Magüi Moreno | Maternidades Atípicas

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5 pasos para dejar de sobrevivir y comenzar a vivir

La gran mayoría de los padres de hijos con diferencias neurológicas nos sentimos abrumados de manera crónica. Para dejar de sobrevivir y empezar a vivir en este post te propongo 5 pasos.

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Déjame que te pregunte… ¿tú vives o sobrevives?

¿Qué es sobrevivir?

Respuesta del estrés en continuo, vivir apagando fuegos, sintiendo como que no puedes controlar nada, ni tus propias emociones, que vas de tarea en tarea sin ningun tipo de recompensa, ya sea interna o externa. No te sientes bien casi nunca. Reaccionas a todo en vez de responder. Altos niveles de irritabilidad y también de ansiedad. No sientes que descansas, ni siquiera cuando se supone que estas descansando. No duermes bien. Las relaciones con los seres queridos se resienten. 

¿Te sientes identificado? La gran mayoría de los padres de hijos con diferencias neurológicas nos sentimos abrumados de manera crónica. Las necesidades adicionales o distintas de nuestros hijos nos absorben o, tal vez al contrario, vivimos de espaldas a esa realidad pero sintiéndonos profundamente infelices. Nos ahogamos en nuestra propia vida.

¿Qué es vivir?

Por contraste vivir, para mí, es relacionarse con nuestra propia vida de una manera saludable. Esto no tiene que ver con no sufrir pérdidas, con no sentir dolor, con no tener dificultades. Para vivir no hace falta que todo nos vaya bien en la vida.

Es necesario, mas bien, que seamos capaces de observar, entender, aceptar o modificar nuestra experiencia interna de nuestra vida. Vivir para mí, significa pasar por todo lo que nos arroja las experiencias vitales con presencia. La imagen que te propongo aquí es la de una persona en un barquito sobre el mar. Tú llevas el timón pero no siempre puedes decidir hacia dónde vas, las olas te van a llevar por aquí y por allá hasta cierto punto. Porque las olas son grandes y tú eres una persona en un barquito pequeño que has venido a surcar esas olas.

Vivir significa subir y bajar esas olas, a veces irás más rápido, a veces más despacio, a veces creerás que las olas te van a hundir, a veces el mar esta tranquilo como un espejo y te puedes tumbar a dormitar sobre el barquito. Pase lo que pase, te abres al vaivén de las olas. Esto es vivir. Sobrevivir sería tirarte al agua cuando tu barquito se encuentra con una gran tormenta. Ahí seguramente te vas a hundir porque has abandonado a tu barquito, a tu hogar sobre ese mar oleado. Ese barquito, ese hogar eres tú mismo, tu bienestar, tu presencia.

Hay una frase judía que me impactó mucho cuando la lei hace unos años que dice “Deja que no muera mientras siga vivo”. Sobrevivir es morir en vida. Bueno, suena bastante dramático la verdad, pero a lo que me refiero aquí es a que cuando sobrevivimos no disfrutamos de la vida y, por lo tanto, no disfrutamos de nosotros mismos. Seguimos aquí por supuesto, pero somos como una cáscara vacía, estamos de alguna manera muertos en vida.

A ver, todos tenemos momentos en los que estamos meramente sobreviviendo. Hay noches oscuras del alma que nos bajan a la mera supervivencia. Un dia detrás de otro. Y ya es bastante, sobrevivir cuando estamos sufriendo tanto. En nuestra situación como mamás o papás de hijos diferentes, estas noches oscuras del alma pueden durar mucho. De hecho, lo cierto es que pueden durar una vida entera y de aquí este post.

Desde aquí te quiero invitar a que no sobrevivas más, a que vivas tu vida como se merece, aunque no sea la que hubieras deseado ni para ti, ni para tu hij@ diferente. Es mi llamada a que tomes conciencia de en que modo pasas tus dias: ¿Sobrevives o vives?

Vamos por partes.

Ya te he comentado lo que para mi supone sobrevivir versus vivir. Ahora bien, vamos un poco más allá a entender por qué nos ponemos en modo supervivencia. Pues, lo dice la palabra misma.

Sobrevivir es la capacidad innata que tenemos los seres humanos desde el punto de vista físico neurológico emotivo e instintivo para responder a las dificultades externas y seguir viviendo. 

Y detrás de esta capacidad de supervivencia está la llamada respuesta del estrés que es un conjunto de respuestas fisiológicas y psicológicas con las que nuestro cuerpo se pone en marcha. Es un sobreesfuerzo del funcionamiento normal de nuestro organismo para afrontar una amenaza. La clave aquí es que no todo lo que percibimos como una amenaza es en realidad una amenaza. El cerebro busca sobrevivir a toda costa y a menudo hace saltar la alarma con cosas que no son tan peligrosas o que no suponen un peligro real para nuestra integridad.

Es como una goma elástica Hoy en día la utilizamos tanto que se ha acortado muchísimo y salta a la mínima dificultad. Y el coste para nuestro cuerpo y para nuestra salud, tanto física como mental, es enorme. Es literalmente una gota malaya que no para de caer y va haciendo un agujerito que poco a poco se va profundizando. Desde aquí:

  • Ni podemos vivir plenamente

  • Ni podemos tomar mejores decisiones para nosotros mismos ni para nuestros seres queridos

Porque estamos viviendo de problema en problema. Y al final, todo se vuelve un disparador potencial de nuestro estrés, desde la cola del super, hasta el trafico en el coche, pasando por absolutamente todo lo que hace y deja de hacer nuestro hijo. 

Desde el estrés es fácil caer en la rumiación mental. ¿Y qué es esto? Pues es darle vueltas y más vueltas a lo que no va bien, a lo que te preocupa, a lo que tienes que hacer, a lo que tienes que dejar de hacer… y todo este dialogo incesante mental te causa…. ¿Qué crees? Pues eso, más estrés.

Ahora ya ni siquiera te estresa que tu vecina te haya hecho un comentario poco afortunado sobre tu hijo, ahora también te estás estresando al revivir ese encuentro, lo que hiciste, dijiste, dijo ella. Lo revives mil veces y te auto-estresas también con tus propios pensamientos. En lugar de obtener una liberación emocional, simplemente tocamos las mismas escenas angustiantes en nuestra cabeza una y otra vez, sintiéndonos aún más tristes, enojados o agitados. Por cierto, si eres de los que le da mucho al coco, te recomiendo mucho el libro “Mente, Déjame Vivir” de Eduardo Llamazares.

5 pasos para dejar de sobrevivir y comenzar a vivir

1. Entiende tu respuesta del estrés

¿Cómo sientes el estrés en tu cuerpo? ¿Te tensas? ¿Te pones rojo? ¿Gritas? T¿e sube el calor a la cara, a los puños? ¿Contienes la respiración? Etc. Haz un proceso de auto-reflexion para tomar conciencia de cómo se manifiesta el estrés en tu vida.

2. Entiende que se esconde detrás de tu estrés

¿Qué te agobia más en tu vida? ¿Por qué? ¿Qué hay realmente en tu vida y que quieres realmente en tu vida? Contrasta lo que percibes con lo que esperabas. 

3. Decide qué quieres

¿Qué puedes cambiar que dependa solo de ti en este momento?
Algo super fácil de cambiar son nuestras expectativas. NI más ni menos. Porque nos las hemos inventado nosotros, o las hemos heredado de otros, pero si son expectativas es que no son realidad así que hoy te invito a que las sueltes. Sobre todo las expectativas en torno a tu hij@ diferente porque esas sí que dependen de ti. 

4. Crea una nueva relación contigo mism@

Ya sabes, la única persona con la que vas a tener una relación todos los dias de tu vida eres tu. Asi que escuchate, hablate mejor, entiendete. Claro, todo esto exige algo de dedicación. Pero si tu no estas dispuesto a conocerte mejor, como puedes guiar tu propia vida? Si no te dedicas a conocer un poquito mejor tu barquito, como quieres entender como navega?

5. Integra gratitud y compasión en tu vida

Hacia los demás claro, pero sobre todo hacia ti mism@. ¿Cómo? Practicándolo de manera consciente. Hay que practicar estas emociones para fortalecer nuestro sentimiento de conexión con la vida. Nos llevan a una apertura y a una visión más global y completa de nuestra vida. Tal vez no todo es como queramos y no lo vamos a poder cambiar, pero la gratitud nos hace reconocer lo positivo, y la compasión nos ayuda a ser más tolerantes con nosotros mismos y con los demás cuando no nos sintamos tan cómodos en una situación. 

Un ejemplo sencillo de la practica de la gratitud, que yo misma realizo, es dar las gracias por lo que sea cada noche en la cama. Puedes hacerlo por escrito (y poder asi volver a ello cuando te sientas deprimido o bajo anímicamente). O puedes hacerlo en su version vaga, como yo, que es mentalmente.

Y un ejemplo practico de la compasión a diario es hablarte bien cuando algo no te salga bien. Con cosas pequeñitas como que se te caiga algo, o pierdas algo, o se te olvide algo… Si lo empiezas a hacer contigo mismo veras como se extiende a los demás incluido tu hijo diferente.


Espero que este post te haya aportado valor y te haya hecho reflexionar sobre si vives o si sobrevives y, sobre todo, te haya motivado, a replantearte la relación con tu propia vida de manera sencilla y práctica.