Magüi Moreno | Maternidades Atípicas

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8 enseñanzas que me ha regalado mi hijo con autismo



Estas son reflexiones muy personales sobre mi maternidad diferente; tal vez alguna resuene contigo o tal vez no, sin embargo, creo que tiene valor el poder reflexionar sobre cómo los hijos son nuestros grandes maestros.

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Eso es algo que a menudo se dice, que los hijos son nuestros grandes maestros. Pero más allá de que se haya convertido en un cliché, sobre todo dentro del mundo del desarrollo personal y la espiritualidad, yo siento que es cierto que la relación con una persona tan cercana como un hijo o una hija es un portal que nos permite adentrarnos hacia dentro y conocernos mejor.

En el propio conflicto de lidiar y de gestionar la relación con un hijo, con una persona que es mucho más joven que nosotros, que en muchos casos depende tanto de nosotros, es una oportunidad grandísima para el conocimiento propio y también para una mejor gestión emocional.

Como padres muchas veces nos sentimos fatal, con una gran pérdida cuando nuestro hijo es diferente: trae consigo grandes dosis de ansiedad, de vergüenza, de falta de aceptación, de rechazo, grandes dificultades adicionales.

Entonces aquí os voy a dar ocho reflexiones muy personales, 8 enseñanzas que me ha regalado mi hijo:

1.- Mantén tu corazón abierto

Incluso cuando más lo quieres cerrar, cuando más quieres protegerte.

Esto es algo que a mí me ha costado muchísimo porque crecí creyendo que la vulnerabilidad era debilidad. Lo cierto es que vulnerables, somos desde el mismo momento que nacemos. Pero en mi aprendizaje vital mostrarme vulnerable lo equiparaba a abrirme en canal y a dejar que las personas entraran a dañarme.

Esto tiene mucho que ver con el hecho de que consideraba que para ser querida tenía que valer, que tenía que demostrar siempre lo mejor de mí misma. Y por lo tanto, ahí no entraba la vulnerabilidad, no entraba el mostrarme con mis imperfecciones, con mis errores, con mis meteduras de pata, con mis cagadas…. ¡como cualquier persona! Cuando traes un hijo al mundo, ellos que aparentemente son tan vulnerables y aparentemente tienen el corazón tan abierto y son capaces de vivir todo absolutamente todo es un gran efecto de demostración.

Pero además como madre llegamos a cuotas muy altas de estrés físico, emocional, psicológico y por lo tanto es en esa vulnerabilidad de mostrarnos en esos momentos difíciles, en los momentos bajos, que podemos conectar con nuestro hijo en primera instancia y con los demás también.

La vulnerabilidad es pedir ayudar y mantener el corazón abierto para poder conectarte con los demás. Esa vulnerabilidad nos hace humanos, todas las personas alrededor nuestro la tienen. Y esa conexión con el hijo en el caso de los niños con necesidades especiales es fundamental.

2. Ten curiosidad pero no esperes nada

Las expectativas son enemigos número 1. Son las piedras en el camino sobre las que tropezamos una y otra vez. Esas piedras las colocamos nosotros mismos. No nos damos cuenta y es inevitable en el fondo porque tenemos una mente que está diseñada para crear expectativas.

Pero no hay mejor reality check, no hay mejor manera que hacer un check in de realidad que tener un hijo. Todos esperamos, todos deseamos, todos nos nos imaginamos cómo va a ser nuestra hija y luego llega una persona que puede o puede que no sea igual que nosotros nos imaginábamos.

Cuando nuestro hijo es diferente de la manera en la que sea a lo que nosotros esperábamos, incluso más allá de eso a lo que es típico, en este caso lo que es neurotípico, pues es un palo muy grande porque vamos a tener vergüenza, vamos a tener reparos, vamos a tener mucho dolor y mucho duelo.

Yo personalmente con el autismo de mi hijo me ha llevado un tiempo, pero no pienso en su futuro y esto no me hace ser mala madre. No pienso en su futuro de cara a mis expectativas sobre cómo su futuro va ser. Pues pienso en su presente y en lo que necesita ahora y en lo que me puede desarrollar de cara a un futuro. Pero un futuro muy amplio, un futuro muy genérico como adulto pero no como un adulto concreto con una imagen específica de lo que yo creo que tiene que ser él.

Se trata de potenciar, de ayudarle a realizar su mayor potencial a partir de este momento presente, siempre a partir del momento presente. No se trata de forzar a que él llegué a una visión o a una imagen futura mía o de su padre de lo que él debería de hacer. Y esto igualmente lo podemos aplicar a nosotros mismos entonces para mí la liberación de soltar las expectativas ha sido increíble.

3. Hay que vivir el momento presente (con todo lo que eso implica)

En el camino de los padres de niños con autismo van a haber momentos de duelo, de rechazo, de dolor, de contracción física y emocional. Cuanto menos nos queramos escapar o pasar por alto esos momentos más vamos a poder entregarnos a esos momentos y aunque esto parezca una locura vamos a poder traspasarlos y llegar al otro lado transformándonos y recogiendo las oportunidades y los aprendizajes que esos momentos duros.

Pero también se trata de vivir el momento presente cuando el momento presente es algo sencillo, es algo amable, es algo agradable.

Cuando nuestros hijos tienen diferentes maneras de conectarse y de comunicarse con los demás implica que tenemos que ser curiosos, que tenemos que estar, que tenemos que estar atentos, que tenemos mucho que ganar si estamos realmente presentes con nuestro momento, con el momento de nuestro hijo y con el momento de la relación entre los dos.

Yo que me consideraba una experta en mindfulness, ha sido el autismo del mi hijo lo que me ha hecho ser auténtica practicante del mindfulness. Lo de antes era teoría y eran prácticas que se quedaban en más la superficie. Desde el autismo de mi hijo yo considero que puedo estar presente conmigo no solamente a nivel mental ni de atención sino también a nivel emocional que es uno de los más difíciles: estar presentes con nuestras emociones.


4. Siente tus emociones

Siéntelas y suéltalas,  pero siéntelas primero y es que, el problema es que no nos damos permiso para sentir nuestras emociones.

Los niños en general, tengan o no tengan diferencias neurológicas, son grandes maestros en esto sobre todo cuando son pequeños. Ellos se lanzan de lleno a la piscina de sus emociones, sea la que sea, en el momento en el que les surge y después salen de ellas.

Todos estamos diseñados para eso: para sentir nuestras emociones, sentirlas completamente, que la emoción pase por nuestro cuerpo, que deje el mensaje que tenga que dejar, provoque las reacciones fisiológicas que tenga que provocar, y se disipe. Los niños son grandes maestros de las emociones.

Esto no quiere decir que tengamos que exhibir grandes berrinches o montar un numerito como si fuésemos un niño de 3 años , significa que podemos estar mucho más presente con nuestras emociones: conocerlas, amarlas, respetarlas, entender que tienen un mensaje para nosotros y que no nos van a hacer daño. Las emociones no están aquí para herirnos.

Las emociones difíciles como la ira, el enfado, la irritabilidad, o la tristeza, no están aquí para dañarnos están aquí para darnos un mensaje, están aquí para sentirse.
Esta es una manera que tenemos de vivir como seres humanos.

Esto para mí también ha sido una gran montaña de aprendizaje que me ha costado mucho subir pero que en la relación conmigo me ha ayudado muchísimo estar presente con mis emociones y ser, por lo tanto, capaz de sostener las de mi hijo: estar presente junto con él en sus momentos difíciles emocionales.

5. Cambia tu perspectiva

Adopta la de tu hijo/a

Estamos tan invertidos en nuestra propia perspectiva, nuestra propia historia mental que nos perdemos en nuestra propia autorreferencia de quiénes somos, lo que hacemos, lo que nos gusta, lo que no nos gusta. Básicamente estamos en una cárcel mental que hemos creado nosotros mismos.

Cambiar la perspectiva nos permite vivir la vida casi como de nuevas. Ser padre o madre, tener un hijo diferente que tal vez ve al mundo de una manera diferente es una gran invitación a deshacernos de esta cárcel o por lo menos abrir la puerta de esta cárcel y salir un ratito. A ver que vemos en el mundo de este ese otro punto de vista. Ponernos en los zapatos de nuestros hijos.

A nivel de disciplina, a nivel de relaciones diarias, nos ayuda muchísimo entender el punto de vista de la otra persona, el punto de vista de nuestro hijo.

Los niños con diferencias de comunicación no siempre son capaces de explicar o de verbalizar sus necesidades y por lo tanto nosotros sí tenemos esa capacidad como adultos y como personas neurotipicas para tener empatía y ponernos en su lugar e intentar entender dónde vienen.

6. Ten claridad sobre tus motivaciones

Ten claridad sobre tus “para qués”, tus motivaciones, tus expectativas, tus acciones, tus razones…. ¿para quién son? ¿Son para ti, son para tu hijo, o son para los demás?

Muchas veces hacemos cosas simplemente porque se hacen así o porque los demás las hacen así o porque los demás esperan que las hagamos así. Eso también puede estar bien en ciertos momentos, pero tomar conciencia de para qué haces las cosas, de para qué vives de la manera en la que vives y sobre todo en la relación con tu hijo o hija…

Por ejemplo, tener claridad sobre para qué estoy disciplinando: ¿es para mí? ¿es porque a mí me hace sentir cómoda? ¿es porque a mí me hace sentir que soy mejor madre? ¿es para los demás? ¿es por el que dirán? ¿es para evitar que la gente me critique? Eso no tiene que ver nada con las necesidades de tu hijo o hija ni con la relación que tú tienes con tu hijo. Tiene que ver con tu necesidad propia de ser validada, de ser valorada.

En mi caso, ha sido un temazo para mí quitarme expectativas y sobre todo tener mucha claridad en el para qué: ¿para qué estoy pidiéndole que no haga esto? 

7. Reflexiona:  desde dónde haces las cosas: ¿es desde el miedo o desde el amor?

Esto suena bastante en new age, bastante flowerpower pero realmente cuando el amor es amor, es incondicional.

En muchas de las cosas que hacemos como madres y como padres son condicionales “te quiero si te portas bien”. Incluso cuando no lo decimos así, lo creemos así. Muchas veces decimos te quiero pero nuestro comportamiento es incongruente: retiramos el amor, retiramos el cariño, retiramos incluso el habla o la atención.

¿Por qué has hecho esto?, ¿porque has tenido un comportamiento?, o ¿porque no has hecho esto…. ? y eso viene del miedo a fracasar como padre o como madre, o a no ser suficiente o a hacerlo mal. Viene de nuestros propios juicios que muchas veces son juicios externos que hemos internalizado sobre todo lo que constituye un buen padre o una buena madre, un buen hijo o hija, un buen niño o niña independientemente de que tengan autismo o cualquier otra diferencia neurológica o física, de que sean altos, de que sean bajos, de que tengan los ojos azules, etc. Todo eso no tiene que ver con el amor.

El amor es presencia y aceptación de todo lo que hay nos cueste o no nos cueste. Cuando no nos cuesta es muy fácil decir te quiero. Es muy fácil. Y entender que lo opuesto del amor no es el odio, es el miedo y suele venir de este miedo propio de que no somos suficientes o de que no lo estamos haciendo bien. Entonces yo creo que preguntarse para que estoy haciendo esto y es por miedo o por amor son preguntas bastante claves.

 8. Ten compasión de ti y de tu hijo o hija

En realidad de todo el mundo.

La compasión no se refiere a tenerle pena o a decir pobrecito de mí o  pobrecito de mi hijo. Su etimología es sentir algo con alguien, acompañar a alguien en el sentimiento. Y eso también nos incluye a nosotros cuando no nos sentimos bien, cuando nos sentimos perdidos, cuando nos sentimos solos, aislados, cuando nos sentimos cansados…

Tener compasión por nosotros mismos es cuidarnos, entendernos, escucharnos y hacer lo mismo con nuestro hijo. Cuanto más se hace a nivel propio más podemos hacerlo con los demás: con nuestro hijo, con nuestra hija, con nuestra pareja, con nuestros amigos y familiares.

Hay que entender que todos tenemos los mismos miedos y todos tenemos la misma necesidad de conexión y de amor independientemente de cómo lo manifestemos, de cómo lo pidamos, o de si lo pedimos.

Muchas veces no lo pedimos explícitamente y muchas veces que nuestros hijos no lo piden con palabras pero lo están pidiendo con comportamientos. Entonces quererse empieza por tener compasión, por cuidarse y por perdonarse los errores. En definitiva todos somos humanos y todos queremos lo mismo: ser vistos, ser oídos, ser queridos, ser aceptados, ser valorados.

Espero que estas reflexiones te ayuden y te aporten valor. 


Cuéntame ¿a ti qué enseñanzas te ha regalado tu hijo(a)?