7 creencias que nos limitan en la crianza neurodiversa (y cómo cambiarlas)
“No soy la mejor madre para mi hijo”. ¿Cuántas de nosotras no hemos tenido pensamientos de este tipo al afrontar una maternidad atípica? En este episodio te cuento qué son las creencias limitantes, el top 7 de creencias limitantes cuando tenemos hijos neurodiversos y por qué es tan importante ser conscientes de ellas. Además te doy 3 maneras sencillas de modificar tus peores creencias, aquellas que tanto te hacen sufrir, que te limitan y que te llevan a las profecías autocumplidas.
¿Prefieres escucharlo? ¡Escúchalo aquí!
Hace poco en una reunión de un grupo de apoyo de madres de hijos neurodiversos hablamos sobre el tema de las creencias limitantes y algunas de las que salieron fueron estas:
No soy la mejor madre para mi hijo.
No le estoy dedicando suficiente tiempo a todos.
No me gustan las madres que solo se dedican en exclusiva a sus hijos (y esto nos lo dijo una madre - antigua profesional - que ahora solo trabaja como madre a tiempo completo).
No sé lo suficiente. No estoy preparada para esto.
La culpa la tiene la madre.
No tengo paciencia.
En este post quiero hablar sobre creencias más específicas que nos asaltan como madres y padres de hijos con necesidades y perfiles específicos. Porque si tú crees que no eres buena madre, ¿qué piensas que pasará? Pues eso, que tu mente buscará siempre ejemplos de lo mala madre que eres y esto se convertirá, tristemente, en una profecía autocumplida.
Las creencias son generalizaciones, una especie de guía o de atajo mental por el que definimos lo que está bien y lo que está mal. Nos ayudan a decidir rápida y a menudo inconscientemente qué hacer de ahora en adelante para evitar el dolor y conseguir el placer en base a experiencias pasadas propias (creencias individuales) o ajenas (creencias familiares y sociales).
Estoy simplificando mucho, pero lo importante aquí es que todos tenemos creencias porque es parte funcional y adaptativa de nuestra programación mental: nos permiten simplificar hasta cierto punto nuestras decisiones y nos dan una sensación de seguridad. Pero también nos limitan, sobre todo porque no somos conscientes de su creación, no dejan de ser interpretaciones y además nos olvidamos de lo que son y las tomamos como realidades, como en el caso de las madres que nos comentaban que no se creían buenas madres.
Los tipos de creencias varían según su nivel de intensidad emocional y también según la frecuencia de las experiencias sobre las que las basamos. Las opiniones son algo más relativas al contexto, las creencias son opiniones reforzadas en el tiempo y las convicciones tienen una gran intensidad emocional.
No te sorprenderá por lo tanto que, en el ámbito de la maternidad, tengamos una serie de convicciones: creencias muy bien establecidas y de mucha intensidad emocional, la mayoría de ellas pasadas de generación en generación a pesar de los cambios sociales y familiares de las últimas décadas.
La maternidad se construye en torno a un decálogo o catálogo de “reglas no escritas”. Vamos a revisar algunas de las más comunes sobre la crianza de hijos neurodiversos. ¿Para qué? Para poder darnos cuenta de si hacen acto de presencia en nuestra crianza, para examinarlas y, sobre todo, para cuestionarlas.
Si tienes una reacción fuerte al leerlas, te sugiero que lo explores en profundidad: ¡es una señal de que puede estar presente en tu maternidad!
La crianza neurodiversa es una cruz, un camino de infelicidad. Esta creencia te victimiza y te roba el poder de disfrutar de la vida. La gran ironía es que es más fácil aferrarse a esa creencia porque te mantiene en una zona conocida (aunque infeliz). Mientras que preguntarte cómo quieres vivir y atreverte hacer pequeños cambios te saca del “confort” de lo conocido y a muchas de nosotras nos aterra, aunque finalmente sea la única manera de vivir mejor.
Yo no puedo con esto. Detrás de esta creencia (muy común en mucho ámbitos y no sólo el de la maternidad) hay una indefensión aprendida, un patrón de comportamiento por el que, ante las dificultades inherentes de la vida, nos venimos abajo en la esperanza (a menudo inconsciente) de que otros nos “saquen las castañas del fuego”. En un sentido más literal, puede significar la negación de la realidad de nuestro hijo neurodivergente. En un sentido más amplio, es la búsqueda constante de ayuda (profesional y/o personal) para evitar afrontar emocionalmente una realidad que nos sobrepasa. (Atención, hay una diferencia entre conseguir ayuda profesional en los abordajes de nuestros hijos y delegar completamente su crianza a otras personas, sobre todo en la gestión de los aspectos que nos resultan más emocionalmente difíciles).
Sólo las madres que se dedican en cuerpo y alma a la crianza de su hijo logran resultados. Esta creencia te lleva a renunciar a tus sueños y a desconectarte de tu propia vida como persona. Además, se basa en el planteamiento erróneo de que cuidar y atender es la única manera de demostrar amor (y no lo es). Si te sientes infeliz y limitada no vas a ser la madre que tu hijo necesita… o se merece. Por muy difícil que sea aceptarlo, los progresos de nuestros hijos no dependen exclusivamente de lo que hacemos como madres. Hace falta dedicación pero también humildad para integrar el hecho de que “querer no siempre es poder’.
Si oculto el diagnóstico de mi hijo lo protejo. Tu hijo interactúa, se comunica y procesa la información de una forma diferente a la mayoría de las personas. Ocultar el diagnóstico es exponerlo a ser juzgado de muchas maneras y todas negativas (maleducado, raro), además de que se te juzgue a ti como una madre incompetente. Es injusto para tu hijo e injusto para los demás, sobre todo para los profesionales, educadores, entrenadores y demás personas que entran en contacto con tu hijo a diario. Les estás negando un marco para entender su comportamiento y poder modificarlo de cara a ayudarles.
Tengo que saberlo TODO porque el conocimiento garantiza el éxito. Si eres de las que te emborrachas con libros sobre autismo, TDH o el diagnóstico de tu hija, seguramente seas víctima de esta creencia de que si tan solo te esfuerzas más, tu hija saldrá adelante. Esta creencia nos lleva a un estado de ansiedad crónico que además paradójicamente nos puede alejar de eso que tanto buscamos al saturarnos y dificultarnos la conexión con nuestros hijos. Tú eres experta en tu hija, pero no necesitas saberlo todo. Necesitas saber lo necesario, para fomentar el vínculo con tu hija (que es la base de todo aprendizaje y desarrollo sano) y para poder buscar la ayuda que mejor le apoye con sus necesidades en este momento.
Todo lo que hace o dice mi hijo es mi responsabilidad y un reflejo de mi valía como persona. Esta creencia nos lleva a la codependencia y a un sufrimiento innecesario para ambas partes. Tu hijo tiene su propio camino, como tú lo has tenido con respecto a tus propios padres. Sí, aún salvando las diferencias de que tu hijo sea neurodiverso y tenga mayores necesidades de apoyo. Tu hijo no te pertenece a ti ni es una extensión de ti. Cuidar y criar es acompañar en vida, no vivirla en vez de esa persona. La identidad propia y la comunicación (aunque no sea hablada), el libre albedrío (siempre con seguridad) son derechos humanos fundamentales. Tu hijo tiene derecho a decidir, aunque sea dentro de unos parámetros para asegurar su bienestar.
Cuando mi hijo… (hable, haga amigos, vaya a la universidad, se case…) yo seré feliz. Si o cuando tu hijo llegue allí, ya tendrás otro destino al que llegar más adelante. Nunca estamos satisfechos con los cuando esto suceda… porque cuando eso suceda, tu mente ya estará pensando en otro objetivo que satisfacer, ya sea para ti o para tu hijo. Y por el camino te vas negando bienestar, presencia y el derecho a vivir tu vida con algo de felicidad al margen de lo que tu hijo consiga o no. Además, inconscientemente, estás cargando a tu hijo con TU felicidad y esto ni es justo ni apropiado. Tu plenitud es tuya de conseguir y no la obligación de nadie más. ¿Significa esto que vivimos sin aspiraciones, sin inspiración? ¿Sin motivación? ¡Claro que no! Siempre podemos apreciar cada momento junto a nuestros seres queridos y darnos cuenta de lo mucho que han y que hemos avanzado. Nadie ni nada es estático.
¿Cómo nos afectan este tipo de creencias en la maternidad atípica? Se convierten en profecías autocumplidas. Si tu creencia es que no eres capaz, tu inconsciente, tus decisiones (o falta de decisiones) y tus comportamientos van a hacer lo posible para demostrar que eso es así.
Y no vas a lograr avances (o por lo menos no sin ayuda de otras personas). ¿Quién, además de ti, paga el precio de esta creencia limitante? Sí, tu hijo (y el resto de tu familia).
Si tu creencia es que tienes que dejarte la piel y la vida para demostrar tu amor y cariño hacia tu hijo, pues eso mismo vas a hacer. Y la gran paradoja es que en el proceso también vas a conseguir peores resultados a nivel de tu bienestar y, a la larga, en el bienestar de todos en casa.
Pero, entonces, ¿Cómo cambiamos nuestras creencias? ¿Acaso se pueden cambiar? Sí, en primer lugar, deshaciendo la asociación inconsciente que tenemos entre una creencia y el dolor que queremos evitar.
Por ejemplo, dándonos cuenta de que dejar de ocultar el diagnóstico de nuestros hijos de hecho supone poder pedir y conseguir adaptaciones para ellos y, en la mayoría de los casos, una mayor comprensión del entorno. Incluso cuando tenemos miedo de que vaya a ser objeto de burlas o bullying, podemos tomar conciencia de que seguramente las sufriría igual aún ocultando su diagnóstico porque tiene comportamientos y necesidades diferentes de sus pares, lo contemos o no.
En segundo lugar, podemos modificar nuestras creencias cuestionándolas. Por ejemplo, con la creencia de que si no damos el todo en la maternidad somos malas madres, puedes preguntarte: ¿quiero menos a mi hijo o hija por quererme un poco más a mí? Muchas de nuestras creencias (sobre todo culturales) corresponden a épocas con valores diferentes que, a día de hoy, no tienen ninguna lógica (y en otros tiempo sí la tenían, como método de control a las mujeres o de aplicación de división de roles en casa). Al final de este post, el hilo dorado te proporciona una serie de preguntas que te puedes hacer.
Finalmente podemos cambiar nuestras creencias reemplazándolas por nuevas creencias en base a nuevas experiencias. Experiencias que se acerquen más a lo que queremos de la vida y de la maternidad.
Un ejemplo personal es que la crianza de mi hijo es fuente de mayor plenitud en mi vida. No es sólo una creencia empoderante y agradable porque se enfoca en mi bienestar, sino que además me permite seguir creciendo y contribuyendo. Este libro, sin ir más lejos, es prueba de ello. Esta creencia no significa que no haya momentos difíciles o desafíos, sino que me permite re-enmarcar lo que me pasa del ¿por qué a mí? al ¿para qué? y sacar aprendizajes de todo, como comentaba en el primer capítulo
Es importante entender que las creencias tienen mucha inercia y solemos confirmarlas de manera constante e inconsciente por lo que seleccionamos de nuestra experiencia. Es como la pescadilla que se muerde la cola y por lo tanto requiere de un esfuerzo inicial para reemplazar creencias muy establecidas pero que nos limitan, por creencias nuevas que nos expanden.
Toda nueva creencia precisa de un tiempo para establecerse y consolidarse a nivel neuronal: en realidad estamos creando nuevos surcos en nuestro cerebro. Por ello es tan importante hacer este proceso consciente mediante nuevas conductas y comportamientos, y un nuevo lenguaje y enfoque, declarando abierta y repetidamente nuestras nuevas creencias.
Esto no es misticismo sino la aplicación de la neurolingüística. O sea, se puede hacer. Se pueden cambiar nuestras creencias, y en el proceso, cambiarnos a nosotras mismas y a nuestra experiencia de la maternidad.