáforas que me están saliendo en este episodio!). No tenemos que estar al pie del cañón con nuestros hijos el 100% de nuestro tiempo. Ni aunque tengan necesidades específicas (en el caso de niños que se auto-lesionan, hay que investigar a fondo para conseguir poner en marcha medidas paliativas y preventivas para no tener que estar permanentemente pendientes de ellos, porque eso lleva a cuadros de ansiedad clínica).

Se trata de consistencia. En la maternidad es más beneficioso el cuidado consistente que un cuidado errático, aunque venga puntuado de momentos preciosos. Los hijos necesitan predictibilidad, sobre todo antes las potenciales adversidades que pueda suponer tener una diferencia de desarrollo o de aprendizaje.

Así que, que estés tú y su madre/padre ahí de manera consistente para:

1. Ayudar a tu hijo a sentirse SEGURO

2. Ayudar a tu hijo a sentirse VISTO

3. Ayudar a tu hijo a sentirse CONSOLADO

4. Ayudar a tu hijo a sentirse A SALVO

Antes de entrar a hablar de cada una, te voy a dar la versión resumida de la llamada teoría del apego. El apego es el vínculo emocional que desarrolla el niño con sus padres (o cuidadores) y que le proporciona la seguridad emocional indispensable para un buen desarrollo de la personalidad.

La tesis fundamental de la Teoría del Apego es que el estado de seguridad, ansiedad o temor de un niño es determinado en gran medida por la accesibilidad y capacidad de respuesta de su principal figura de afecto (persona con que se establece el vínculo). Hace varias décadas se llevaron a cabo una serie de estudios en los que la madre entra y sale varias veces de una habitación, dejando a su hijo unas veces solo y otras en compañía de un desconocido. Las separaciones son muy breves.

El equipo investigador grabó y analizó la conducta del niño cuando se produjeron las separaciones y, sobre todo, lo que pasa en el reencuentro. El reencuentro es el indicador más claro del estado de una relación. Se llego a 4 tipos de apego:

  1. El tipo de apego seguro se caracteriza porque el pequeño busca la protección y la seguridad de la madre y recibe cuidado constante. “Un niño con apego seguro juega con los juguetes, se aflige cuando la madre abandona la habitación, interrumpe el juego y, de algún modo, demanda el reencuentro. Cuando la madre vuelve, se consuela con facilidad, se queda tranquilo y vuelve a jugar”

  2. El tipo de apego evitativo se caracteriza porque el pequeño se cría en un entorno en el que el cuidador más cercano deja de atender constantemente a las necesidades de protección de éste. Esto es contraproducente para el desarrollo del pequeño, puesto que no le ayuda a adquirir el sentimiento de confianza hacia sí mismo que necesitará posteriormente en su vida. Por tanto, los niños (y también de adultos cuando ya han crecido) se sienten inseguros y desplazados por las experiencias abandono en el pasado. evitaban tener proximidad cercana con la madre y no lloraban ni mostraban signos abiertos de disgusto cuando ella abandonaba la habitación. Cuando la madre volvía, estos niños evitaban de forma activa el contacto con ella...

  3. El tipo de apego ambivalente se caracteriza porque estos individuos responden a la separación con gran angustia y suelen mezclar sus conductas de apego con protestas y enfados constantes. Esto se debe a que no han desarrollado correctamente las habilidades emocionales necesarias, ni han tenido expectativas de confianza ni de acceso a los cuidadores. reaccionaba fuertemente a la separación. Cuando la madre regresa, estos niños buscan el reencuentro y el consuelo pero pueden también mostrar rabia o pasividad: no se calman con facilidad, tienden a llorar de una manera desconsolada y no retoman la actividad de exploración.

  4. El tipo de apego desorganizado Estos niños reaccionan ante el encuentro con sus madres de una forma confusa y desorganizada. Se encontraron indicios de que los padres de estos niños asustaban a sus hijos mediante abusos u otras formas de maltrato.

Ahora, ¿para qué nos sirve este tema de la teoría del apego? Para entender, primera y principalmente, TU PROPIA HISTORIA DE APEGO cuando tú eras niño o niña.

Aunque tú no hayas tenido un apego seguro de tus padres, mientras hayas reflexionado y hecho las paces con la narrativa, con la historia de tu niñez, le puedes dar una presencia sólida a tu hijo.

Se puede aprender nuevas pautas de comportamiento y practicar con tus propios hijos

¿Quién es responsable ahora? Tú

Se puede re-cablear el cerebro

Y se pueden romper cadenas del pasado para no darlas en herencia a nuestros hijos

Las 4 características de la presencia con nuestros hijos.

1. Ayudar a tu hijo a sentirse SEGURO

Como madre tienes dos responsabilidades: proteger y evitar ser la fuente de miedo para nuestros hijos. Aunque esto último pueda parecer una locura, piensa que cuando te enfadas y gritas o cuando estás triste y lloras desconsoladamente, puedes causar temor en tus hijos. No se trata de evitar mostrar tus emociones, sino de gestionar mejor cómo las expresas y como las explicas para que tus hijos no sientan que ellos son los culpables.

Cuando hablo de la seguridad de nuestros hijos, no me refiero a la sobreprotección que tanto se da con los hijos diferentes (por cierto, si aún no has escuchado el episodio 34 con Raquel Parra Valls no te lo pierdas). Me refiero a apoyarles en sus luchas entendiendo las situaciones y las capacidades del niño.

Estrategias:

a. Nuestra propia gestión emocional

B. reparar cuando no lo hacemos bien

C. Crear un ambiente en el hogar de puerto seguro de bienestar para que tus hijos puedan volver a ti por apoyo, aunque no siempre lo expresen de manera verbal o clara (pero lo demostrarán con sus emociones y con su cuerpo).

Siempre es muy potente reflexionar sobre tu propia experiencia al crecer. Cómo te sentías seguro? Y cuando no?

2. Ayudar a tu hijo a sentirse VISTO y valorado

Enfocarse en entender y responder a la intención y necesidad detrás del comportamiento.

Es especialmente difícil con los hijos diferentes: observar, aceptar, no juzgar sino entender todo tipo de factores, evitar etiquetas, no negar o suprimir emociones de los hijos, no avergonzar, minimizar o echar la culpa.

Estrategias:

a. Tener curiosidad por profundizar para entender a tu hijo, no asumas, no te pongas en lo peor. Pregúntate por qué. No asumas que no quiere, entiende que tal vez no lo puede evitar.

b. Intenta entrar en su mundo, de la manera que sea.

Reflexiona sobre tu propia experiencia, si tus padres te valoraron y entendieron, porque esto puede tener un efecto sobre como te valoras y te ves a ti mismo y a tu capacidad para hacerlo con tu hijo.

No se trata de ser perfecto, de estar siempre ahi, de verlo y entenderlo todo. ¿Que puedes hacer desde ya para entender a tu hijo? Crear espacios para compartir, enfocarte en el por que cuando hay comportamientos que no te gustan y demostrando interés por algo que les gusta a ellos.

3. Ayudar a tu hijo a sentirse CONSOLADO / SOSTENIDO

Cuando nuestros hijos se frustran o tienen sentimientos difíciles no intentar controlar o manipular sino tranquilizar para aumentar su propia capacidad interna de gestionarse.

Sostener ayuda a desarrollar ciertas funciones neurológicas complejas - decisiones, planificación, regulación emocional, empatia, autoconocimiento, etc,. Se trata aqui de co-regulacion emocional con nuestros hijos. Se trata de ayudarles a adquirir habilidades y no solo a controlar sus comportamientos según el momento. 

Se pueden poner limites y reglas fijas sobre comportamientos y expectativas mientras que se es “blando”  o suave con el niño y sus emociones. Conectar para reconducir. ¡La conexión es lo primero!

Estrategias:

a. Ayudarle a usar su propio sistema interno para auto-tranquilizarse: crea una cueva o rincón sensorial, pon música tranquila, invitale a ciertos movimientos o a que se mueva, o estableced juntos una “llamada de alarma”.

b. Presta atención a tu respuesta no-verbal. Ponte a su nivel de ojos (o por debajo). Afecto. Presencia. Empatía.

Reflexiona sobre tu historial pasado y sobre tu presente en este área.

4. Ayudar a tu hijo a sentirse A SALVO / confiado

Sé un trampolín y al mismo tiempo puerto seguro como madre o padres. Ofrece apoyo emocional incondicional. Prioriza la conexión y tu propio auto-control: se sentirán más seguros de explorar. 

Estrategias:

a. Invierte en un fondo de confianza mutuo. NO se trata de hacer todo por ellos sino de responder a sus necesidades emocionales.

b. Enseña habilidades de gestión interna - mindfulness.

Reflexiona: que puedes hacer para que tu hijo se sienta seguro? Aceptarle? Tus expectativas? Enfoca en conectar con el paisaje interno de tu hijo, aunque te cueste.

En conclusión, el mindfulness nos ayuda a estar más presente con nuestros hijos al estar más presentes con nosotros mismos, con nuestras emociones, con nuestra comprensión de nuestra historia personal etc.

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Gestión emocional Magüi Moreno Gestión emocional Magüi Moreno

La culpa de las madres

¿Sientes culpa a menudo? ¿Sobre todo en tu papel como madre ¿Y más aún si tu hijo o hija tiene necesidades específicas o es neurodiverso?

Porque la verdad es que la culpa de las madres nace en el mismo momento que nacen nuestros hijos. Y esto es así como una forma de control social hacia las mujeres, para que vamos a negarlo. Hay todo un sistema de valores y de creencias milenarias sobre lo que constituye una buena y una mala madre.

¿Sientes culpa a menudo? ¿Sobre todo en tu papel como madre ¿Y más aún si tu hijo o hija tiene necesidades específicas o es neurodiverso?

Porque la verdad es que la culpa de las madres nace en el mismo momento que nacen nuestros hijos. Y esto es así como una forma de control social hacia las mujeres, para que vamos a negarlo. Hay todo un sistema de valores y de creencias milenarias sobre lo que constituye una buena y una mala madre.

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¿Qué es la culpa? La culpa es lo que hacemos con vergüenza. Es una emoción que aflora muy a menudo en las madres y mucho más aún cuando nuestro hijo es “diferente” de la manera que sea. La vergüenza originaria viene de la diferencia de nuestro hijo. No porque el hecho de que nuestro hijo sea diferente (a nuestras expectativas y a las exceptivas de otros) sea en sí mismo vergonzoso. PARA NADA. Sino porque de manera inconsciente asociamos la diferencia a peligro (es parte de nuestro instinto de supervivencia y de nuestro cerebro reptiliano).

Aquí entra la culpa, que es una manera de “hacer algo” con la vergüenza - ¿el qué? Pues buscar una cabeza de turco, y esa cabeza de turco somos nosotros mismos. Nos castigamos, nos hacemos responsables, nos limitamos.

¿Cuántas de nosotras, sobre todo las madres biológicas, en algún momento hemos pensado que la neurodiversidad, la discapacidad o la diferencia de nuestro hijo o hija es culpa nuestra porque.. tuvimos un embarazo de tal manera o de tal otra, o tuvimos un parto así o asá, o les dimos o no les dimos pecho, o les mandamos a la guardería muy pronto o muy tarde, o un sinfín de otras cosas que se nos pasan por la cabeza. Es un poco una locura.

La diferencia de tu hijo puede tener un factor genético importante, o puede ser resultado de un traumatismo del parto o puede ser consecuencia de un accidente… pero en ningún caso la culpable eres tú porque la responsabilidad única no la tienes tú. De hecho no existe esa responsabilidad única. Las diferencias neurológicas son resultado de una gran variedad y complejidad de factores, muchos de los cuales son totalmente desconocidos no solo para ti, sino también para la ciencia.

La culpa es un estado emocional muy limitante. SI te sientes culpable, no mereces bienestar, amor, etc. ES UNA FUGA DE PODER.

Lo importante es darse cuenta de que, aunque sus orígenes a menudo son inconscientes y por lo tanto, es una emoción bastante insidiosa… también es una emoción aprendida. Y por lo tanto, se puede desmontar. Se puede desaprender. En este post te voy a dar algunas pistas al respecto.


Claves para gestionar la culpa

1. Lo primero es entender el mecanismo de la culpa.

Mira, te lo explico con una imagen: la culpa nos desdobla. Es como si tuviéramos a dos personajes dentro de nosotros. Por una parte está el niño travieso o el adolescente rebelde que hace aquello que está “mal” - básicamente algo que va en contra de nuestros valores. Por otra parte está la figura materna o de la autoridad que nos juzga y nos castiga. Todo esto dentro de nosotros.

Este tira y afloja entre estos dos personajes es la esencia de la culpa. Y para desbloquear esta situación de tira y afloja hay que: 1) darse cuenta de estas dos partes (y de la historia que cada cual trae), 2) entender que hay una herida, una codependencia entre estas dos partes.

Cuando éramos pequeños se nos avergonzó por algo que hicimos e integramos a la parte mamá-papá en nosotros para controlar a esa otra parte niño. Ahí hay vergüenza y hay que sacarla a la luz para que pierda poder en nuestras vidas.

Una práctica regular de mindfulness nos ayuda a darnos cuenta de estas dos voces, y de la vergüenza y miedo que se esconde detrás. Al final, todos queremos ser amados incondicionalmente desde que nacemos y la culpa aparece cuando nos damos cuenta de que los demás no nos aman cómo queremos nosotros porque creemos que hay algo fundamentalmente malo en nosotros.

El problema es que al final acabamos no amándonos nosotros tampoco. No hay nada esencialmente MALO o defectuoso en ti. Repítelo. Ni como mujer o hombre, ni como madre o padre.

No se trata de racionalizarlo. La respuesta no está en la mente, sino en las propias emociones que sentiste en ciertos momentos de tu vida que te llevaron a tomar decisiones inconsciente de que hacer para evitar sentir esa culpa. De aquí vienen muchos pilotos automáticos. Ver como está construida esta culpa, porque es una herida emocional.

2. Entender de dónde viene.

No eres defectuosa por sentir culpa. ¡No te sientas culpable de sentir culpa!

No vayas a rizar aún más el rizo, te invito es a que tomes conciencia de que muchos de estos patrones de pensamiento en torno a la culpa son heredados. Mi propia madre me transmitió este mensaje de manera más o menos inconsciente desde muy temprana edad.  Como se lo hicieron a ella también.

Comentarios como: “Las buenas madres están SIEMPRE pendientes de sus hijos. No puedes pensar solo en ti. Estar haciendo otras cosas aparte de tus hijos es egoísta. Los hijos te necesitan, no hay otra”. Y ni siquiera son ciertos.

Son modelos de control social de sociedades patriarcales en las que la división del trabajo estaba muy bien establecida y a las mujeres les tocaba de lleno el tema casa e hijos. Aunque trabajasen fuera de casa (como lo hicieron tanto mi madre como mi abuela materna), les tocaba absolutamente todo lo de dentro de casa también. Y eso había que hacerlo cumplir… ¿cómo? Con este discurso de buenas madres = madres entregadas al 100% y malas madres = madres egoístas o que se ven como algo más que madres.

Estas cadenas de creencias son potentes pero a menudo no nos damos cuenta de ellas. Y suelen ser parte del proyecto "las buenas madres son las madres sacrificadas". Es una mentira para seguir poniendo nuestras necesidades en último lugar.

Al darnos cuenta de que estas creencias son, eso, creencias, y no hechos, podemos distanciarnos un poquito de ellas y preguntarnos: “¿quiero menos a mi hijo, a mi hija, a mi pareja, por quererme un poco más a mí?”

El bienestar de nuestros hijos es fundamental, pero también lo es el nuestro. ¿Por qué creer que son incompatibles? Tal vez sean difíciles de compaginar de manera práctica en ciertos momentos, pero no tienes por qué elegir SIEMPRE entre uno u otro. El mindfulness nos ayuda a gestionar esta supuesta incompatibilidad. De esto te hablaré un poco más adelante.

3. Función positiva de la culpa.

  • Claridad sobre tus valores

  • Asumir las consecuencias de mis acciones

  • Resarcir

  • Permitirte equivocarte

  • Buscar soluciones más acordes con tus valores reales

Te pongo un ejemplo mío: tarde, hay que hacer cena, me siento improductiva, sube el nivel de autoexigencia en mi discurso interno, mi hijo está viendo la tele….estaba pensando “soy mala madre porque después de todo el día de campamento, le he dejado que vea tele dos horas, y aún así no he acabado todo lo que tenía que hacer de trabajo y ahora encima me toca hacer la cena, y este niño no se entretiene con nada y chun chun chun.

¿Qué se esconde detrás de todo este rollo mental? La creencia de que no lo estoy haciendo bien. De que soy un fracaso. Y, claro, a la luz del día después esto parece una exageración, pero lo cierto es que es una creencia (o un patrón de pensamiento) muy común.

La creencia es “tengo que ser perfecta” y el patrón es: mira, mira, todas las maneras en las que no eres perfecta!! Lo ves!! No eres perfecta!! Y además estás a punto de perder los estribos!! te cuento lo que saqué en claro de mi frustración de ayer. Primero, a nivel situacional, que era muy mala hora y tanto yo como mi hijo estábamos cansados e irritables.

A modificar: a esas horas no intentar nada nuevo ni hacer multitasking. Segundo, que tengo que seguir prestando atención a mi auto-exigencia. A modificar: o hago la cena o juego con mi hijo, no puedo estar a todo y exigirme eso por un sentimiento de culpa es una receta para la frustración. Elegir dejarle ver la tele para poder hacer la cena sin sentirme culpable. O posponer la cena (o pedir pizzas a domicilio) si decido jugar con él. 

A menudo la frustración viene de no aceptar que o no está en nuestras manos o tenemos que DECIDIR. Y decidir supone hacer algo y dejar de hacer algo. Y eso nos puede costar mucho.

4. Función negativa de la culpa.

La parte negativa es que entramos en un patrón bucle en el que nuestro filtro mental está siempre dispuesto a encontrar ejemplos de cómo no puedes, como no vales, como no eres capaz, etc. Cuando tu hijo es diferente puede haber una culpa “originaria” - como si tu, por se su madre o padre, fueses totalmente responsable de sus diferencias o dificultades.

5. Específicamente al cuidado de los demás (y super extendido en el caso de la maternidad) es el tema de la cantidad vs la calidad.

Desde aquí recordarte que no te enfoques en la parte mensurable de ser madre porque te va a llevar a las comparaciones, a la competitividad, y al sufrimiento bajo unas expectativas que ni siquiera son tuyas o tienes que cumplir. En definitiva, estar continuamente pasando revista sobre tu propio desempeño como madre te lleva a que la culpa se instale de manera permanente en tu día a día.

Es normal (por cómo se nos ha criado desde pequeñas) creer que la mejor manera de demostrar nuestro amor es cuidando a los demás o haciendo cosas por ellos. Y, claro está, esto es una de las maneras de demostrar amor. Pero ni es la única ni es siquiera la más efectiva, por decirlo de alguna manera. También hacemos cosas por otros a los que no queremos. Las hacemos por obligación, ya sea real o asumida. El típico ejemplo es cuando decimos que sí a la mayoría de peticiones de los demás por defecto porque queremos quedar bien con todo el mundo. O sea que cuidar a los demás no es necesariamente una señal de amor, pero sí a menudo de obligación.

Y como madres de hijos diferentes a menudo confundimos cantidad y calidad.
Puedes pasar horas al lado de tu hijo y no conectar con él (lo mismo suele pasar con la pareja). Cuidar no siempre equivale a la presencia y atención que son la base del verdadero amor. Confundimos estar físicamente con presencia y atención, y no es lo mismo. Si nuestra mente o nuestras emociones están en otro lado, si quisiéramos estar haciendo otra cosa, entonces no estamos realmente con ellos.

El mejor regalo que le podemos dar a los demás es nuestra Presencia, es decir, nuestro tiempo y atención, pero hay que reconocer de una vez por todas que no podemos dar algo que no tenemos. No puedes darle a tu hijo paciencia, escucha, generosidad, presencia y amor si no los tienes en ti y para contigo misma. Por eso el autocuidado no es egoísmo sino generosidad. Es asegurarnos de que nuestra fuente de amor está repleta para que pueda fluir hacia los demás.  

Ok, muy bonito. ¿Pero qué hago en los momentos en que mis necesidades de cuidado propio son incompatibles con el contexto o con las necesidades de mi hijo en ese momento?

Pues déjame que te diga que no lo son. Vale, puede que tu quieras soledad y silencio, pero tu hijo está teniendo una pataleta y una fuerte crisis emocional. Si no te queda otra (es decir, si no puede atenderle otra persona o sientes que realmente tu eres la más adecuada para ayudarle en ese momento), pues atiende a las necesidades de tu hijo. Pero eso no significa que te abandones a ti misma.

Puedes respirar. Puedes decirte “sé que estás cansada”. Puedes asegurarte a ti misma qué te darás soledad y silencio a la primera oportunidad. Lo más importante es darte cuenta de TUS necesidades. A menudo tienen que postergarse, pero eso no significa renunciar a ellas. Esta es la clave. Aun cuando no las puedes satisfacer, las has escuchado. Te has escuchado. Y eso ya es mucho más de lo que solemos hacer.

Quiero invitarte a que indagues sobre tu propia culpa. A que te hagas algunas preguntas de autorreflexión para entender mejor de dónde viene y por qué está en tu vida. Porque es necesario entender no sólo desde la mente racional sino desde el corazón, desde el amor propio, que no podemos hacernos cargo de TODO ni en nuestra vida, ni en la vida de nuestros hijos y que definitivamente no deberíamos malgastar nuestra atención y energía haciéndonos cargo de todo lo que se inventa y nos encarga nuestra mente.

No sólo es insostenible y desgastante sino que además pasa factura, y una factura muy alta, en cuanto a las relaciones con nuestros seres más queridos.

Aquí te dejo algunas preguntas:

  • ¿Sientes culpa a menudo? ¿En qué área de tu vida?

  • ¿Es una palabra habitual en tu vocabulario?

  • Cuando algo sale mal, o cometes un error, ¿cuál es tu reacción inmediata? ¿Y qué sientes después?

  • Cuando a tus hijos algo les sale mal o cometen un error, ¿cuál es tu reacción inmediata al respecto? ¿Y qué sientes después?

  • ¿Sabes identificar tu sentimiento de culpa en tu cuerpo? ¿Cómo lo manifiestas?

  • ¿Qué recuerdos tienes de momentos del pasado donde te culpaban, te regañaban o te reprochaban algo?

  • ¿Qué palabras te decían? ¿Qué adjetivos usaban? ¿Qué comportamientos había (por tu parte y por parte de los demás)?

  • ¿Puedes ver alguna relación entre cuando te sientes culpable ahora, de adulta, y cuando lo hacías de niña? A nivel de síntomas físicos, de diálogo interior, etc.

    Finalmente, te invito también a que pidas ayuda. Igual que no todos estamos en situación de arreglar nuestra lavadora si se estropea, no sientas vergüenza por necesitar ayuda profesional para desbloquear un estado emocional de culpa que no te deja vivir tu vida y tu maternidad como quieres. Te recuerdo que yo ofrezco consultoría individual y puedes reservar tu sesión aquí

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Eres buena madre

En esta entrevista me acompaña la consultora de crianzas intensas Bea Sánchez de la web Mamá Valiente. Bea es madre de 5 niños, incluido dos pares de mellizos, uno de ellos con altas capacidades y alta sensibilidad. Además, es autora de 3 libros sobre maternidad, expectativas y gestión de tiempo.

En esta entrevista me acompaña la consultora de crianzas intensas Bea Sánchez de la web Mamá Valiente. Bea es madre de 5 niños, incluido dos pares de mellizos, uno de ellos con altas capacidades y alta sensibilidad. Además, es autora de 3 libros sobre maternidad, expectativas y gestión de tiempo.

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En esta conversación muy rica hablamos de: minimalismo en la crianza, las etiquetas de la neurodiversidad, la culpa de los padres, y el peso de las expectativas. Pero el hilo que une la conversación es la noción de que somos buenas madres para nuestros hijos, sean cuales sean las circunstancias.

Te dejo aquí los principales puntos de nuestra conversación:

1:16¿Por qué te dedicas a apoyar a los padres y a escribir sobre crianzas intensas?

4:16 Como ayuda el minimalismo en la crianza

8:53 “No es lo que tengas, sino lo que crees que puedes hacer con lo que tienes”

10:37 Los hijos con altas capacidades, alta demanda y doble excepcionalidad

15:35 Ir más allá del comportamiento

18:30 Etiquetas buenas y etiquetas malas

24:15 Como gestionar las expectativas

34:40 Como gestionar tu tiempo para poder conectar mejor con tus hijos

37:45 La culpa de los padres y su función positiva

50:46 La pirámide de prioridades en la familia

52:50 Autocuidado verdadero

55:25 Aceptación vs. Autoestima

57:00 Despedida y más información

Puedes seguir el trabajo de Bea en: www.mamavaliente.es 

Instagram: https://www.instagram.com/soymamavaliente 
“Menos expectativas, más felicidad: Como ser feliz sin esperar nada” https://www.amazon.es/Menos-expectativas-más-felicidad-esperar-ebook/dp/B07LG7RKMK/ref=sr_1_1?__mk_es_ES=ÅMÅŽÕÑ&dchild=1&keywords=bea+sanchez&qid=1601577951&sr=8-1

“Ni todo tú, ni todo hoy: Gestiona tu tiempo” https://www.amazon.es/Menos-expectativas-más-felicidad-esperar-ebook/dp/B07LG7RKMK/ref=sr_1_1?__mk_es_ES=ÅMÅŽÕÑ&dchild=1&keywords=bea+sanchez&qid=1601577951&sr=8-1 

“Eres buena madre: la culpa, el estrés y el miedo en la maternidad” https://www.amazon.es/Eres-buena-madre-estrés-maternidad-ebook/dp/B08D11B1VL/ref=sr_1_3?__mk_es_ES=ÅMÅŽÕÑ&dchild=1&keywords=bea+sanchez&qid=1601577951&sr=8-3 

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¡Ayuda! Mis hijos me absorben

¿Te sientes absorbida por tus hijos? ¿Sientes que tu rol como madre (o padre) te quita todo tu tiempo y toda tu energía, incluso aunque tengas otras responsabilidades? Y que, además, cuando tu hijo tiene necesidades específicas o no se desarrolla como el resto de niños de su edad, ¿realmente no te queda vida mas allá de tu papel como madre?

¿Te sientes absorbida por tus hijos? ¿Sientes que tu rol como madre (o padre) te quita todo tu tiempo y toda tu energía, incluso aunque tengas otras responsabilidades? Y que, además, cuando tu hijo tiene necesidades específicas o no se desarrolla como el resto de niños de su edad, ¿realmente no te queda vida mas allá de tu papel como madre?

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Lo primero que quiero decirte es que, esto es normal, sobre todo cuando los hijos son pequeños o cuando sus necesidades son elevadas o muy diferentes.

Yo también soy madre de un hijo diferente y no te voy a negar que exige mucha dedicación, tiempo, y un continuo “estar pendiente”. Y que va mucho más allá de las exigencias intrínsecas de criar a un hijo neurotípico.

Entre la búsqueda y coordinación de terapias, lo logística de los cuidados y la intendencia en casa y fuera de casa, las batallas por recibir los servicios educativos adecuados para ellos, los temas médicos (si los hay), y el hecho de que muchas veces tenemos que ser nosotros los que les enseñemos a jugar o la policía casera de sus juegos repetitivos o estereotipados…

Por no hablar de nuestro propio bagaje, que también es específico a los padres de hijos diferentes: el duelo, la ansiedad, la falta de comprensión por parte de otras personas, el cansancio físico y mental, el enfado y la rabia por tu situación, el estrés, y un vivir continúo con emociones difíciles de gestionar.

El mensaje de este post es importante: no te sacrifiques por tus hijos. Ni les ayuda a ellos ni es saludable para ti. Y te puede llevar a una vida de sufrimiento que te cause problemas y desafíos médicos y psicológicos a largo plazo. O que simplemente te haga estar en modo supervivencia toda tu vida, sin disfrutar, y sin poder compartir verdaderamente tu esencia y tu amor con los tuyos.

Lo digo siempre, si tu no estás bien, tu hijo tampoco estará bien. 

Entonces, ¿qué hacemos cuando nos sentimos absorbidas o desbordadas por nuestra maternidad de un hijo diferente? ¿Cómo podemos detener la marea que amenaza con tragarnos del todo? ¿Cómo evitar esa sensación que a veces nos embarga de que nos hemos vuelto unas desconocidas para nosotras mismas? Ese despertarnos por la mañana y sentir que somos una cáscara vacía, un automatón, que vivimos la vida de otra persona, que no nos reconocemos, que no conectamos con nuestra vida…

Lo primero es que no te sientas culpable ni fracasada. Es crucial dejar de machacarnos con pensamientos del tipo “soy una fracasada”, “soy una desgraciada”, “no lo he hecho bien”, “nunca voy a ser feliz”, ”nunca voy a poder remontar esto”, o “incluso ¿qué he hecho yo para merecer esto?” o ”mi vida va a ser siempre así”.

Un consejo práctico: cuando tengas pensamientos con las palabras nunca o siempre, ¡ojo! El uso de esas palabras son alarmas de que estamos dejando que una interpretación, un pensamiento concreto, dicte una evaluación global de algo. Los nunca y los siempre son exageraciones y nos ponen en modo víctima.

Ideas prácticas para ir modificando esa sensación permanente de que los hijos “nos absorben”

  1. Darte cuenta de que te has tratado hasta ahora como una víctima, y deja de hacerlo

 ¿Cómo? No creyéndote todos los pensamientos que se te pasan por la cabeza, y entendiendo que hay 3 tipos de asuntos: los tuyos (sobre los que tienes poder - tus pensamientos, tus emociones, tus acciones y reacciones, y los factores externos sobre los que tienen algún nivel de control como por ejemplo a qué hora te vas a dormir o lo que comes). Los de otra persona (sus pensamientos, sus emociones, sus acciones y reacciones, sobre los que tú no tienes realmente control) y los factores externos que les afectan a ellos (sobre los que puedes tener algo de control, dependiendo de lo que sea). Y la tercera categoría es los asuntos de la vida, del mundo, de como lo quieras llamar. Son los asuntos sobre los que ni yo, ni tú, ni otra persona tenemos control.

Es el hecho de que tu hijo o hija es diferente, por ejemplo. Ahora te pregunto ¿El origen de tus pensamientos victimistas son sobre qué tipos de asuntos? También entiende que nos gusta quedarnos en la zona de confort, y aunque esto de ser una mamá sacrificada no parezca ser muy cómodo, a nuestro cerebro le vale porque es lo conocido.

Tomar decisiones para cambiar algo en nuestra vida supone, inevitablemente, asumir riesgos, cambiar cosas y a menudo esto nos echa para atrás. Entiende que esto es neurociencia, no es que tú seas una cobarde. Y anímate a probar pequeños pasos para cambiar tu día a día. Aquí te doy algunas ideas.

2. Conócete mejor

Re-establece la conexión contigo misma. Seguramente has cambiado mucho y ha cambiado mucho tu vida desde que fuiste madre o padre.

Cuando no sabes lo que te falta dentro, pues es difícil saber por donde tirar, aunque sientas que hay una especie de vacío interior. Necesitas darle significado a tu vida, a la TUYA, para poder vivir mas allá de tus roles, responsabilidades, obligaciones, tareas, etc. Esto lo tenemos que hacer con nosotras mismas primero, para volver a infundir significado a las relaciones en nuestra vida. Si somos un cascaron vacío, ¿cómo crees que vas a relacionarte con los demás, incluidos tus hijos?

Esto no lo puede hacer nadie por ti. No hay atajos. Hay que invertir algo de energía (en el sentido de intención) en volver a conocer tus gustos y tus prioridades. Ya pero y si luego no tengo tiempo de llevarlas a cabo? Vamos por pasos. Distingue entre lo que te gusta, lo que te llena, lo que te encanta…. De lo que, a nivel práctico, puedes hacer. 

3. Re-organiza tu vida para darle ALGO de tiempo a tus prioridades.

Todos tenemos algunos momentos al día en los que no estamos con los hijos, o en los que los hijos están ocupados, etc.

A veces es tan sencillo como conectar con un solo hobby o actividad que te encanta y que puedes hacer en casa a ratos perdidos o incluso con tus hijos (como poner música y bailar, lo cual te ayuda además a reconectar con tu cuerpo; o colorear cuando ellos colorean; o disfrutar de un café a solas en silencio antes de que se despierten…).

Como siempre digo, no es la actividad en sí lo que importa, o cuanto tiempo tienes para realizarla, es el autoconocimiento y la intención de cuidar de ti, de darte un ‘capricho’, de hacer algo que te gusta A TI que supone una diferencia. Aunque parezca poca cosa, el mero hecho de darte algo a ti misma CADA DIA, y lo de que sea a diario es crucial, nos da el mensaje a nosotras mismas de que nuestro bienestar importa y nos ayuda a conocernos mejor.

4. Pide ayuda

Si, ya sé que nos cuesta mucho pedir ayuda. Pero es fundamental si no queremos sentir que lo tenemos que hacer todo nosotras. Y NO lo tenemos que hacer todo nosotras. Repito: NO lo tenemos que hacer todo nosotras.

Muchas veces sentimos que nuestra pareja no nos apoya. No tengo recetas mágicas para ti, salvo una: hay que sentarse juntos a hablar para llegar a acuerdos de convivencia. Comunica tus necesidades asertivamente, no desde la queja, sino desde la claridad de lo que TU necesitas. Y al mismo tiempo, escucha a tu pareja expresar lo que necesita también.

A partir de ahí podéis buscar soluciones que maximicen el bienestar global de la unidad familiar y el de cada uno. No digo que sea fácil, pero desafortunadamente el mayor desafío que tenemos en pareja es operar desde las expectativas. No esperes que tu pareja, o tu madre, o tu hermana lea tus pensamientos o necesidades. Lo de “si me quieres, me deberías entender” es una falacia.

Comunica tus necesidades claramente para darle a los demás oportunidad de satisfacerlas aunque sea parcialmente. No te expreses desde la queja sino desde el conocimiento y el respeto propio y ajeno.

5. Ni todo Tú, ni todo ahora

A menudo somos nuestro propio verdugo con el perfeccionismo - somos mamás multi-taskers que no paramos de exigirnos a todos los niveles (casa, comidas, hijos, pareja, profesión, amistades, etc.). Y que además nos auto-criticamos cuando efectivamente no llegamos a todo.

Mira, aquí hay que hacer un análisis profundo de las creencias que te llevan a estas exigencias. Te podrás quejar de los demás, de la cultura machista de tu país, de lo que te ha sucedido hasta ahora en la vida… pero lo cierto es que la que te exiges eres TÚ. Y la que tiene el poder de dejar de exigirse de esta manera también eres TÚ.

“Pero quiero que mis hijos lo tengan todo” ‘Todo’, como decía antes, es una palabra que nos incapacita, nos contrae y nos hace sentir culpables. En realidad, ¿qué quieres realmente para tus hijos? Hazte esta pregunta sin ansiedad, con curiosidad, como te la harías a ti misma. Yo lo que quiero es que mi hijo tenga alegría. Cuando hay alegría se lee que hay amor.

La mayoría de nosotros queremos que nuestros hijos, sobre todo cuando tienen diferencias de desarrollo, sean felices y estén bien y seguros. Eso, a día de hoy, depende en gran medida, de nosotros, sus padres. De nuestra propia felicidad, no de que tengamos todos una agenda ocupadísima. 

Hay muchas cosas que quiero hacer con mi hijo y no hago. Algunas las haré. Otras se quedarán en una foto que vi en Internet. Entretanto quiero abrazar a la mujer angustiada que vive dentro de mí teniendo miedo de lo que falta. Y te digo lo que dice Bea Sanchez de mamá valiente:  

«Lo que haces está bien y es bueno.

Tus hijos quieren una mamá tan descansada como para jugar,

tan blandita como para abrazar,

tan valiente como para ir sobre la marcha»

6. Integra gratitud y compasión en tu vida

Hacia los demás claro, pero sobre todo hacia ti mism@. ¿Cómo? Practicándolo de manera consciente. Hay que practicar estas emociones para fortalecer nuestro sentimiento de conexión con la vida. Nos llevan a una apertura y a una visión más global y completa de nuestra vida.

Tal vez no todo es como queramos y no lo vamos a poder cambiar, pero la gratitud nos hace reconocer lo positivo, y la compasión nos ayuda a ser más tolerantes con nosotros mismos y con los demás cuando no nos sintamos tan cómodos en una situación.

Un ejemplo sencillo de la práctica de la gratitud, que yo misma realizo, es dar las gracias por lo que sea cada noche en la cama. Puedes hacerlo por escrito (y poder así volver a ello cuando te sientas deprimido o bajo anímicamente). O puedes hacerlo en su versión vaga, como yo, que es mentalmente.

Así que, para resumir, aquí te he dado algunas ideas prácticas para ir modificando esa sensación permanente de que los hijos “nos absorben”. Son:

1. No te trates como a una víctima. Tienes más poder de decisión y actuación de lo que crees.

2. Conócete mejor. Esto no lo puede hacer nadie por ti. No hay atajos. Invierte en la única relación que vas a tener toda tu vida, la que tienes contigo misma.

3. Re-organiza tu vida para darle ALGO de tiempo a tus prioridades, aunque sean unos minutos al dia.

4. Pide ayuda. Comunica tus necesidades con asertividad y huye de las expectativas.

5. No te exijas tanto, y

6. Practica la compasión y la gratitud en tu vida.

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Los hermanos de mi hijo diferente

¿Qué pasa cuándo tenemos otros hijos? Como padres, ¿cómo ayudamos a nuestro hijo típico a que entienda la diferencia de su hermano o hermana? ¿Debemos y cómo intervenir en la relación entre hermanos? ¿Qué hacemos con la culpa que sentimos si le damos más tiempo y atención a un hijo sobre otro u otros? ¿Si sentimos que nuestro hijo neurotípico está de alguna manera sufriendo o saliendo peor parado a nivel de disponibilidad nuestra por las exigencias en la crianza de su hermano/a?

¿Qué pasa cuando tenemos otros hijos? Como padres, ¿cómo ayudamos a nuestro hijo típico a que entienda la diferencia de su hermano o hermana? ¿Debemos y cómo intervenir en la relación entre hermanos? ¿Qué hacemos con la culpa que sentimos si le damos más tiempo y atención a un hijo sobre otro u otros? ¿Si sentimos que nuestro hijo neurotípico está de alguna manera sufriendo o saliendo peor parado a nivel de disponibilidad nuestra por las exigencias en la crianza de su hermano/a?

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Hoy te quiero hablar de hasta qué punto las familias somos ecosistemas y como una parte afecta al todo. Pero también de cómo no podemos responsabilizar a una parte (en este caso a nuestro hijo neurodiverso) de gran parte o incluso TODO lo que sucede en el seno de nuestro hogar.

En este sentido los padres tenemos de hecho la responsabilidad principal sobre cómo van las cosas en nuestra familia pues somos los adultos y a menudo las relaciones entre nuestros propios hijos (y con nosotros mismos) podrían mejorar sustancialmente con un mayor grado de gestión emocional, autoconocimiento y comunicación asertiva.

Vamos por partes. Primero me gustaría explorar el tema de la diferencia entre tus hijos y cómo esto puede afectar a la relación entre sí mismos y con vosotros. En la segunda parte del post te quiero hablar del sentimiento de culpa que podemos llegar a tener los padres cuando sentimos que damos más atención a un hijo que a otros.

Con respecto a la dinámica en casa:

La apertura y la comunicación.

Como padres, es conveniente hablar entre vosotros y decidir cuando puede ser un buen momento para contarle a vuestro hijo neurotipico el por qué de ciertos comportamientos, dificultades o diferencias de su hermano.

Te recuerdo que este es un tema complejo por depender mucho de las situaciones individuales de cada familia. Pero resumiendo: entiende tus necesidades al respecto, las de tu hijo neurotípico, busca el mejor momento, espera si no crees que esté preparado…Pregúntate: “¿Le va a ayudar o no saberlo en este momento?” Recuerda que la información es poder, pero esto incluye pasar más allá de una mera etiqueta.

Requiere enseñar a tu hij@ neurotipico a que empatize con y a que acepte a su hermano tal y como es, con sus habilidades y sus desafíos. Que comprenda que las dificultades que puedan tener en casa no son culpa de nadie sino que el cerebro de su hermano está “cableado” de manera diferente. Y a que le quiera a pesar de que sus diferencias le causen comportamientos que el hermano neurotipico ve como peligrosos, impredecibles, misteriosos o problemáticos. 

Consejos prácticos que te pueden ayudar:

  1. Explicar con palabras sencillas y acorde con la edad por qué su hermano necesita cuidados diferentes y/o más tiempo.

  2. Estimular las conversaciones familiares donde cada cual puede hablar abiertamente de sus sentimientos, emociones, necesidades y preocupaciones, tanto propias como en la relación con los demás. Como padres en esto podemos colaborar de muchas maneras:

a) siendo modelo de autoconocimiento emocional (que siento, donde lo siento, que necesito, etc)

b) ayudando a canalizar emociones de manera funcional y saludable, nombrando y ampliando el vocabulario emocional, diferenciando la emoción de su expresión, sosteniendo las emociones de nuestros hijos y ayudándoles a expresarlas de manera apropiada sin hacer daño a los demás,

c) evitando avergonzar, comparar, culpar o manipular a los hijos con respecto a sus emociones “eres demasiado mayor para hacer eso”, “no deberías llorar”, “mira como estas asustando a tu hermana”, etc.

Hay varios estudios sobre los efectos positivos para un hijo de tener un hermano con necesidades específicas, que incluyen una mayor adaptabilidad, capacidad de empatía, y tolerancia hacia los demás. Pero también hay que estar atentos a posibles niveles elevados de ansiedad, depresión o dificultades con niños de su edad. Afortunadamente, cada vez hay menos estigmatización social respecto a tener un hermano neurodiverso o con necesidades específicas pero siempre hay que tener muy presente el entorno social y familiar del niño neurotipico.  

Ahora me gustaría tratar de la espinosa cuestión de la culpa paterna o materna cuando sentimos que damos más atención a un hijo que a los otros.

Aquí te invito a que te preguntes: “quiero menos a mi hijo o hija neurotípico por dar más tiempo, atención o cuidados a mi hijo o hija con necesidades específicas?” 

El bienestar de nuestros hijos es fundamental, pero las necesidades son diferentes. Tal vez sean difíciles de compaginar en ciertos momentos, pero no tienes por qué elegir SIEMPRE entre uno u otro.

Aunque a nivel de tiempo o enfoque parezca que sí, es totalmente posible (y de hecho conveniente) que hables con tu hijo neurotipico sobre tu amor incondicional por él y a que piensas en maneras de traducir este amor en tiempo y atención (más adelante te doy algunas ideas prácticas).

Pero antes también quiero decirte que es normal creer que la mejor manera de demostrar nuestro amor a los hijos es cuidando de ellos, pasando tiempo con ellos, haciendo cosas por o con ellos, prestándoles atención. Y, claro está, esto es una de las maneras de demostrar amor. Pero ni es la única ni es siquiera la más efectiva, por decirlo de alguna manera. También hacemos cosas con y por ellos por obligación. 

Y como madres y padres a menudo confundimos cantidad y calidad. Déjame que te explique. Cuántas veces estás en la misma habitación que tu hijo neurotipico pero no le prestas atención de verdad, porque estás pensando en lo que hacer de cena o en que tienes que llamar a la logopeda? ¿O por qué te pierdes con estados emocionales de ansiedad o de preocupación por tu otro hijo?

Puedes pasar horas al lado de tu hijo y no conectar con él. Cuidar no siempre equivale a la presencia y atención que son la base del verdadero amor. Confundimos estar físicamente con presencia y atención, y no es lo mismo. Si nuestra mente o nuestras emociones están en otro lado, si quisiéramos estar haciendo otra cosa, entonces no estamos realmente con ellos.

El mejor regalo que le podemos dar a los demás es nuestra presencia, es decir, nuestro tiempo y atención, pero hay que reconocer de una vez por todas que no podemos dar algo que no tenemos. No puedes darle a tu hijo paciencia, escucha, generosidad, presencia y amor si no los tienes en ti y para contigo misma.

Por eso, la comunicación de necesidades e invertir algo de tiempo a la semana en tu propio cuidado (aunque sean minutos aquí y allá) es tan importante. Es asegurarnos de que nuestra fuente de amor está repleta para que pueda fluir hacia los demás, sobre todo cuando tus hijos tienen necesidades diferentes.  

Ok, muy bonito. Pero qué hago en los momentos en los que las necesidades de cuidado de mi hijo diferente son de hecho incompatibles con el contexto o con las necesidades de mi hijo neurotipico?

Consejos prácticos que te pueden ayudar:

1. Como padre, turnarse para dedicar tiempo exclusivo a cada hijo para hacer una actividad que les guste mucho y que no puedan (o no sea conveniente) hacer todos juntos. 

2. También al contrario, y dentro de lo posible, intentar realizar actividades, rutinas y juegos juntos haciendo las adaptaciones necesarias.

3. Reconocer las habilidades, esfuerzos y logros a todos por igual y dentro de su desarrollo individual.

4. Evitar, como padres, echar demasiadas responsabilidades sobre el hijo neurotipico: que  no sienta que se tiene que “hacer cargo” del hermano o hermana diferente. Dejemos que los niños sean niños! No cargamos con expectativas adultas a nuestros hijos neurotipicos.

5. Recurrir a profesionales como terapeutas de ABA (análisis conductas), terapia ocupacional, psicólogos e incluso psiquiatras si hay patrones recurrentes de agresión física entre hermanos. Recordad, como padres, que todo comportamiento es comunicación y que en esas circunstancias hay que investigar por qué se dan estas agresiones.

Al final, el factor más fuerte que afecta la interpretación de un hijo sobre la discapacidad  o diferencia de su hermano es la interpretación que hacen los padres. Aborda la diferencia  de tu hijo con amor, aceptación y como algo con oportunidades y no solo desafíos para todos en la familia, y los otros niños en casa tendrán una perspectiva más positiva.

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La importancia de la intervención temprana

En esta entrevista hablo con la psicóloga y terapeuta especialista en desarrollo infantil Katherina Echeverria sobre la importancia de la intervención temprana. Porque si hay algo en lo que todos los profesionales de la salud, padres, terapeutas y educadores están de acuerdo es que cuanto antes se apoye a los niños con diferencias neurológicas o de desarrollo, más posibilidades de éxito tendrán esas intervenciones.

En esta entrevista hablo con la psicóloga y terapeuta especialista en desarrollo infantil Katherina Echeverria sobre la importancia de la intervención temprana. Porque si hay algo en lo que todos los profesionales de la salud, padres, terapeutas y educadores están de acuerdo es que cuanto antes se apoye a los niños con diferencias neurológicas o de desarrollo, más posibilidades de éxito tendrán esas intervenciones.

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Este es un tema fundamental y en esta charla cubrimos por qué es crucial empezar con terapias, incluso antes de un diagnóstico. También hablamos del tipo de terapias y Katherina nos da recomendaciones para los padres, pues involucrarnos es clave para ver progreso en nuestros pequeños.

Te dejo aquí los principales puntos de nuestra conversación:

1:16 Presentación del trabajo y la experiencia de Katherina

2:45 ¿Qué es la intervención temprana?

6:45 Las terapias cuando hay necesidad, independientemente del diágnostico

9:15 Tipos de especificidades y edades en los niños

13:10 Los objetivos fundamentales de la intervención temprana

24:05 Principales diferencias entre los distintos modelos y terapias (ABA, Modelo de Denver, Floortime, etc.)

27:35 La mala prensa de la terapia ABA

40:15 Aprender jugando

45:10 Recomendaciones para padres: ¿cómo y dónde empezar?

50:03 ¿Mamá o terapeuta?

57:05 Despedida y más información

Puedes seguir el trabajo de Katherina en:

Instagram: https://www.instagram.com/katherina_aba_conductual 

Para más información sobre su curso Modulo de Intervención Temprana, contacta en: early.aba.therapy@gmail.com

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