Control vs flexibilidad
¿Quién es inflexible? ¿Tu hijo neurodiverso? ¿Tú como su madre, padre o cuidador? En el episodio de hoy te cuento que ambos podemos llegar a ser muy inflexibles. No confundamos control y previsibilidad.
La realidad es que las personas con autismo y otras neurodiferencias a menudo necesitan de un mayor grado de rutinas, de no cambiar mucho los hábitos diarios. Sí, es verdad. Pero también podemos y debemos ir ampliando su capacidad de interactuar con un mundo externo que es dinámico e impredecible.
¿Prefieres escucharlo? ¡Escúchalo aquí!
Este es un tema fundamental y que tiene varias aristas. Dado el enfoque de este blog, dirigido a madres y padres y su propio bienestar, en este post me voy a enfocar sobre todo en cómo nos aproximamos NOSOTROS al tema del control y la flexibilidad con respecto a nuestros hijos. Así queda fuera de ámbito la parte de la comprensión sobre las diferencias de las mentes neurodiversas en este ámbito y sobre los abordajes para incrementar sus habilidades.
Pero, ¿Por qué es importante cómo nos aproximamos nosotros como padres al tema? Porque si nos empeñamos en una actividad, o en variar un juego persistente de nuestros hijos, o en ir a la escuela por una ruta diferente o en cualquiera de las miles de maneras que podemos variar las experiencias diarias de nuestros hijos desde nuestra propia inflexibilidad, los resultados pueden ser desastrosos de varias maneras:
1. Nos estresamos nosotros, a menudo cayendo en pensamientos catastrofistas y absolutistas de “este niño nunca va a cambiar”, “yo no puedo con esto”, o “no puedo soportar su forma de ser”.
2. Al estresarnos, nos cerramos en banda. Es decir, se activa nuestra respuesta del estrés y nuestra parte más empatía y racional del cerebro literalmente se apaga. Empezamos a operar desde la lucha, el abandono o la huida hacia adelante (forzando la situación sin realmente tener en cuenta lo que está pasando).
3. Al cerrarnos en banda, nos perdemos muchos indicadores de nuestros hijos sobre lo que les puede estar causando ansiedad o sobre lo que necesitan en este momento. Nos desconectamos de ellos.
4. Seguimos insistiendo o desistimos y básicamente hemos creado un patrón de “ni pa alante ni pa atrás”. Aquí no ha aprendido nada nadie, ni tu hijo ni tú. Son oportunidades fallidas de practicar la flexibilidad (por ambas partes) y de incrementar el menú de opciones para todos.
Te oigo decir, ya pero es que mi hijo necesita estructura y predictibilidad. He leído que esto es crucial para las personas neurodiversas, sobre todo con autismo. Sí, es verdad. Pero también podemos y debemos ir ampliando su capacidad de interactuar con un mundo externo que es dinámico e impredecible.
Ya pero es que yo ya no puedo más con las crisis que tenemos cuando cambio cualquier cosa. Vale, esta es la parte que quiero explorar. La parte que nos corresponde a nosotros. Ya sea por cansancio, por una pobre gestión emocional propia, por falta de información sobre los andamiajes que nuestros hijos necesitan para ser más flexibles… Vamos a ver esto. Porque a menudo queremos evitarnos los disgustos y las crisis de nuestros hijos a corto plazo. Pero no les estamos haciendo ningún favor, ni a ellos ni a nosotros mismos.
La flexibilidad tiene que circular para todos en casa. Pero los niños neurodiversos necesitan sentirse seguros y necesitan mayores dosis de predictibilidad. Lo primero que te quiero comentar es que es imprescindible utilizar anticipadores, no sólo visuales (que por supuesto que debemos emplearlos), sino sobre todo relacionales. Es decir, en la conexión y en la relación de padres con hijos.
Pero anticipar no es lo mismo que imponer, ahí está el matiz. Nuestros hijos también necesitan ser escuchados y necesitan sentir que validamos sus decisiones. Aunque a veces esto signifique ver la misma película por quinta vez esa semana. Y por supuesto siempre que sus decisiones no comprometan la seguridad física y emocional de todas las partes.
Así que atención a caer en la trampa de marcar absolutamente TODO desde el "te anticipo" como herramienta de control. La línea es muy fina.
Revisemos el “para qué” constantemente.
Eso nos llevará a ver con más claridad lo que estamos haciendo.
Anticipar, si.
Clarificar y ofrecer información del entorno y de los sucesos que van a ocurrir, si.
Pero ofrecer opciones, también.
Enseñar a escoger, también.
Escuchar y aceptar lo que nos dicen, también.
En los primeros momentos es cierto que es necesario cerrar más el foco, ofrecer más estructura.
¿PARA QUÉ?
Para que se sientan seguros.
Para que comprendan y participen más activamente en el entorno.
Para que desde la seguridad puedan participar más activamente en lo que ocurre en su día a día.
Para que estén más presentes.
Pero no para que hagan lo que yo quiero que hagan. ESO ES CONTROL.
¿Cómo ser más flexibles como padres entonces? ¿Cómo evitar ese exceso de control disfrazado de “es que es lo que él necesita”?
Preguntar, observar y escuchar.
Ofrecer opciones constantemente.
Revisar nuestro para qué cuando usamos medios de anticipación.
Exponer a la incomodidad de la incertidumbre o los cambios de manera gradual a TODOS en la familia
Si los niños no desarrollan su iniciativa, algo estamos haciendo mal.
Si los peques se convierten en respondedores, en vez de iniciadores, vamos mal también.
No caigamos nosotros más en la rigidez que ellos.
La vida es constante cambio, y está llena de frustraciones. Hay que mostrar esa parte de la vida también. Progresivamente. Con atención a sus posibilidades de transitar esos desafíos. Con nuestro acompañamiento, pueden.
Algunas claves más para ir exponiéndoles a esta incertidumbre productiva:
Negociar
Elegir situaciones emocionalmente neutras (o sea que no tengan que ver con personajes o rutinas preferidas)
Ayudarles con información en el ambiente de forma explícita (por ejemplo, si están jugando con un juguete de piezas o un puzzle y falta una pieza, darles apoyo para que ellos lleguen a una posible solución sin darles la solución en bandeja)
Todo esto también tiene mucho que ver con nuestra necesidad, como madres y padres, de SOLUCIONAR. Solucionar problemas. De evitar conflictos, de controlar lo que está a nuestro alrededor. Pero no viene de ahora, viene de antes.
En mi caso, la necesidad de arreglar es muy fuerte en mí, me puede resultar muy difícil sentarme con la incomodidad de una relación que pasa por un momento de conflicto, y mucho más aún cuando esa relación es con mi hijo. Así que atención al impulso de arreglar, de evitar desesperadamente la posibilidad de ser la causa del dolor de otra persona porque esto puede ser compulsivo. Y no sirve al desarrollo global de nuestros hijos.
Otro tema que suele derivar en inflexibilidad por nuestra parte, son esos momentos en los que te avergüenzas de lo que hace o dice tu hijo, de que sea diferente… en realidad te estás avergonzando de ti misma, de no ser suficiente buena madre, del que diran, del que pensaran. Etc.
Es uno de los aspectos más duros del autismo en particular porque muchos de los comportamientos de nuestros hijos no son socialmente bien vistos. Y lo tomamos como una lucha por controlar lo incontrolable. Qué ligereza y que liberación cuando podemos decir: Si, él es así. Si yo soy así y tengo esta maternidad!!! No digo que sea fácil ni que vaya a pasar de un dia a otro. Pero merece la pena preguntarse siempre el para qué y el desde donde. Para qué quiero que pare de hacer esto? Y desde donde estoy enfrentando YO este comportamiento aparentemente inflexible?
Al final, como padres, tenemos que hacernos estas dos preguntas claves con respecto a la autonomía de nuestros hijos:
¿Qué temes?
¿Qué quieres?
La primera te va a dar mucha información sobre el bagaje a menudo invisible que traemos al dia dia de la crianza de nuestros hijos neurodiversos. Precisamente eso que a menudo nos hace caer en la inflexibilidad. Temores como que no pueda ser independiente, que no tenga amigos, que no sepa comunicarse bien son miedos naturales para los padres. Pero dicen tanto o más de nosotros, de nuestros valores y de nuestras necesidades.
La segunda te va a dar pistas sobre lo que estás intentando imponer a tu hijo o hija, muchas veces de manera inconsciente. Que sea obediente, que siga las indicaciones de los adultos, que aprenda esto o lo otro, que tenga un trabajo asi o que no moleste. Y sí, este último es una trampa muy grande pero comprensible, sobre todo en el caso de las familias neurodiversas donde los padres a menudo estamos saturados y quemados.
Cada vez que tengas la tentación de ser inflexible, ya sea por defecto (dejarle hacer lo que él quiera sin cambiar absolutamente nada) o por exceso (exigirle un cambio sin tener en cuenta su necesidad de anticipación y de predictibilidad), recuerda que estamos intentando ayudarle a desarrollar destrezas mentales que le van a ayudar a operar en un mundo caótico y dinámico, el que tenemos y no el que ellos necesariamente querrían.
Que sea difícil no quiere decir que no sea importante. Pasar años de incomodidad es más difícil que darles instrucciones y enseñarles a que ellos la sigan al pie de la letra.
Porque este es el factor más crucial para la calidad de vida de nuestros hijos. Su autonomía, su capacidad de autorregularse y su flexibilidad.