Me molestan los comentarios ajenos
¿Tiene autismo? Pues no se le nota”, “No te preocupes por la hiperactividad, seguro que se le pasa”, “Ah, tienes a un niño especial, son angelitos”
Seguro que te ha pasado - cuentas a alguien el diagnóstico de tu hij@ y te responden con tonterías, banalidades o clichés. Minimizan, generalizan, o - peor aún - te culpan a ti.
En este post, simpatizo contigo… yo también he estado en esas situaciones y he tenido que oír comentarios ajenos que me han enfadado o herido, o me han hecho sentir muy incomoda. Y también te doy algunas pautas para que comprendas mejor estas situaciones y puedas sobrellevarlas con mayor conciencia y menor reactividad.
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Hoy te vengo a hablar de un tema muy común y del que muchos padres de hijos diferentes nos quejamos a menudo. La típica situación donde le cuentas a alguien el diagnóstico de tu hijo o hija y te dicen: “uy, seguro? Pues no se le nota” o “ay, que bonito, tienes un angelito en casa!”.
Seguro que te ha pasado y seguro que en la mayoría de los casos te ha hervido la sangre. Te ha molestado muchísimo y ha provocado en ti sentimientos muy difíciles de gestionar. Son situaciones en las que la otra persona: minimiza, generaliza, te culpa o incluso te excusa. Veamos cada una de estas situaciones:
1. Minimizan: Pues yo le veo normal. Los médicos se habrán equivocado. Se le pasará. Aquí lo primero es una falta total de conocimiento por parte de la otra persona sobre lo que supone tener una diferencia neurológica o de desarrollo. No siempre son visibles a primera vista. La gente cae enseguida en los clichés y las generalizaciones, como veremos en un momento. Y, además, este tipo de comentarios, paradójicamente, crean inseguridad en ti. Y a veces, falsas esperanzas de que el diagnóstico o la sospecha de que tu hijo tiene alguna diferencia de desarrollo sea simplemente un error o un “mal sueño”.
2. Es un regalo: Tu hijo es especial, es un ángel, sois padres especiales, es una bendición (pues, ¡claro que es una bendición, todos los hijos son regalos de la vida!). Esto a mí siempre me ha sonado como premio de consolación. Además de que la otra persona está super-imponiendo, está suponiendo pues, que por ejemplo, crees en los ángeles o que eres creyente. Es una falta de sensibilidad y de respeto, aunque se ofrezca como una palmadita en la espalda.
3. Re-dirigen y/o culpan: eres una exagerada, siempre llamando la atención con problemas inventados, o “es que no le prestas atención”, o los típicos “la culpa la tienes tú por…. Lo que sea, malcriarle, hablarle en dos idiomas, o llevarle a la guardería, o NO llevarle a la guardería, o mil cosas más”. Esto suele ser más común entre allegados, infelizmente, sobre todo viniendo de padres, madres, tías, o cualquier persona que se crea con el derecho a criticarte o a opinar sobre tu maternidad.
4. Generalizan: “los niños con autismo son….. genios, Rain Man, etc”. O los disléxicos son todos super inteligentes. O los niños con hiperactividad acaban siendo unos cracks creativos. Ya estamos con los premios de consolación otra vez!! La intención positiva es clara: te quieren hacer sentir mejor por el diagnóstico de tu hijo. En seguida la gente se lanza a decir “Albert Einstein tenía autismo”, “Bill Gates, el de Microsoft, está en el espectro autista”, dicen que los grandes artistas tenían todos algo diferente a nivel de cerebro y de socialización. Pero, señores, hablamos de un espectro y de diferencias neurológicas muy complejas. Puedes conocer a un niño con autismo o incluso a varios que se parecen y pensar que todos son así, pero la variación es inmensa. Generalizar es otra manera de robar a los padres de la comprensión que buscan para su situación y para su hijo tal y como son, y no tal y como lo ve la gente en las películas.
No sé tú, pero a mi me ha pasado todo esto, todas estas situaciones, y molestan un montón. Y según quién, cuando y como lo diga duele muchísimo. No es lo mismo que te lo diga una desconocida que te ha preguntado por el comportamiento de tu hijo en público a que te lo diga tu propia suegra, o alguien muy allegado. Tampoco es lo mismo que te lo digan cuando ya llevas años en el camino de ser una madre de un hijo diferente a que te lo digan a los 10 minutos de haber recibido un diagnóstico. Ni que te lo digan con lástima, o con una positividad desbordante y a menudo falsa, o que te lo digan a solas o delante de otras personas.
Hoy te quiero dar algunas pautas para que comprendas mejor estas situaciones y puedas sobrellevarlas con mayor conciencia y menor reactividad. Son apuntes que he sacado de mi propia experiencia como madre, pero sobre todo del coaching estratégico (que dice que toda acción tiene en esencia una intención positiva para el que la hace) y del mindfulness (que nos invita a enfocarnos sobre nuestros pensamientos y sentimientos para tener claridad sobre lo que aportamos a las situaciones).
Pero antes, te quiero aclarar algo fundamental. No son las palabras que usamos, son el significado que les damos.
Así que antes de enzarzarse con alguien por las palabras que está usando, date cuenta del significado que les estás dando TÚ.
Ahora, sí, es verdad que repetidas veces crean realidad. Tema de las etiquetas y la autoidentidad.
Lo primero que te quiero comentar aquí es que es fundamental entender y separar lo que es tuyo de lo que es del otro. Vamos por partes. Alguien te dice algo y tu te sientes de una cierta manera. Separa:
1. Lo que te ha dicho la otra persona tiene que ver con EL o ELLA, con su visión de la vida, con sus creencias - a menudo inconscientes - sobre la maternidad, con su historia y experiencias personales, y con un sinfín de otros factores de los que no tienes NI IDEA (ni falta que te hace, a no ser que sea una persona muy querida). Sobre esto no puedes hacer nada, así que no pierdas el tiempo ni la energía en ello.
2. El significado que le has dado TÚ en base a tu visión de la vida, a tus creencias sobre la maternidad, a tu historia y experiencias personales… en base a factores muy contextuales como si estás cansada porque tu hijo se ha levantado pronto, o si has tenido una discusión con tu pareja, o que hace un calor tremendo y está tu hijo al sol. ¿Puedes hacer algo al respecto? SÍ… darte cuenta del significado que le das a esas palabras. Como las estás interpretando.
3. Los pensamientos y las emociones que te surgen en base al significado que le das a esas palabras. Porque en base a ellos vas a actuar de una manera u otra. Lo tuyo son los puntos 2 y 3, Échales conciencia. Y lo que no es tuyo es el punto 1, no te enganches con eso.
Lo segundo es internalizar que, en la gran mayoría de casos, no hay intención dañina por parte de la otra persona. Yo siempre digo, en caso de dudas sobre las intenciones de los demás, pregunta. Muchas veces cuando ponemos un espejo delante de la persona que nos ha dicho algo que nos ha herido, se da cuenta de que no fue la mejor manera de decirlo pero se llega al mensaje de fondo que sí es bienvenido (de apoyo, de empatía, de compasión, de preocupación, etc.). Hablando se entiende la gente.
Tercero, entiende que muchas personas, la mayoría diría yo, se sienten muy incómodas, incompetentes o impotentes ante tu situación como madre o como familia. Se sienten mal, aunque ni siquiera se den cuenta. Y neutralizan esa incomodidad con tonterías, banalidades o clichés como “sois especiales”, etc. Su malestar es SUYO, no lo hagas tuyo.
Al final, los padres y madres queremos sentirnos escuchados, vistos, comprendidos. A menudo no necesitamos que nos digan nada más que “te veo, siento tu dolor, estoy aquí para lo que quieras”… no queremos que nos quiten importancia o dolor a la situación.
Para terminar, te voy a compartir aquí lo que me dijo una gran amiga mía hace años cuando el conté que acababan de diagnosticar a mi hijo con autismo. Ella me dijo: “lo siento, sé que no es lo que querrías tú para tu hijo”. Y eso, justamente, es lo que necesitaba oír. Ni más más ni más menos. Dio totalmente en el clavo. Porque en ese momento necesitaba que alguien me dijera: “esto es duro, lo siento mucho por TI”. Por TI. La que buscaba acompañamiento y comprensión para con MIS emociones era yo. No buscaba que alguien me minimizara, me negara, me culpara o me diese un premio de consolación. Tampoco buscaba en ese momento que alguien me dijera que todo iba a salir bien. ¿Cómo iba a saber eso mi amiga? Ni que le pusieran una etiqueta más positiva a mi hijo - mi hijo tenía autismo y esa era (y es) la realidad.
Así que la próxima vez que alguien te diga algo sobre el diagnóstico de tu hijo, pausa, respira, y ve con total claridad: que es su opinión, sus creencias, su historia; que eso no es tuyo ni tiene por que serlo; que seguramente está intentando hacerte sentir mejor, aunque el efecto sea el contrario. Y SUELTA. Suelta, suelta, suelta. Lo que no es tuyo no tienes por qué cargarlo.