¡Estoy harta de mis excusas!
No digo que las excusas no tengan una base real en tu vida. De lo que te quiero hablar es de cómo dejar de usar las excusas o las realidades limitantes como un escudo para no pasar a la acción. Porque el problema de fondo es que la mayoría de veces ni siquiera INTENTAMOS buscar soluciones. Y esto tiene consecuencias negativas para nuestro bienestar y el de nuestros hijos. En este post te doy un simple proceso para entender de dónde vienen tus excusas, una sencilla pregunta para reenfocarlas y un truco infalible para que dejen de controlar tu vida, tus avances y los de tus hijos.
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Las excusas que usamos, sobre todo las madres, para ser siempre las últimas en nuestras vidas:
Es que… no tengo tiempo
Es que… ahora me viene mal
Es que… no puedo dejar a mis hijos con nadie
Es que… no tengo dinero
Que no se me malinterprete, yo misma soy madre de un hijo con autismo, y sé por experiencia (propia y ajena) que la vida puede ser complicada y difícil de gestionar a nivel logístico, emocional y económico.
No digo que las excusas no tengan una base real en tu vida. Que no sean ciertas. De lo que te quiero hablar en este post es de cómo dejar de usar las excusas o las realidades limitantes como un escudo para no pasar a la acción.
Porque, ¿sabes cuál es el problema de fondo? Que la mayoría de veces ni siquiera INTENTAMOS buscar soluciones. Y, como decía ayer, dejar pasar, esperar a que tu vida te dé un respiro, a que tus hijos crezcan, a lo que sea… básicamente es de hecho decidir ponerte y seguir en el último lugar de tu propia vida. Es esperar indefinidamente a que las cosas cambien sin de hecho cambiar nada tú misma. Si nada cambia en cómo TÚ afrontas tu vida, ¿cómo quieres que algo cambie? ¿Por arte de magia? ¿Por el paso del tiempo? ¿Hasta cuándo quieres esperar a cambiar algo en tu vida y en la de tus hijos?
Por eso, dejar de usar excusas constantemente es un tema doble: de mentalidad, y de hábito.
4 razones comunes por las que nos cuesta responsabilizarnos de nuestro bienestar, incluso de nuestra vida.
1. Porque es más fácil echar balones fuera. Si no depende de mí, no puedo fracasar.
Para hablarte con toda franqueza, porque si pensamos que no somos del todo responsables, también nos consolamos en la resignación… o en las excusas. Nos quitamos el poder personal que SÍ tenemos. Ojo, con esto no digo que puedas cambiar la realidad externa tú solita. Te estoy hablando de tomar responsabilidad por lo que sí puedes cambiar. Y es mucho más de lo que crees. Con las excusas, con el auto-sabotaje, estamos de alguna manera poniendo la venda antes que la herida.
Un quitarnos poder personal antes que afrontar que podemos fracasar, o que las cosas pueden no salir como querríamos, o, sencillamente, que tenemos miedo de probar. Miedo de pasar a la acción. Miedo al resultado. Miedo a tener que decidir, que etimológicamente quiere decir “separar” o “dividir” - es decir, hacer algo implica dejar de hacer otro algo. Y eso nos da miedo, nos causa rechazo.
2. Porque tenemos la creencia errónea de que nuestra felicidad depende de factores externos.
De lo que pasa ahí fuera. De que si tan solo las cosas fuesen de otra manera, yo sería capaz de cuidarme o de hacer x. O tal vez nos cuesta dejar de pensar en cómo era nuestra vida antes de ser madre y sin vivir pensando que queremos volver a ser la de antes. No podemos esperar a que todo esté bien porque eso es irrealista.
3. Por creencias culturales limitantes.
Ponemos a los hijos de escudo. La maternidad se convierte en una zona de confort de la que no queremos salir. Entonces en vez de trampolín (de crecimiento personal a todos los niveles), se convierte en trampa.
En el agujero (aunque sea oscuro y limitante) en el que preferimos quedarnos por aquello de “mejor lo malo conocido que lo bueno por conocer”. Aquí hay que pensar en nuestros hijos, en esos seres que tanto queremos. Pero no con culpa (otra creencia cultural limitante) sino con responsabilidad. Sacrificarte por tu hijo DAÑA a la larga a tu hijo (y a ti).
Y
4. Ah sí eso ya lo sé.
Saber las cosas no es lo mismo que hacerlas. De nada te sirve conocer, leer, o decir que ya lo sabes si no lo pones en práctica. Si no cambias algo en tu vida. Ponte las pilas, pasa a la acción.
Y esto es normal, es humano, nos pasa a todos. Pero, mientras con la maternidad neurotipica, podemos ir “en piloto automático” hasta cierto punto (y no digo que esto no nos pase también factura) pero cuando la maternidad es diferente por un diagnóstico de nuestros hijos o porque hay desafíos adicionales, es una oportunidad de dejar de operar “por inercia”.
Esto me lleva a la segunda parte de la ecuación sobre las excusas. Porque usar excusas es una inercia, es decir, es un hábito mental y de comportamiento. Es algo que hacemos tan a menudo que casi ni nos damos cuenta de que estamos echando una excusa al abrir la boca. Se ha vuelto algo automático, una respuesta por defecto.
Pero no te preocupes porque este hábito, como todos, se puede cambiar. ¿Cómo? Lo primero y lo más fundamental, es DARTE CUENTA de ello. Da igual que ya lo hayas dicho… el famoso “es que….(lo que sea)”. Pausa y toma conciencia de que acabas de dar una excusa. Y pregúntate: en que me estoy enfocando ¿en el problema o en la solución? Aunque no tengas NI IDEA de la solución o de como avanzar en este momento, lo importante es que estás re-enfocando la situación.
Si es una excusa porque realmente no quieres hacer X, o porque estás saturada o cansada, o necesitas bajar el ritmo entonces adelante. Sé consciente de tus necesidades y date permiso, entendiendo que puede haber consecuencias pero que estás dispuesta a asumirlas. Por ejemplo, en mi caso me cuesta mucho decir que no a los planes sociales, cuando recibo invitaciones. Entonces en mi caso mis excusas me las pongo yo a mí misma para forzarme a hacer cosas que no quiero hacer.
Pero si esa excusa te deja en el mismo lugar en el que siempre te encuentras y sientes que necesitas avanzar de alguna manera, te ofrezco lo siguiente:
Proceso para trabajar tus principales excusas
1) escríbelas
2) descubre el miedo detrás de ellas,
3) distánciate de ese miedo a) leerlo anteponiendo “estoy pensando que…” b) canturrea la frase, c) di la frase con una voz de dibujo animado, d) crea un personaje interno que te dice estas cosas con nombre y todo.
4) date cuenta de que eres el pensador y decidimos de forma emocional, cambia la emoción y cambiarás la actitud ante el compromiso o la excusa.
5) ¿qué quieres realmente? Recupera tu poder.
6) finalmente, conecta con las consecuencias negativas de tus excusas. ¿De qué manera afectan negativamente a tu hijo, a tu salud, a tu dinero, a tus relaciones, a tu bienestar? Y con las veces, en el pasado, que has avanzado A PESAR de tus excusas. Porque los recursos no están solo fuera de ti (y o los tienes o no). Sino que también tienes recursos dentro de ti. Pregúntate “Qué puedo hacer yo?” Aunque sean pequeños pasos como informarse, o leer. O preguntar a conocidos.
Para terminar, te quiero dejar un único consejo práctico, que viene de la PNL. Cada vez que pienses o digas “no puedo”, haz esta prueba: cámbialo por “no quiero” o “no sé”. “No quiero dejar a mis hijos con nadie” (en vez de “no puedo dejar a mis hijos con nadie”). ¿Te choca? A lo mejor hay razones de peso para no dejarles con nadie, pero entonces… ¿qué puedes hacer TÚ para cambiar eso? (Enfocarte en mejorar su comunicación, en ahorrar para pagar a alguien una hora a la semana, en pedir ayuda a personas de confianza, en pedir ayuda a tu pareja, en turnarte con otra madre en situaciones similares…. Las opciones están ahí si las quieres explorar).
El tema de las excusas da para largo y de hecho voy a enfocarme en varias de las excusas más comunes en los siguientes post a sola, para poder darte ideas concretas sobre excusas como “no tengo dinero” o “no tengo tiempo” o “siempre lo voy dejando”.
Mi intención siempre es aportar claves útiles, prácticas y amables. No se trata de sentirnos fatal, sino de cambiar lo que merece ser cambiado. No dejes que tus miedos interfieran en tu crecimiento y en el crecimiento de tus hijos.
Te deseo presencia con tu hijo, presencia contigo mismo y una vida plena.