Tu regulación emocional es clave: cómo conseguirla
Si te dijese que hay UNA cosa que puedes hacer por y para ti que va a cambiar TODO en tu vida y tu maternidad…. Somos ante todo seres EMOCIONALES y nuestras decisiones (o indecisión) provienen de la búsqueda o evitación de ciertas emociones. En la p/maternidad atípica esto tiene consecuencias a menudo desafortunadas. Ante los comportamientos de nuestros hijos neurodivergentes (o tu pareja o tu familia), saltan nuestras emociones. Según sea esa emoción, o más bien, según sea tu relación con esa emoción TUYA, así va a ser tu respuesta: automática y no adaptada al momento. Además, como solemos reaccionar siempre de la misma manera, ni aprende algo nuevo tu hijo ni lo aprendes tú.
En este post te doy algunas claves sencillas para salir de este circulo emocional reactivo, para que aprendamos todos en casa, y además te ofrezco mi curso online El Emocionario para ayudarte a desaprender patrones emocionales poco saludables y reemplazadlos por una mejor regulación a diario.
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Seguramente no te tengo que convencer de que las emociones son muy importantes en nuestras vidas. Seguro que lo vives a diario: cuando te levantas con una tristeza que no sabes explicar, o cuando llega la tarde y estas enfadada o irritable sin una única razón aparente, o cuando te dan los mil males (estrés, enfado, culpa) ante los comportamientos de tu hijo neurodivergente en publico.
Pero hoy vengo con una afirmación bastante potente:
Si te dijese que hay UNA cosa que puedes hacer por y para ti que va a cambiar TODO en tu vida y tu maternidad…. ¿Me creerías?
Porque eso es lo que muchas (por no decir, la mayoría) estamos buscando. Cuando recibo mensajes y preguntas tipo:
¿Cómo ayudo a mi hijo?
No sé cómo salir de este duelo
¿Qué hago para que mi hijo…. coma/duerma/tenga amigos [y un largo etc]?
Mi pareja no me entiende
¿Cómo hago para que mi hija deje de tener X comportamiento?
Mi familia solo me critica
¿Qué terapias son las mejores?
No me da la vida para todo
Aunque parezca que son temas muy diferentes, lo que se esconde detrás es siempre lo mismo: nuestras EMOCIONES. Queremos creer que somos seres racionales y que tomamos decisiones. Pero lo que mucha gente no sabe es que somos ante todo seres EMOCIONALES y que nuestras decisiones (o indecisión) provienen de dos preguntas subconscientes muy sencillas y muy potentes:
¿Cómo me quiero sentir?
¿Qué emoción quiero evitar sentir?
Vale, dirás, pero esto: ¿qué tiene que ver con el autismo, el TDAH o el perfil diferente de mi hijo? ¿Qué tiene que ver con sus terapias o con mi relación de pareja?
Pues, todo. Si tu hijo (o tu pareja o tu familia) tiene un comportamiento, te causa una emoción. Según sea esa emoción, o más bien, según sea tu relación con esa emoción TUYA (y a menudo ni siquiera nos damos cuenta de que estamos sintiendo), así va a ser tu respuesta: automática y no adaptada al momento. Además, como solemos reaccionar siempre de la misma manera, ni aprende algo nuevo tu hijo ni lo aprendes tú.
¿Qué puedes aprender de la decimoquinta crisis de tu hijo en lo que va de día? Muchísimo, cuando gestionas tus emociones PRIMERO.
Porque una de las cosas más problemáticas que hacemos como padres es que le damos al comportamiento de nuestros hijos control sobre nuestras emociones. Tenemos pensamientos como: “si tan solo…. Yo podría…”
Si tan solo se pusiera sus zapatos, podría dejar de preocuparme por llegar tarde.
Si tan solo me contaran cosas del colegio, me sentiría tranquilo.
Si se quedara quieto un momento, podría disfrutar de la cena.
Y cuando nuestros hijos no actúan como nos gustaría, lo cual es MUY COMÚN cuando nuestros hijos son neurodivergentes:
Creemos que estamos enfadados porque nuestro hijo no se sienta a la mesa.
Creemos que estamos intranquilos porque no nos cuenta nada del cole.
Creemos que estamos frustrados porque no se están poniendo los zapatos.
No. La verdadera razón por la que queremos que paren con ese comportamiento o que tengan ese comportamiento que tanto buscamos es para que nos sintamos mejor. NOSOTROS.
Estamos enfadados, frustrados o intranquilos porque hay un desajuste entre lo que pensamos que “debería” estar sucediendo y lo que realmente está sucediendo.
Pero, ¿y si el desajuste es solo información? ¿Qué pasa si este desajuste entre el “debería” y la realidad es una invitación para mirar de nuevo, mirar más profundamente, cuestionar tus suposiciones (o las de tu entorno)? ¿Qué pasaría si la falta de coincidencia entre lo que quieres que tu hijo haga y lo que realmente hace es una oportunidad para conectarse de manera diferente con él o con ella?
Y sobre todo, si cambiasemos nuestra perspectiva… entonces, ¿cómo cambiarían nuestras emociones? ¿todavía estaríamos enojados, frustradas o intranquilas? ¿O tal vez podríamos sentir emociones como curiosidad, que nos ayudarían a entender mejor las causas del comportamiento de nuestros hijos?
Porque una de las claves de la gestión emocional es tomar conciencia de cómo repetimos patrones mil veces al día. Y en la maternidad atípica esto lo vemos a diario sin falta. A menudo empieza con un pensamiento tipo: "Oh, no, aquí vamos de nuevo. Ya estamos otra vez con el mismo problema.”
Estos pensamientos a su vez desencadenan sentimientos de enfado, de ansiedad y/o miedo. Y a partir de esos sentimientos caemos en patrones de actuación, como:
Gritar,
cuestionarnos a nosotros mismos
Tener pensamientos horribles sobre nuestro hijo,
Y muchas otras formas de gestionar unas emociones que además nos llevan a la culpa y a otros pensamientos tipo: “esto nunca va a cambiar. Yo no puedo con esto. Soy mala madre. Etc” Y vuelta a empezar.
Aquí está el problema con eso. Cuando pensamos “Aquí vamos de nuevo”, prácticamente garantizamos que ayudaremos a recrear la misma situación una y otra vez. NOSOTROS (no nuestros hijos) somos los que en realidad estamos perpetuando el drama.
¿Cómo puedo hacer una afirmación tan escandalosa? Porque la neurociencia y lo que sabemos de cómo se gestan las emociones y qué desencadenan en nuestro cuerpo y mente nos ayuda a plantear escenarios alternativos, que se pueden hacer realidad. Por ejemplo:
Imagina que estás en esa situación con tu hijo neurodivergente tan común… a punto del colapso o crisis. Y, en cambio (porque tomaste café, o dormiste una siesta, o practicas mindfulness o sabes de gestión emocional), al empezar a sentir el estrés en tu cuerpo cambias tus pensamientos de Oh-Oh ya empezamos otra vez por pensamientos como: “Yo Puedo manejar esto" o “tengo la capacidad de gestionar esto mejor”.
Ahora sientes una determinación tranquila, que te permite hacer preguntas, no gritar, persistir en resolver la situación o permitir que tu hijo tenga su experiencia y no pelearte con la y su realidad (porque a veces insistimos en temas que realmente no merecen la pena, o que ellos no pueden evitar, como la autorregulación sensorial).
Básicamente si te gestionas A TI primero (tus pensamientos, tus emociones y tus acciones) hay una gran probabilidad de que el resultado sea diferente: si no a nivel de lo que tu hijo hace o dejar de hacer, SÍ a nivel de cómo se siente (escuchado, comprendido, visto, apoyado) y como te sientes tú (empoderada, positiva, cariñosa o simplemente presente).
Hay algo que se llama las neuronas espejo y que, en momentos de crisis emocionales o alto estrés con nuestros hijos, no ayudan (porque básicamente nos volvemos espejos de sus propias crisis y tenemos las nuestras al mismo tiempo). Pero tú, como adulto, tienes una conexión entre tu cerebro "primitivo" y tu cerebro más avanzado (corteza prefontal). Puedes hacer una anulación cognitiva cuando sea necesario y cuando seas capaz de mantener la calma en esos momentos iniciales. De esto, en parte va la gestión emocional en la crianza y sobre todo en la crianza atípica.
Y, si no puedes mantener la calma el tiempo suficiente para realizar la anulación cognitiva, el primer paso es averiguar por qué.
Tal vez tengas tu propio trauma infantil que necesitas resolver.
Tal vez te estés aferrando a creencias sobre la crianza de los hijos, los niños o la humanidad en general que no te están sirviendo.
Tal vez estés atrapada de alguna forma en tener pensamientos pegajosos que te mantienen en un patrón de negatividad (los típicos, “yo no sé, yo no puedo”).
Cualquiera que sea la razón, vale la pena averiguarla para que puedas ser el padre y la madre que quieres ser. No uno perfecto, eso no existe (nada más que en tu mente). Sino un padre, una madre suficientemente buena: Alguien que conoce su propia mente y puede manejarla. Alguien que no solo se relaciona con los comportamientos de su hija, sino también con ELLA, con sus sentimientos. Con los sentimientos y las emociones de nuestros hijos.
Mira, la mayoría de nosotros como padres caemos en esta trampa mental de creer y actuar en base a pensamientos como: “Si controlo lo suficiente su comportamiento, mi hijo podría salir bien. Si mi hijo no aprende X habilidades AHORA MISMO, está CONDENADO y yo he fracasado como madre o como padre.
Mi invitación es a que sientas tus emociones. A que reconozcas la ira, la decepción, el dolor, la vergüenza, la culpa, la vergüenza que conlleva tener un hijo que parece o actúa diferente a los hijos de otras personas. Porque tratar de evitar, reprimir o contener estos sentimientos solo los magnifica con el tiempo y conduce a la desconexión con nosotros mismos y con nuestros hijos.
Pero sé que este camino es duro de llevar a cabo en soledad y sin apoyo. Y por ello, respondiendo a tantas peticiones que me han llegado en estos últimos dos años, he creado El Emocionario: un curso específico de gestión emocional para padres de hijos neurodivergentes.
Este curso te ayudará a aceptar a la madre que eres y a las emociones que tienes. Por ello, estoy convencida de que empezarás a tener mas confianza en ti misma, como madre y como persona. No te prometo que vayas a dejar de gritar o de explotar con tus hijos y tu pareja, pero lo harás con menor frecuencia y te sentirás menos culpable, entendiendo de dónde vienen esas reacciones y tomando decisiones pro-activas para minimizar las condiciones que te llevan a ellas.
Son 4 clases online en vivo durante 4 semanas consecutivas en las que aprenderás a:
Reconocer qué emociones se activan de forma recurrente en tu vida y por qué
Entender el mensaje que te traen para poder cambiar cómo te relacionas con ellas
Gestionar momentos de intensidad emocional mediante prácticas muy sencillas
Entender el origen de la culpa y ser capaz de gestionarla sin tanto desgaste diario
Actualizar tu gestión emocional desde lo que nos dice la neurociencia
Modelar una mejor gestión emocional con tus hijos y seres queridos en casa
Este es un curso sin acompañamiento individual, pero cada clase tendrá tiempo para preguntas y dudas que puedes plantear si asistes en directo. Durante la duración del curso (1 mes) podrás también escribirme por email para plantearme cualquier situación o pregunta. Al final del curso regalaré un descuento exclusivo para tener una consultoría individual conmigo, si te interesa.
Para animarte a que le prestes atención a este tema de la gestión emocional, te recuerdo que no es complicado pero exige lo que todo: tiempo, intención y ATENCIÓN.
En el caso de la gestión o regulación emocional también nos exige DESAPRENDER muchas cosas: patrones de reactividad que realmente no nos sirven (ni les sirven a nuestros hijos), creencias (a menudo inconscientes) sobre ciertas emociones, muletillas o adicciones emocionales que nos hacen tanto o más mal que bien a la larga…
La gestión emocional es como un edificio que se fue construyendo buenamente como pudimos, sin planos ni arquitectos ni materiales adecuados. Ahora nos da un techo, pero amenaza con caérsenos encima. Sobre todo cuando vivimos maternidades atípicas (hijos con TEA, TDAH y otras neurodivergencias).
Porque cualquier cosa nos hace aflorar el miedo, la culpa, la frustración y el enfado. Y claro que tenemos razones (¡muchas!) para sentirnos así. Pero nos peleamos con nuestras emociones. Así no es de extrañar que estemos agotadas día tras día.
Se trata de echarle ganas, desaprender para aprender y empezar por nosotros mismos. Verás los cambios en TODOS en casa.