Magüi Moreno | Maternidades Atípicas

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¿Cómo ser fuerte?

Ante las adversidades de la vida, cualquier hijo de vecino te dirá “hay que ser fuerte”. Pero, ¿en qué consiste esto cuando nos referimos a una dificultad como el autismo, el TDAH, la dislexia severa, el síndrome de Down o cualquier otra diferencia de tu hij@? ¿Significa acaso resignación? ¿Paciencia? ¿Estar siempre a pie de batalla? En este post te hablo de la resiliencia y de las 5 preguntas que te ayudarán a crecer antes las circunstancias de la vida, sean cuales sean.

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¿Qué es la resiliencia?

Bueno, y entonces esto de la resiliencia ¿qué es? ¿Y por qué es más util hablar de resiliencia que de fortaleza o incluso que de autoestima?

Es un término de la psicología positiva que se refiere a nuestra capacidad de afrontar la adversidad y de adaptarnos a lo que surge en nuestras vidas. Hoy en día se dice que la resiliencia es más crucial que la autoestima para llevar una vida plena y realizada. ¿Por qué? Porque la resiliencia es un músculo que ejercitamos a diario y ante cualquier situación que exija un cambio de perspectiva o de acción.

La autoestima es lo que pensamos de nosotros, pero esto a menudo se desinfla con facilidad cuando las cosas no van como queremos. Y la fortaleza puede implicar una rigidez, un mantenerse y no enmendarla, un “yo me quedo aqui igual que siempre, ante vientos y mareas” lo cual acabará creando más sufrimiento.

Así que, ante el complejo y desbordante desafío de la diferencia de nuestro hij@, nuestra fortaleza (entendida como resiliencia) es no sólo necesaria para mantenernos a flote sino que se convierte en un círculo virtuoso de aceptación, y por tanto de crecimiento lo que lleva a menos resistencias, menos sufrimiento, y así cada vez a un mayor sentimiento de paz y de confianza ante la vida, sea cuales sean las circunstancias.

Porque desde la aceptación de todo lo que nos ocurre en la vida, lo veamos como positivo o como negativo, podemos gestionar lo que sea. Porque estamos respondiendo a partir de lo que ya ES.

Aceptar es siempre el primer paso, y el más difícil. Porque consciente y racionalmente, muchos de nosotros podemos decir que hemos aceptado la diferencia de nuestro hij@. Pero a nivel de sentimientos y de acciones, a menudo nos resistimos, nos rebelamos, negamos inconscientemente que esta sea su (y nuestra) realidad.

5 claves que te ayudarán a afrontar una situación que tú no hubieras elegido

Pregúntate:

1. ¿Qué puedo aprender de esto?

¿Cómo puedo crecer / madurar / mejorar / evolucionar? (usa el verbo que más te resuene) El hecho irrefutable es que los humanos aprendemos a través de la adversidad o los desafíos.

Somos máquinas de resolver problemas. En realidad los problemas los creamos nosotros, o más bien, nuestra mente. Nada en sí es un problema o una ventaja, sino solo en tanto que lo vemos así.

Un ejercicio muy sencillo y potente es escribir “Mi hij@ tiene X y eso significa que …” y escribir todas las creencias que te vengan en mente. ¿Son todas negativas? ¿Hay alguna que no te cause ansiedad o tristeza? De esa lista puedes sacar dos aprendizajes: 1) no todo es bueno ni malo, 2) como ves tu realidad depende exclusivamente de ti.

2. ¿Qué regalos “escondidos” me trae esta situación?

Puede que te cueste verlos durante un tiempo, pero están ahí y solo tienes que reconocerlos desde el corazón y no desde la mente (tu intuición, tu sexto sentido, o el hecho de que sabes algo aunque no sepas exactamente por qué).

Te doy un ejemplo de mi propia vida: soy muy parlanchina, y el hecho de que mi hijo no hablase de manera conversacional hasta hace bien poco fue extremadamente difícil para mi. Sin embargo, me hizo enfocarme mucho más en estar presente con él, intentar entender sus comportamientos, y esforzarme en ver el mundo desde su perspectiva en vez de intentar siempre traerle a él a mi zona de comfort que es hablar.

3. ¿De qué me libera?

Esta puede parecer una pregunta extraña, pero cuando afrontamos lo que percibimos como dificultades, tenemos una oportunidad única de soltar lastre. De cambiar algo en nuestra vida dejando marchar, soltando, liberándonos. Ya sea de una rutina o hábito que ya no nos sirve, de personas que ya no aportan nada a nuestra vida, de actividades que nos hacen perder energía… de lo que sea.

Un ejemplo muy sencillo y muy potente es dejar de importarte un comino lo que piensen de ti o de tu hij@ personas que no son importantes para ti. ¿Las miradas de la vecina? ¿Los comentarios de otras mamás en el parque? Ni caso. No malgastes energía pensando en lo que pueden o no estar pensando gente que ni te va ni te viene.

4. ¿Qué recursos tengo para afrontar esto?

Tienes muchos y los verás cuando te quites el sesgo negativo de tu mente (es un hecho estudiado y probado que la mente humana se enfoca en lo que no va bien por encima de lo que sí).

Siéntate y haz una lista: ingenio, amor, amigos, familiares, dinero, conocidos, contactos, profesionales, tiempo, estudios, motivación, interés, acceso a información, redes de apoyo formal e informal, servicios públicos,  curiosidad, etc….

A menudo nos enfocamos sólo en el dinero (o en la falta de), pero lo cierto es que hoy en día puedes acceder a mucho de manera gratuita. Como este blog y podcast.

5. ¿Cómo puedo YO pasar a la acción?

¿Qué voy a vivir de manera diferente? Esta pregunta es fundamental pues es la clave de la resiliencia.

Pasar de recibir a dar, de ser el sujeto pasivo de algo que nos sucede a crear una respuesta que nos sirva en esa situación. La resiliencia es el regalo que te haces cuando te devuelves el poder. El poder de decidir.

Un ejercicio muy sencillo es cada vez que digas “no puedo (algo que dependa de ti como meditar, o hacer ejercicio, o lo que sea)…..”, cambiado por “no quiero….”. Devuélvete el poder. ¿Cómo se siente? 

Recuerda: Siempre tienes opciones. Aunque tu mente las niegue, el poder de decisión es tuyo.

Claro, dirás, pero yo no quiero que mi hij@ tenga autismo o Downs o lo que sea. O yo no quiero que le pase esto. O que me pase esto a mí.
Eso no está en tus manos. Lo que ya es una realidad no cabe más que aceptarlo. Lo que TÚ haces con esa realidad es tu prerrogativa. Ahí radica tu poder y la magia de cambiar tu percepción y por tanto la realidad de lo que te rodea.

Recuerda que la mente es el filtro por el que nos llega lo que nos ocurre a nuestro alrededor. Limpia ese filtro y lo verás todo con otra luz. No se trata de negar el dolor de lo que es difícil, de lo que nos causa fuertes emociones, de la incertidumbre de la vida.

El mar tiene olas, pero no por eso nos tenemos que ahogar (esa sería una decisión - aun inconsciente - no un destino). Aprender a navegar con, no contra, las olas del mar y verás como llegas lejos y puedes disfrutar mejor de la travesía.

Estas preguntas se enfocan en TU resiliencia, como padre o madre de un hij@ diferente.
Ayudar a que tu hij@ desarrolle su propia resiliencia, sobre todo teniendo en cuenta que vive en un mundo que no siempre le va a comprender o ayudar, es también fundamental.
Como padre o madre, vas a poder enseñar a través de tus acciones, de tus palabras. Vas a poder modelar para ellos la práctica de la resiliencia a diario. Y por supuesto investigar y facilitarle métodos y técnicas sobre gestión emocional y habilidades sociales que sean especificas para personas con su perfil neurológico y cognitivo y que les ayuden a incrementar su propio poder de adaptación.

Pero, como siempre, vuelvo a TI. Aquí nos enfocamos en TU bienestar, en TU capacidad de adaptación, en TU poder de crecimiento tanto a través del desafío del autismo de tu hij@ como a través de los millones de micro (y macro) desafíos que surgen en tu vida, como en la de todos.

Porque finalmente la calidad de nuestra vida SI depende de nosotros. Pues depende de nuestra percepción, y de nuestra mentalidad. Depende de los filtros a través de los cuales vemos la vida.

La resiliencia nos hace abrirnos a la experiencia que sea para aprender de ella, para pasar por ella y salir al otro lado más fuerte, más consciente de nuestro propio poder de adaptación y de aceptación.

Lo contrario de la resiliencia es la resignación, es el sentimiento de que no podemos hacer nada, de que no tenemos poder para nada. En el fondo esto es una estrategia de miedo por parte de nuestro inconsciente, que nos distrae del riesgo que supone afrentar el desafío y cambiarnos por el camino.

Te dejo con la oración de la Serenidad, que seguramente has escuchado antes pues es muy conocida y que establece las bases para la resiliencia.
Una nota: si la palabra Dios te rechina, te incomoda, o no te sirve por la razón que sea, la puedes cambiar por otra palabra que te resuene. La oración dice: 

Que Dios me dé la serenidad para aceptar lo que no puedo cambiar, el coraje para cambiar lo que sí puedo, y la sabiduría para saber cual es cual.