¡Necesito orden en casa!
¿Orden en casa? ¡Imposible! Muchos padres nos pasamos la vida recogiendo cosas, juguetes, ropa, zapatos y, a pesar de todo ello, sentimos que nuestro hogar nunca está lo limpio u organizado que nos gustaría. Y, que además, nuestros hijos con TEA, TDAH o cualquier otra neurodiversidad parecen no ser capaces de ser organizados en sus cosas personales ni en la casa. En este post te doy varias claves para entender nuestra mentalidad y actitud ante el asunto del orden en casa y, sobre todo, cómo apoyar y trabajar con nuestros hijos neurodiversos para mejorar sus funciones ejecutivas y su capacidad de planificar y ejecutar tareas básicas que requieren de varios pasos (como ordenar sus cosas).
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Hoy te quiero hablar de ese tema que tanto nos hace perder la calma como madres y padres: el orden en casa. Muchos de vosotros me habéis comentado la frustración de sentir que os pasáis la vida recogiendo cosas, juguetes, ropa, zapatos y que, a pesar de todo ello, vuestro hogar nunca está lo limpio u organizado que os gustaría. Y, que además, vuestro hijo o hija con TEA, TDAH o cualquier otra neurodiversidad parece no ser capaz de ser organizado en sus cosas personales ni en la casa.
Lo primero es que hay que tener en cuenta la edad y el desarrollo de nuestros hijos. Los niños pequeños no tienen los mismos estándares ni capacidades para atender a, arreglar y recoger su entorno como los adultos o los niños más mayores. Esto es así independientemente de si son neurotípicos o neurodiversos. Conviene tener una visión menos adulto-céntrica y más realista de lo que es apropiado en cada estado del desarrollo de nuestros hijos.
Hecha esta aclaración, también es importante tomar conciencia, como padres o cuidadores, de que nuestros hijos neurodiversos pueden necesitar MÁS apoyo con respecto a adquirir las habilidades ejecutivas necesarias para “poner orden”. Y que es algo que, en la mayor parte de los casos, vamos a tener que enseñarles y practicar con ellos de manera explícita.
Te quiero hablar de dos aspectos distintos en torno a este tema, pero que al mismo tiempo, se complementan. Uno es la importancia de entendernos. Es decir, de entender cómo nos aproximamos nosotros al asunto del orden de la casa. De lo que aportamos a hacer de esto un problema más o menos gordo. Y el otro aspecto, tiene que ver con esto que acabo de mencionar, con la necesidad y la responsabilidad que tenemos como padres de apoyar y trabajar con nuestros hijos neurodiversos para mejorar sus capacidades de ordenar sus cosas.
Pero antes de entrar en materia, te quiero invitar a la Tribu Mamá en Calma, una comunidad de madres de hijos con TEA, TDAH y otras neurodiversidades donde nos apoyamos para soltar el estrés y vivir nuestras maternidades diferentes con mayor disfrute y aceptación. Tienes toda la info en www.maguimoreno.com/tribu.
Entonces, vamos a empezar por nosotros. Lo primero que te quiero decir es: no somos ni ordenados ni desordenados. No uses esas etiquetas ni contigo ni con tus hijos.
Lo que tenemos son una serie de hábitos, muchos de ellos anquilosados desde hace mucho tiempo, desde lo que vivimos como niños en la casa de nuestros padres. Yo no soy ordenada, tengo hábitos de orden muy establecidos. Esta distinción es importante porque evita identificarnos con una identidad que vemos como fija. Y no lo es. Cambia tus hábitos y cambiará esa etiqueta.
Lo segundo es que, todos los hábitos cumplen una función emocional. Es decir, los hacemos porque nos llevan a sentirnos de alguna manera que buscamos.
Es muy común para las personas que se consideran ordenadas, que haya una necesidad emocional de CONTROL que estamos satisfaciendo al limpiar, arreglar, colocar y recolocar. Te lo digo por experiencia propia. Esto no es ni bueno, ni malo. Es lo que es. Es un vehículo que te funciona, es decir que te hace sentir mejor, aunque solo te dure un rato.
La dificultad viene cuando las personas de tu alrededor no tienen ese vehículo, es decir que el orden les resbala. Y el desorden no les afecta. Ahí surge el conflicto, el resentimiento y también el victimismo. “Si mis hijos o mi pareja fueran más ordenados, yo sería feliz”. Pues esto ni es cierto ni es saludable. Estás poniendo condiciones a tu felicidad (e invitando al estrés).
¿Qué podemos hacer? Tomar conciencia de la necesidad que se esconde detrás de limpiar y ordenar tanto. No puedo poner orden en mis hijos, o en mi vida, así que lo pongo en mi casa. Suena un poco duro decirlo así, pero es claramente una proyección o un desplazamiento mental de algo que no podemos controlar del todo a algo que sí.
Limpiar y ordenar se convierte en un ansiolítico, en una manera de gestionar nuestra ansiedad y sentirnos más en control. Y esto también les pasa a muchas personas neurodiversas y les puede pasar a nuestros hijos… tener todo bajo control (colocar sus coches en fila, ordenar los juguetes de una cierta manera o clasificar piezas de legos obsesivamente) reduce su nivel de ansiedad. O más bien no tener todo bajo control genera una ansiedad difícil de manejar. Y se convierte en un bucle que se retroalimenta.
¿Quiere decir esto que tenemos que dejar de limpiar o de ordenar en casa? No, claro que no, pero sí que podemos y debemos tener claridad sobre qué otras maneras, que otras actividades nos podrían llevar a una satisfacción de esa necesidad emocional de control pero que no conlleven un coste tan elevado de estrés o de conflicto en casa. ¿Ejemplos? Hacer manualidades o actividades en las que seas tú la única que marque los tiempos, el ritmo y, vamos, todo.
A nivel práctico, y a corto plazo, para no sentirte tan impotente y frustrada, para que dure el orden algo de tiempo en tu casa, puedes marcar momentos para recoger al final del día o cuando tus hijos estén dormidos o antes de salir para dejarles en el cole. O, si tienes espacio, marcar zonas o habitaciones “leoneras” como se llamaban en mi casa, donde los hijos pueden dejar desorden a su aire, pero de donde no se puede extender el desorden a otras partes.
El segundo aspecto del que te quiero hablar hoy tiene que ver con ser realistas y responsables para ayudar a nuestros hijos y capacitarles a ordenar sus cosas. Hay que trabajar en algo que se conoce como funciones ejecutivas. No puedes esperar a que aprendan solos, hay que enseñarlo de manera explícita. Y de manera sistemática, porque hay muchas habilidades que se esconden detrás del simple verbo “ordenar”.
¿Qué son las funciones ejecutivas? Es la capacidad de completar tareas de principio a fin. Es como la voz interna que nos da retroalimentación e instrucciones y funciona principalmente de forma visual. Por eso cuando les decimos a nuestros hijos ordenar tu habitación, si no son capaces de visualizar cómo es su habitación ordenada y los pasos para llegar a ella, esa palabra no la computan. No les sirve de nada. Repetirselo mil veces no ayuda y es contraproducente de dos maneras: te causa frustración a ti y a ellos, y además tu hijo se vuelve dependiente de que se lo recuerdes constantemente.
1. Apoyos visuales.
En casa usamos apoyos visuales para fomentar las funciones ejecutivas de todo tipo. A nivel de creación de rutinas de orden, por ejemplo, tenemos un cartel a la entrada de la casa donde hay una lista de tareas a hacer en cuanto llega Adrián del colegio. Este tipo de recordatorios en lista pueden tener imágenes, pictografías, texto o una combinación dependiendo del perfil de comunicación y de comprensión de tu hijo o hija.
Por ejemplo, colgar la mochila en su sitio, quitarse y poner los zapatos en otro, lavarse las manos, vaciar su lonchera etc..
Ahora ya lo hace automáticamente porque sabe que hasta que no lo haga no hay tele.
Otra manera de recoger visualmente que nos funciona muy bien, no solo con mi hijo, sino también conmigo misma y con mi marido es recoger o clasificar en espacios delimitados. Por ejemplo, las llaves van en esta cajita al lado de la puerta. La clave es ponérnoslo y ponérselo fácil, para que se convierta en una rutina automática, que ya ni pensamos ni ellos tienen que pensar (y por lo tanto, hay menos luchas y resistencias).
Otro ejemplo muy típico es usar los sistemas de estanterías modulares y organización con cajas grandes… puede que los coches o los juguetes dentro de cada caja están amontonados, pero se recoge todo más rápido y fácilmente si solo hay que meterlos en cajones grandes.
Backward chaining o análisis de tareas. Tareas divididas: desglosadas por tiempo o por pequeños pasos hacia una meta mayor.
Importante hacer fotos del orden final; por ejemplo, del escritorio recogido. Para que puedan contrastar según van recogiendo cosas y, sobre todo, para que entiendan visualmente la meta y por lo tanto puedan planificar los pasos para llegar a ella. En muchos casos y para empezar, también necesitan nuestra ayuda en la planificación de estos pasos. Te pongo un ejemplo sencillo: hacer la cama.
También se puede desglosar visualmente tareas como hacer la cama. En una foto, tu hijo, guarda el pijama debajo de la almohada. En la siguiente estira las sábanas. En la final, estira la manta o el colchón. No se trata de que lo haga perfecto, sino de que lo haga.
3. Hacerlo interesante. También se puede hacer de recoger un juego con cronómetro o contando contando o clasificando cosas que guardamos, también intentando aprovechar si nuestros hijos tienen intereses específicos con números, o cierto tipo de clasificaciones, etc. Lleva su tiempo y esfuerzo pero merece la pena porque es una habilidad importante de por vida. Dejarles decidir a ellos (con cada vez menos supervisión), por ejemplo, ¿Quieres recoger primero tus coches o hacer tu cama?
En esto como en todo, hay que tomar conciencia de nuestras expectativas. Ni es fácil ni es un tema que se solucione rápido. Y seguramente también tenemos que soltar expectativas de que vayan a llegar a ser tan organizados como nos gustaría a nosotras.
A las madres, en particular, nos cuesta mucho soltar el control de ciertos aspectos en el hogar. Por ejemplo, las tareas de la casa.
A menudo, a pesar de lo mucho que nos quejamos al respecto, nos resistimos a que otros recojan la cocina “porque no lo hacen bien” (y por bien, nos referimos a nuestros propios estándares de excelencia). O nos resistimos a que nuestros hijos hagan su cama, porque la dejan hecha un desastre. Sin darnos cuenta de que de esta manera están aprendiendo habilidades cotidianas básicas, están ejercitando su necesidad emocional de sentirse capaces, están aprendiendo lo que supone trabajar como parte de un equipo, y están ejercitando sus capacidades o habilidades de función ejecutiva.
Finalmente, la mejor manera de avanzar con las funciones ejecutivas es practicar, practicar y practicar. No queda de otra. Afortunadamente la vida nos da a diario muchísimas oportunidades para que nuestros hijos colaboren en las tareas de la casa, pero también para practicar nosotros y nosotras una mejor gestión emocional propia.
Para dejarnos de enfadar por cosas que ellos no pueden evitar o que simplemente aún no saben hacer, o no saben hacer independientemente. Dejemos de proyectar sobre ellos nuestras propias frustraciones. ¿Como? Teniendo claridad sobre lo que es nuestro y lo que es suyo y evitando el contagio del estrés.
Lo nuestro puede tal vez ser un mal día en el trabajo, o cansancio, o una necesidad imperiosa de control que manifestamos en el hogar (y que es muy común y totalmente comprensible). Lo suyo puede ser lo mismo: un mal día en el colegio, cansancio o desregulación sensorial, y una falta de rutinas interiorizadas y aprendidas del orden casero.
Como madre o padre, tu responsabilidad es sobre todo entender que hay detrás del desorden de nuestros hijos neurodiversos (debilidades innatas en las funciones ejecutivas por ejemplo con el TEA y el TDAH) y buscar maneras como las que te he comentado aquí y muchas otras para ayudar a tu hijo a mejorar sus habilidades. Pero también tienes otra responsabilidad, esta es hacia ti mismo, de entender que se esconde bajo tu organización y/o limpieza constante (o tu desorden constante) y que necesidades emocionales estás intentando satisfacer de esta manera. Y, sobre todo, buscar otras formas de hacerlo que te permitan estar menos estresada con el tema del orden en casa.