Magüi Moreno | Maternidades Atípicas

View Original

Cuando mi hijo pega

La agresividad de nuestros hijos neurodiversos nos causa un profundo malestar y vergüenza y de hecho nos puede llevar a situaciones que consideramos muy humillantes. En este post te doy 5 claves para gestionar tus propias emociones y algunos apuntes sobre cómo abordar este tipo de comportamientos desde el respeto y la comprensión de su función natural, ayudando a que nuestros hijos usen comportamientos alternativos.

¿Prefieres escucharlo? ¡Escúchalo aquí!

See this content in the original post

Este es un tema de la agresividad de nuestros hijos que nos causa un profundo malestar y muchísima vergüenza y de hecho nos puede llevar a situaciones que consideramos muy humillantes.

En mis años de apoyo a otras madres he recibido numerosos e-mails correos mensajes directos por Instagram en los que me decían que se morían de la vergüenza porque sus hijos pequeños pegaban a otros niños o les pegaban a ellas.

Lo primero que te quiero decir es que hay que normalizar no la violencia que es agresividad aprendida sino el hecho de que la agresividad innata del ser humano es una forma de defensa.

Los niños no agreden porque sí, sobre todo cuando son muy pequeños. Los niños agreden como forma de defensa como forma también de comunicación de una emoción intensa o de un deseo intenso como forma de protegerse entre los avances o las dificultades del entorno en ese momento. La agresión es una respuesta natural ante el entorno mucho antes de que se vuelva aprendida y se haga a propósito y estratégicamente porque se ve que tiene buenos resultados.

Esto es aún más cierto para los niños y los jóvenes neurodivergentes, sobre todo si no tienen otras formas de comunicarse si son no hablantes y no utilizan dispositivos de comunicación aumentativa y alternativa.

La agresión en estos casos es una forma es decir no.

No me gusta, no lo quiero, no es para mí. O una forma de manifestar su desazón sensorial y/o emocional.

Estar en un lugar con demasiado ruido o con luces que molestan o básicamente estar sobrecargados sensorialmente.

Para entender la función de la agresión hay que entender el contexto, la situación, los factores medioambientales, los factores sociales y tantos otros factores como los sensoriales o incluso si ese niño o joven tiene algún dolor o molestia física .

Hay que conocer el perfil sensorial y emocional de nuestros hijos (cuáles son las cosas que le molestan más, que hacen de disparadores para emociones intensas que le puedan llevar a la agresión física o incluso si buscan el contacto físico fuerte como insumo sensorial, para autorregularse o también si buscan el contacto emocional, es decir que les prestes atención - porque te puedo asegurar que las madres y padres prestamos enseguida y de manera infalible atención a nuestros hijos cuando pegan.

Es decir, que de alguna manera les estamos entre comillas premiando por pegar - al darles lo que en ciertos casos buscan, atención). 

En definitiva, hay que ser detectives. No se vale solo decir que pegar está mal. Hay que entender por qué. Por qué está pegando ese niño.

Muchas madres preguntan sobre este tema por lo bajito, con grandes dosis de  vergüenza y sin embargo, es un problema bastante común en la neurodiversidad y seguramente si lo llegas a comentar a alguna otra madre se hubiese sentido en una situación similar (aunque no sea exactamente la misma).

Recuerda siempre que la conexión (y por lo tanto ese sentimiento de pertenencia) viene de la vulnerabilidad. Tenemos que estar listas y sentirnos suficientemente bien para abrir y contar lo que más nos duele o da vergüenza, pero a menudo merece la pena. ¡Recuerda que no estás sola! Y que no es un defecto TUYO, personal, ni de tu hijo.

Desde lo que conozco de la ciencia de la conducta, el pegar de tu hijo cumple una función. Una función necesaria. Puede ser varias incluso: reclamar atención, expresar su “NO’, comunicar sus necesidades, problemas de integración sensorial…. Hay muchísimas razones.

Aquí lo que te digo es que sigas trabajando con las terapeutas al mismo tiempo que trabajas lo tuyo. Porque es un trabajo conjunto de detectives. De entender las necesidades que se esconden detrás de esa agresividad. Ningún niño quiere lastimar a propósito (definitivamente no con pocos años y definitivamente no hasta el punto en el que aprenden que es un buen método para conseguir sus objetivos, por la respuesta del entorno.

Tu hijo usa un comportamiento que de alguna manera le sirve. Tienen que encontrar ese por qué para poder quitar el comportamiento de raíz (y no solo rebajar el síntoma - porque si no puede volver en cualquier momento). Identificar qué le puedo enseñar para que no tenga que usar más ese comportamiento. Dar soporte a los comportamientos adaptativos o funcionales - es decir, enfocarse en darle herramientas para que pueda comunicar sus necesidades.

Con respecto a tu propia gestión, lo primero es que entiendas que tus reacciones TAMBIÉN son funcionales. Después de golpes y golpes y golpes el sistema nervioso se pone en modo alerta y allí ya pasamos a las reacciones.

No se trata de controlar ni de sentirnos culpables. Es normal que, a la 40 vez que te pega, tu sistema de alerta salte y le pegas de vuelta o le arrastres a su cuarto. Entiende que la culpa está ahí para decirte “esto que haces va en contra de tus valores” pero que tu propia agresividad es instintiva, y con razón - de alguna manera te estás defendiendo. Primero reaccionas (normal después de tantos golpes) y después te juzgas (normal porque obvio no quieres ser agresiva con tu hijo).

Toma conciencia de este patrón que es inevitable en el sentido de que es normal…. No es un defecto tuyo. Como te digo, para cambiarlo, hay que empezar por entender el por qué de hacer esto de tu hijo.

Tú puedes hacer varias cosas a nivel de prevención y/o minimizar tu carga emocional:

1. Tomarte momentos alejada de él

2. Pedir a otras personas que te releven de su cargo

3. Soltar todo el estrés a diario de la manera que mejor te venga (tipo ejercicio, o baile, o baños o lo que sea que te ayude al sistema nervioso a resetearse).

4. Demostrar tus límites con tu hijo fïsicamente sujetándole las manos mientras pegue - pero esto solo debes intentar hacerlo si te sientes tranquila o con buenos recursos emocionales. Porque si no, el peligro es entrar de nuevo al ruedo, al círculo vicioso de caer en el estrés. Aquí estoy hablando tanto de contención física como emocional - si tu hijo siente que estás presente con él, con firmeza, sosteniéndolo en su crisis, pero al mismo tiempo calmada y firme, puede que ayude.

5. Cuando tu hijo te pide y tú no quieres dar (con todo el derecho del mundo), ofrécele alternativas. Explica “ahora no, pero en 15 minutos” y le enseñas un reloj. Todo esto tiene que ver con aumentar su capacidad de comunicación y va a llevar un cierto tiempo.

Recuerda: tú no tienes la culpa, tampoco la tiene tu hijo. Es una situación compleja que requiere de mayores habilidades en tu hijo. Necesitas pensar en tu bienestar como en una cuenta de banco para no andar en números rojos. Entonces haz algo todo los días que libere estrés y te ayude a volver el sistema nervioso a un estado más neutral.

Y piensa que esto no tiene por qué ser permanente. Eso ayuda mucho. De hecho conozco muchos casos de niños que tuvieron temporadas de mucho pegar y que, al ir desarrollándose sus capacidades de comunicación y de regulación emocional, dejaron de pegar. Sin aparente solución única en el entorno o en los abordajes.