Magüi Moreno | Maternidades Atípicas

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La relación con la familia

Es común que surjan conflictos con nuestra familia ante el desafío que supone tener un hijo o hija con dificultades o diferencias de desarrollo. Las comparaciones, las recriminaciones, la falta de apoyo o, al contrario, la intromisión excesiva… Además del hecho de que muchas veces los propios familiares se sienten perdidos o no saben cómo afrontar su propio duelo y preocupación ante la situación.

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A menudo hablamos de la relación entre madres e hijos como un binomio, como una relación entre dos individuos. Pero sabemos que hay muchas otras personas involucradas, incluso para las madres o padres solteros.

A menudo son otros familiares como abuelos y abuelas, tíos, hermanos, etc. Es común que, en algún momento, surjan conflictos con nuestra familia de origen sobre la crianza de nuestros hijos. Pero, además, ante el desafío que supone tener un hijo o hija con dificultades o diferencias, las tensiones, conflictos y malentendidos pueden abundar.

En definitiva, pueden salir a la luz patrones no sanados de gestión emocional con nuestros propios padres y hermanos. Las comparaciones, las recriminaciones, la falta de apoyo o, al contrario, la intromisión excesiva… Además del hecho de que muchas veces los propios familiares se sienten perdidos o no saben cómo afrontar su propio duelo y preocupación ante la situación.  

En este post te quiero dar la oportunidad de que reflexiones sobre las implicaciones de la diferencia de tu hijo o hija en tu entorno familiar.

Las familias (en cualquier tamaño o configuración) somos ecosistemas y una parte afecta al todo. Pero es fundamental también tomar consciencia de cómo no podemos responsabilizar, consciente o inconscientemente, implícita o explícitamente, a uno de los individuos que pertenece a esa familia (en este caso a nuestro hijo neurodiverso) de gran parte o incluso TODO lo que sucede en el seno de nuestro hogar.

En este sentido los adultos tenemos de hecho la responsabilidad principal sobre como van las cosas en nuestra familia: a menudo las relaciones con nuestros propios padres, hermanos y entre nuestros propios hijos mejoran sustancialmente con un mayor grado de gestión emocional, autoconocimiento y comunicación asertiva entre los distintos miembros.

"Siempre criamos lo mejor que podemos. Ya sea que criemos conscientemente de manera diferente a como nos criaron nuestros padres o que criemos inconscientemente de la misma manera que nuestros padres nos criaron a nosotros, la crianza de nuestros hijos viene influída por la forma en que fuimos criados. Podemos decidir conscientemente mantener lo mejor y cambiar el resto.” Pam Leo

Así que, lo primero a trabajar en nosotros, es tomar consciencia de y dejar de cargar con las necesidades emocionales de los demás. La diferencia entre acompañar y cargar o hacerse responsable de las dificultades ajenas puede ser sutil, pero es el origen de muchos patrones disfuncionales en las familias. Un buen indicador de que estás cargando con algo que no es tuyo y que, por lo tanto, no te corresponde llevar a cuestas, es la aparición de la culpa.

La culpa y la crítica como monedas de intercambio en la familia

La culpa y la crítica se usan a menudo en el seno de las familias, incluso explícitamente como prueba de cariño y preocupación por los demás. Son patrones emocionales muy bien establecidos que pueden convertirse en armas de doble filo cuando tenemos hijos neurodiversos.

A veces sucede que nos sentimos traicionadas por familiares de los que esperábamos un apoyo total. Comentarios más o menos negativos, críticas más o menos abiertas, consejos condescendientes, información errónea o anticuada o sacada de contexto, agravios comparativos…

Muchas de nosotras hemos recibido esto en vez de las palabras amables que buscábamos. Incluso comentarios aparentemente neutros nos pueden herir profundamente (el típico “¿ves? Ya te lo había dicho yo que a este niño le pasaba algo”). Un consejo práctico para afrontar estas situaciones es que te preguntes:

Este comentario o crítica, ¿qué me dice de lo que está sintiendo esta persona?

Por ejemplo, si tu madre te hace el típico comentario de “ya te lo había dicho yo”, en vez de tomártelo como una crítica personal, entiende que tal vez ella se siente impotente y necesita ventilar su frustración. El que lo haga contigo es bastante contraproducente, pero en definitiva es una manera de mostrar su preocupación por la situación y de querer “hacer algo” (aunque no sea la mejor forma).

A menudo la crítica de nuestros seres queridos esconde sentimientos de impotencia y de dolor que proyectan hacia nosotras como críticas o comentarios no bienvenidos. Es más fácil pasar estos comentarios por alto y apreciar los sentimientos que se esconden detrás cuando nos damos cuenta de esto.

Hacia una comunicación más asertiva y consciente

Nadie tiene información completa en ninguna situación. Todos operamos desde nuestra perspectiva, y nuestra perspectiva es parcial. Por ejemplo, tu hermana te puede cancelar un plan sin saber que tú tuviste que dejar de hacer algo a causa de ese plan. Resultado: te enfadas, te sientes menospreciada, la tildas de egoísta “como siempre”. Pero tal vez tú tampoco sabes que tu hermana ha tenido una bronca con su marido, o un imprevisto que a tus ojos no es para tanto.

Cuando además vivimos unas situaciones familiares muy cambiantes o que nos exigen mucha flexibilidad (o al contrario mucha consistencia) - como con los hijos neurodiversos - se pueden crear grandes dosis de estrés. Y mucho resentimiento “es que con todo lo que tengo encima, ni siquiera puedo contar con mi hermana….”. Vale, tu hermana no tendrá un hijo diferente pero también tiene sus problemas y sus dificultades. El agravio comparativo no ayuda a tener relaciones de apoyo honestas.

No podemos leer los pensamientos de nadie. Muchos de nuestros argumentos cuando tenemos una discusión o malentendido con algún familiar vienen de desconocer la verdadera motivación de la otra persona. Aquí no hay culpa ajena que valga: si tu madre pensaba que el plan era medio informal y tú pensabas que el plan estaba totalmente confirmado, va a haber conflicto. Y cada cual es responsable de su falta de comunicación hacia la otra persona con respecto a lo que pensaban.

A menudo no tenemos claridad sobre nuestros por qués. ¿Por qué queremos hacer plan familiar con nuestra prima y su hijo, aún cuando sabemos que nos resulta estresante por el agravio comparativo entre su hijo y el nuestro? ¿Por qué queremos hacerlo aún sabiendo que nuestro hijo no se integra o ves que no se siente arropado e incluso se puede sentir “abandonado” temporalmente por nosotras porque estamos más pendientes de nuestras conversaciones de adulto? Toma consciencia de todas estas conductas, porque seguramente descubres, o bien algo que buscas o necesitas de los otros; o bien te das cuenta de que no es más que una creencia, que lo haces por inercia, porque CREES que es lo correcto. 

¿Por qué haces lo que haces? ¿Lo SIENTES de verdad? ¿Lo has heredado, lo hacen todos, te dice tu familia que lo hagas? ¿Te lo dice tu terapeuta? 

Las expectativas son la fuente de todos los malentendidos. Lo cierto es que nos montamos unas películas muy bonitas en nuestras mentes sobre cómo queremos que sea la relación con nuestra madre o suegra (y esa persona seguro que también), pero lo único que eso hace es causarnos decepciones, malentendidos, conflictos y rencores. Y tampoco hay que echarle la culpa a las diferencias neurológicas, de comportamiento y de comunicación de nuestros hijos.

Hay que distinguir a la persona de las “maneras”. Tú puedes pensar que tu madre es así, y que por lo tanto debería de seguir así. Pero todo cambia y todos cambiamos. Tal vez tu madre era como una amiga cuando eras joven, pero desde que tuviste a tu familia, ya no encontráis momentos para charlar como antes. O que tu hermano, que siempre vivió lejos de ti, pero estuvo super pendiente de tu vida, resulta que se muda a tu ciudad y casi no le ves el pelo. Tu cariño por esa persona no tiene por qué cambiar por el mero hecho de que las cosas no sean como antes.

Si necesitas ayuda pídela, de manera explicita. Si no te la dan, acepta que por ahí no la vas a recibir. Si te duele, date permiso para sentirlo y expresarlo (incluso a la propia persona), pero recuerda que el apoyo verdadero se regala, no se exige.

Si esa persona no te entiende, es que no es la mejor persona de tu entorno para entenderte. Busca apoyo en otro lugar y reflexiona sobre qué papel quieres que tenga esa persona en tu vida (y puede ser “mínimo”). También recuerda que esa persona puede estar pasando por un momento difícil del que no eres totalmente consciente o tienes toda la información.

No uses la diferencia de tu hijo/a como razón para que los demás tengan que estar pendientes de ti e intentando leerte la mente

Sí, es verdad, que la neurodiferencia de tu hijo/a a menudo te exige que “eduques” a las personas de tu entorno. Y eso cansa porque muchas veces no queremos hablar de los desafíos sino simplemente queremos que nos entiendan, que nos escuchen, que nos den un abrazo. 

Pero, por un momento, ponte en la piel de los demás - seguramente se sienten muy inseguros e incómodos al hablar de la diferencia de tu hijo. O sencillamente no lo hacen no porque no les interese, sino porque no saben cómo. O porque en algún momento, un comentario tuyo les hizo pensar que no es un tema del que quieras hablar. O porque piensan que lo tienes todo “bajo control”. Hay 1001 razones por la que la diferencia de nuestros hijos se puede volver en el elefante que está en la sala con nuestra familia - todo el mundo lo ve, pero nadie quiere hablar de él.

¿Por qué insistes en pedir ayuda a esa persona? ¿Es la adecuada?  O ¿Es la que SE SUPONE que TIENE que ser? 

Es importante estimular las conversaciones familiares donde cada cual puede hablar abiertamente de sus sentimientos, emociones, necesidades y preocupaciones, tanto propias como en la relación con los demás. 

Al final, el factor más fuerte que afecta a la interpretación de cualquier familiar sobre la discapacidad o diferencia de tu hijo o hija es la interpretación que haces TÚ como madre.

Aborda la diferencia de tu hijo con amor, aceptación y como algo con oportunidades y no solo con desafíos para todos en la familia, y los otros niños y adultos de tu familia tendrán una perspectiva más positiva y equilibrada.

Si no es así, llega un momento en el que dejarás de sufrir por cómo los demás son porque no depende de ti, ni tiene tanto que ver contigo o con tu hijo, con tu y su valía, sino con temas y heridas no sanadas o no trabajadas en esa otra persona, por muy cercana a ti que sea.

Siempre puedes ofrecer amabilidad y compasión hacia tu madre o padre, o tía, o hermano o ese familiar que no acaba de entender tu situación y la de tu hijo. Eso SI depende de ti, pero no te obliga a nada. Da tu cariño libremente, sin esperar nada a cambio y tal vez la relación cambie. Eso si, coloca y mantén también los límites que consideres son importantes para tu bienestar y el de tu hijo.

Finalmente, hago una llamada aquí a que prestes atención a los pensamientos de los debería y de las idealizaciones. No existen las familias ideales sino las reales.

Querer que nuestra familia (nuclear y extensa) entre en un patrón idealizado que ni siquiera existe es una receta para sufrir indefinidamente (por mucho que pienses que tu compañera de trabajo tiene la familia perfecta y por mucho que ella te lo diga, ya sabes que en todos lados cuecen habas - es decir que la perfección no existe y todos tenemos sombras, problemas y desafíos).