Magüi Moreno | Maternidades Atípicas

View Original

La culpa de las madres

¿Sientes culpa a menudo? ¿Sobre todo en tu papel como madre ¿Y más aún si tu hijo o hija tiene necesidades específicas o es neurodiverso?

Porque la verdad es que la culpa de las madres nace en el mismo momento que nacen nuestros hijos. Y esto es así como una forma de control social hacia las mujeres, para que vamos a negarlo. Hay todo un sistema de valores y de creencias milenarias sobre lo que constituye una buena y una mala madre.

¿Prefieres escucharlo? ¡Escúchalo aquí!

See this content in the original post


¿Qué es la culpa? La culpa es lo que hacemos con vergüenza. Es una emoción que aflora muy a menudo en las madres y mucho más aún cuando nuestro hijo es “diferente” de la manera que sea. La vergüenza originaria viene de la diferencia de nuestro hijo. No porque el hecho de que nuestro hijo sea diferente (a nuestras expectativas y a las exceptivas de otros) sea en sí mismo vergonzoso. PARA NADA. Sino porque de manera inconsciente asociamos la diferencia a peligro (es parte de nuestro instinto de supervivencia y de nuestro cerebro reptiliano).

Aquí entra la culpa, que es una manera de “hacer algo” con la vergüenza - ¿el qué? Pues buscar una cabeza de turco, y esa cabeza de turco somos nosotros mismos. Nos castigamos, nos hacemos responsables, nos limitamos.

¿Cuántas de nosotras, sobre todo las madres biológicas, en algún momento hemos pensado que la neurodiversidad, la discapacidad o la diferencia de nuestro hijo o hija es culpa nuestra porque.. tuvimos un embarazo de tal manera o de tal otra, o tuvimos un parto así o asá, o les dimos o no les dimos pecho, o les mandamos a la guardería muy pronto o muy tarde, o un sinfín de otras cosas que se nos pasan por la cabeza. Es un poco una locura.

La diferencia de tu hijo puede tener un factor genético importante, o puede ser resultado de un traumatismo del parto o puede ser consecuencia de un accidente… pero en ningún caso la culpable eres tú porque la responsabilidad única no la tienes tú. De hecho no existe esa responsabilidad única. Las diferencias neurológicas son resultado de una gran variedad y complejidad de factores, muchos de los cuales son totalmente desconocidos no solo para ti, sino también para la ciencia.

La culpa es un estado emocional muy limitante. SI te sientes culpable, no mereces bienestar, amor, etc. ES UNA FUGA DE PODER.

Lo importante es darse cuenta de que, aunque sus orígenes a menudo son inconscientes y por lo tanto, es una emoción bastante insidiosa… también es una emoción aprendida. Y por lo tanto, se puede desmontar. Se puede desaprender. En este post te voy a dar algunas pistas al respecto.


Claves para gestionar la culpa

1. Lo primero es entender el mecanismo de la culpa.

Mira, te lo explico con una imagen: la culpa nos desdobla. Es como si tuviéramos a dos personajes dentro de nosotros. Por una parte está el niño travieso o el adolescente rebelde que hace aquello que está “mal” - básicamente algo que va en contra de nuestros valores. Por otra parte está la figura materna o de la autoridad que nos juzga y nos castiga. Todo esto dentro de nosotros.

Este tira y afloja entre estos dos personajes es la esencia de la culpa. Y para desbloquear esta situación de tira y afloja hay que: 1) darse cuenta de estas dos partes (y de la historia que cada cual trae), 2) entender que hay una herida, una codependencia entre estas dos partes.

Cuando éramos pequeños se nos avergonzó por algo que hicimos e integramos a la parte mamá-papá en nosotros para controlar a esa otra parte niño. Ahí hay vergüenza y hay que sacarla a la luz para que pierda poder en nuestras vidas.

Una práctica regular de mindfulness nos ayuda a darnos cuenta de estas dos voces, y de la vergüenza y miedo que se esconde detrás. Al final, todos queremos ser amados incondicionalmente desde que nacemos y la culpa aparece cuando nos damos cuenta de que los demás no nos aman cómo queremos nosotros porque creemos que hay algo fundamentalmente malo en nosotros.

El problema es que al final acabamos no amándonos nosotros tampoco. No hay nada esencialmente MALO o defectuoso en ti. Repítelo. Ni como mujer o hombre, ni como madre o padre.

No se trata de racionalizarlo. La respuesta no está en la mente, sino en las propias emociones que sentiste en ciertos momentos de tu vida que te llevaron a tomar decisiones inconsciente de que hacer para evitar sentir esa culpa. De aquí vienen muchos pilotos automáticos. Ver como está construida esta culpa, porque es una herida emocional.

2. Entender de dónde viene.

No eres defectuosa por sentir culpa. ¡No te sientas culpable de sentir culpa!

No vayas a rizar aún más el rizo, te invito es a que tomes conciencia de que muchos de estos patrones de pensamiento en torno a la culpa son heredados. Mi propia madre me transmitió este mensaje de manera más o menos inconsciente desde muy temprana edad.  Como se lo hicieron a ella también.

Comentarios como: “Las buenas madres están SIEMPRE pendientes de sus hijos. No puedes pensar solo en ti. Estar haciendo otras cosas aparte de tus hijos es egoísta. Los hijos te necesitan, no hay otra”. Y ni siquiera son ciertos.

Son modelos de control social de sociedades patriarcales en las que la división del trabajo estaba muy bien establecida y a las mujeres les tocaba de lleno el tema casa e hijos. Aunque trabajasen fuera de casa (como lo hicieron tanto mi madre como mi abuela materna), les tocaba absolutamente todo lo de dentro de casa también. Y eso había que hacerlo cumplir… ¿cómo? Con este discurso de buenas madres = madres entregadas al 100% y malas madres = madres egoístas o que se ven como algo más que madres.

Estas cadenas de creencias son potentes pero a menudo no nos damos cuenta de ellas. Y suelen ser parte del proyecto "las buenas madres son las madres sacrificadas". Es una mentira para seguir poniendo nuestras necesidades en último lugar.

Al darnos cuenta de que estas creencias son, eso, creencias, y no hechos, podemos distanciarnos un poquito de ellas y preguntarnos: “¿quiero menos a mi hijo, a mi hija, a mi pareja, por quererme un poco más a mí?”

El bienestar de nuestros hijos es fundamental, pero también lo es el nuestro. ¿Por qué creer que son incompatibles? Tal vez sean difíciles de compaginar de manera práctica en ciertos momentos, pero no tienes por qué elegir SIEMPRE entre uno u otro. El mindfulness nos ayuda a gestionar esta supuesta incompatibilidad. De esto te hablaré un poco más adelante.

3. Función positiva de la culpa.

  • Claridad sobre tus valores

  • Asumir las consecuencias de mis acciones

  • Resarcir

  • Permitirte equivocarte

  • Buscar soluciones más acordes con tus valores reales

Te pongo un ejemplo mío: tarde, hay que hacer cena, me siento improductiva, sube el nivel de autoexigencia en mi discurso interno, mi hijo está viendo la tele….estaba pensando “soy mala madre porque después de todo el día de campamento, le he dejado que vea tele dos horas, y aún así no he acabado todo lo que tenía que hacer de trabajo y ahora encima me toca hacer la cena, y este niño no se entretiene con nada y chun chun chun.

¿Qué se esconde detrás de todo este rollo mental? La creencia de que no lo estoy haciendo bien. De que soy un fracaso. Y, claro, a la luz del día después esto parece una exageración, pero lo cierto es que es una creencia (o un patrón de pensamiento) muy común.

La creencia es “tengo que ser perfecta” y el patrón es: mira, mira, todas las maneras en las que no eres perfecta!! Lo ves!! No eres perfecta!! Y además estás a punto de perder los estribos!! te cuento lo que saqué en claro de mi frustración de ayer. Primero, a nivel situacional, que era muy mala hora y tanto yo como mi hijo estábamos cansados e irritables.

A modificar: a esas horas no intentar nada nuevo ni hacer multitasking. Segundo, que tengo que seguir prestando atención a mi auto-exigencia. A modificar: o hago la cena o juego con mi hijo, no puedo estar a todo y exigirme eso por un sentimiento de culpa es una receta para la frustración. Elegir dejarle ver la tele para poder hacer la cena sin sentirme culpable. O posponer la cena (o pedir pizzas a domicilio) si decido jugar con él. 

A menudo la frustración viene de no aceptar que o no está en nuestras manos o tenemos que DECIDIR. Y decidir supone hacer algo y dejar de hacer algo. Y eso nos puede costar mucho.

4. Función negativa de la culpa.

La parte negativa es que entramos en un patrón bucle en el que nuestro filtro mental está siempre dispuesto a encontrar ejemplos de cómo no puedes, como no vales, como no eres capaz, etc. Cuando tu hijo es diferente puede haber una culpa “originaria” - como si tu, por se su madre o padre, fueses totalmente responsable de sus diferencias o dificultades.

5. Específicamente al cuidado de los demás (y super extendido en el caso de la maternidad) es el tema de la cantidad vs la calidad.

Desde aquí recordarte que no te enfoques en la parte mensurable de ser madre porque te va a llevar a las comparaciones, a la competitividad, y al sufrimiento bajo unas expectativas que ni siquiera son tuyas o tienes que cumplir. En definitiva, estar continuamente pasando revista sobre tu propio desempeño como madre te lleva a que la culpa se instale de manera permanente en tu día a día.

Es normal (por cómo se nos ha criado desde pequeñas) creer que la mejor manera de demostrar nuestro amor es cuidando a los demás o haciendo cosas por ellos. Y, claro está, esto es una de las maneras de demostrar amor. Pero ni es la única ni es siquiera la más efectiva, por decirlo de alguna manera. También hacemos cosas por otros a los que no queremos. Las hacemos por obligación, ya sea real o asumida. El típico ejemplo es cuando decimos que sí a la mayoría de peticiones de los demás por defecto porque queremos quedar bien con todo el mundo. O sea que cuidar a los demás no es necesariamente una señal de amor, pero sí a menudo de obligación.

Y como madres de hijos diferentes a menudo confundimos cantidad y calidad.
Puedes pasar horas al lado de tu hijo y no conectar con él (lo mismo suele pasar con la pareja). Cuidar no siempre equivale a la presencia y atención que son la base del verdadero amor. Confundimos estar físicamente con presencia y atención, y no es lo mismo. Si nuestra mente o nuestras emociones están en otro lado, si quisiéramos estar haciendo otra cosa, entonces no estamos realmente con ellos.

El mejor regalo que le podemos dar a los demás es nuestra Presencia, es decir, nuestro tiempo y atención, pero hay que reconocer de una vez por todas que no podemos dar algo que no tenemos. No puedes darle a tu hijo paciencia, escucha, generosidad, presencia y amor si no los tienes en ti y para contigo misma. Por eso el autocuidado no es egoísmo sino generosidad. Es asegurarnos de que nuestra fuente de amor está repleta para que pueda fluir hacia los demás.  

Ok, muy bonito. ¿Pero qué hago en los momentos en que mis necesidades de cuidado propio son incompatibles con el contexto o con las necesidades de mi hijo en ese momento?

Pues déjame que te diga que no lo son. Vale, puede que tu quieras soledad y silencio, pero tu hijo está teniendo una pataleta y una fuerte crisis emocional. Si no te queda otra (es decir, si no puede atenderle otra persona o sientes que realmente tu eres la más adecuada para ayudarle en ese momento), pues atiende a las necesidades de tu hijo. Pero eso no significa que te abandones a ti misma.

Puedes respirar. Puedes decirte “sé que estás cansada”. Puedes asegurarte a ti misma qué te darás soledad y silencio a la primera oportunidad. Lo más importante es darte cuenta de TUS necesidades. A menudo tienen que postergarse, pero eso no significa renunciar a ellas. Esta es la clave. Aun cuando no las puedes satisfacer, las has escuchado. Te has escuchado. Y eso ya es mucho más de lo que solemos hacer.

Quiero invitarte a que indagues sobre tu propia culpa. A que te hagas algunas preguntas de autorreflexión para entender mejor de dónde viene y por qué está en tu vida. Porque es necesario entender no sólo desde la mente racional sino desde el corazón, desde el amor propio, que no podemos hacernos cargo de TODO ni en nuestra vida, ni en la vida de nuestros hijos y que definitivamente no deberíamos malgastar nuestra atención y energía haciéndonos cargo de todo lo que se inventa y nos encarga nuestra mente.

No sólo es insostenible y desgastante sino que además pasa factura, y una factura muy alta, en cuanto a las relaciones con nuestros seres más queridos.

Aquí te dejo algunas preguntas:

  • ¿Sientes culpa a menudo? ¿En qué área de tu vida?

  • ¿Es una palabra habitual en tu vocabulario?

  • Cuando algo sale mal, o cometes un error, ¿cuál es tu reacción inmediata? ¿Y qué sientes después?

  • Cuando a tus hijos algo les sale mal o cometen un error, ¿cuál es tu reacción inmediata al respecto? ¿Y qué sientes después?

  • ¿Sabes identificar tu sentimiento de culpa en tu cuerpo? ¿Cómo lo manifiestas?

  • ¿Qué recuerdos tienes de momentos del pasado donde te culpaban, te regañaban o te reprochaban algo?

  • ¿Qué palabras te decían? ¿Qué adjetivos usaban? ¿Qué comportamientos había (por tu parte y por parte de los demás)?

  • ¿Puedes ver alguna relación entre cuando te sientes culpable ahora, de adulta, y cuando lo hacías de niña? A nivel de síntomas físicos, de diálogo interior, etc.

    Finalmente, te invito también a que pidas ayuda. Igual que no todos estamos en situación de arreglar nuestra lavadora si se estropea, no sientas vergüenza por necesitar ayuda profesional para desbloquear un estado emocional de culpa que no te deja vivir tu vida y tu maternidad como quieres. Te recuerdo que yo ofrezco consultoría individual y puedes reservar tu sesión aquí