Magüi Moreno | Maternidades Atípicas

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¡Ayuda! Mis hijos me absorben

¿Te sientes absorbida por tus hijos? ¿Sientes que tu rol como madre (o padre) te quita todo tu tiempo y toda tu energía, incluso aunque tengas otras responsabilidades? Y que, además, cuando tu hijo tiene necesidades específicas o no se desarrolla como el resto de niños de su edad, ¿realmente no te queda vida mas allá de tu papel como madre?

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Lo primero que quiero decirte es que, esto es normal, sobre todo cuando los hijos son pequeños o cuando sus necesidades son elevadas o muy diferentes.

Yo también soy madre de un hijo diferente y no te voy a negar que exige mucha dedicación, tiempo, y un continuo “estar pendiente”. Y que va mucho más allá de las exigencias intrínsecas de criar a un hijo neurotípico.

Entre la búsqueda y coordinación de terapias, lo logística de los cuidados y la intendencia en casa y fuera de casa, las batallas por recibir los servicios educativos adecuados para ellos, los temas médicos (si los hay), y el hecho de que muchas veces tenemos que ser nosotros los que les enseñemos a jugar o la policía casera de sus juegos repetitivos o estereotipados…

Por no hablar de nuestro propio bagaje, que también es específico a los padres de hijos diferentes: el duelo, la ansiedad, la falta de comprensión por parte de otras personas, el cansancio físico y mental, el enfado y la rabia por tu situación, el estrés, y un vivir continúo con emociones difíciles de gestionar.

El mensaje de este post es importante: no te sacrifiques por tus hijos. Ni les ayuda a ellos ni es saludable para ti. Y te puede llevar a una vida de sufrimiento que te cause problemas y desafíos médicos y psicológicos a largo plazo. O que simplemente te haga estar en modo supervivencia toda tu vida, sin disfrutar, y sin poder compartir verdaderamente tu esencia y tu amor con los tuyos.

Lo digo siempre, si tu no estás bien, tu hijo tampoco estará bien. 

Entonces, ¿qué hacemos cuando nos sentimos absorbidas o desbordadas por nuestra maternidad de un hijo diferente? ¿Cómo podemos detener la marea que amenaza con tragarnos del todo? ¿Cómo evitar esa sensación que a veces nos embarga de que nos hemos vuelto unas desconocidas para nosotras mismas? Ese despertarnos por la mañana y sentir que somos una cáscara vacía, un automatón, que vivimos la vida de otra persona, que no nos reconocemos, que no conectamos con nuestra vida…

Lo primero es que no te sientas culpable ni fracasada. Es crucial dejar de machacarnos con pensamientos del tipo “soy una fracasada”, “soy una desgraciada”, “no lo he hecho bien”, “nunca voy a ser feliz”, ”nunca voy a poder remontar esto”, o “incluso ¿qué he hecho yo para merecer esto?” o ”mi vida va a ser siempre así”.

Un consejo práctico: cuando tengas pensamientos con las palabras nunca o siempre, ¡ojo! El uso de esas palabras son alarmas de que estamos dejando que una interpretación, un pensamiento concreto, dicte una evaluación global de algo. Los nunca y los siempre son exageraciones y nos ponen en modo víctima.

Ideas prácticas para ir modificando esa sensación permanente de que los hijos “nos absorben”

  1. Darte cuenta de que te has tratado hasta ahora como una víctima, y deja de hacerlo

 ¿Cómo? No creyéndote todos los pensamientos que se te pasan por la cabeza, y entendiendo que hay 3 tipos de asuntos: los tuyos (sobre los que tienes poder - tus pensamientos, tus emociones, tus acciones y reacciones, y los factores externos sobre los que tienen algún nivel de control como por ejemplo a qué hora te vas a dormir o lo que comes). Los de otra persona (sus pensamientos, sus emociones, sus acciones y reacciones, sobre los que tú no tienes realmente control) y los factores externos que les afectan a ellos (sobre los que puedes tener algo de control, dependiendo de lo que sea). Y la tercera categoría es los asuntos de la vida, del mundo, de como lo quieras llamar. Son los asuntos sobre los que ni yo, ni tú, ni otra persona tenemos control.

Es el hecho de que tu hijo o hija es diferente, por ejemplo. Ahora te pregunto ¿El origen de tus pensamientos victimistas son sobre qué tipos de asuntos? También entiende que nos gusta quedarnos en la zona de confort, y aunque esto de ser una mamá sacrificada no parezca ser muy cómodo, a nuestro cerebro le vale porque es lo conocido.

Tomar decisiones para cambiar algo en nuestra vida supone, inevitablemente, asumir riesgos, cambiar cosas y a menudo esto nos echa para atrás. Entiende que esto es neurociencia, no es que tú seas una cobarde. Y anímate a probar pequeños pasos para cambiar tu día a día. Aquí te doy algunas ideas.

2. Conócete mejor

Re-establece la conexión contigo misma. Seguramente has cambiado mucho y ha cambiado mucho tu vida desde que fuiste madre o padre.

Cuando no sabes lo que te falta dentro, pues es difícil saber por donde tirar, aunque sientas que hay una especie de vacío interior. Necesitas darle significado a tu vida, a la TUYA, para poder vivir mas allá de tus roles, responsabilidades, obligaciones, tareas, etc. Esto lo tenemos que hacer con nosotras mismas primero, para volver a infundir significado a las relaciones en nuestra vida. Si somos un cascaron vacío, ¿cómo crees que vas a relacionarte con los demás, incluidos tus hijos?

Esto no lo puede hacer nadie por ti. No hay atajos. Hay que invertir algo de energía (en el sentido de intención) en volver a conocer tus gustos y tus prioridades. Ya pero y si luego no tengo tiempo de llevarlas a cabo? Vamos por pasos. Distingue entre lo que te gusta, lo que te llena, lo que te encanta…. De lo que, a nivel práctico, puedes hacer. 

3. Re-organiza tu vida para darle ALGO de tiempo a tus prioridades.

Todos tenemos algunos momentos al día en los que no estamos con los hijos, o en los que los hijos están ocupados, etc.

A veces es tan sencillo como conectar con un solo hobby o actividad que te encanta y que puedes hacer en casa a ratos perdidos o incluso con tus hijos (como poner música y bailar, lo cual te ayuda además a reconectar con tu cuerpo; o colorear cuando ellos colorean; o disfrutar de un café a solas en silencio antes de que se despierten…).

Como siempre digo, no es la actividad en sí lo que importa, o cuanto tiempo tienes para realizarla, es el autoconocimiento y la intención de cuidar de ti, de darte un ‘capricho’, de hacer algo que te gusta A TI que supone una diferencia. Aunque parezca poca cosa, el mero hecho de darte algo a ti misma CADA DIA, y lo de que sea a diario es crucial, nos da el mensaje a nosotras mismas de que nuestro bienestar importa y nos ayuda a conocernos mejor.

4. Pide ayuda

Si, ya sé que nos cuesta mucho pedir ayuda. Pero es fundamental si no queremos sentir que lo tenemos que hacer todo nosotras. Y NO lo tenemos que hacer todo nosotras. Repito: NO lo tenemos que hacer todo nosotras.

Muchas veces sentimos que nuestra pareja no nos apoya. No tengo recetas mágicas para ti, salvo una: hay que sentarse juntos a hablar para llegar a acuerdos de convivencia. Comunica tus necesidades asertivamente, no desde la queja, sino desde la claridad de lo que TU necesitas. Y al mismo tiempo, escucha a tu pareja expresar lo que necesita también.

A partir de ahí podéis buscar soluciones que maximicen el bienestar global de la unidad familiar y el de cada uno. No digo que sea fácil, pero desafortunadamente el mayor desafío que tenemos en pareja es operar desde las expectativas. No esperes que tu pareja, o tu madre, o tu hermana lea tus pensamientos o necesidades. Lo de “si me quieres, me deberías entender” es una falacia.

Comunica tus necesidades claramente para darle a los demás oportunidad de satisfacerlas aunque sea parcialmente. No te expreses desde la queja sino desde el conocimiento y el respeto propio y ajeno.

5. Ni todo Tú, ni todo ahora

A menudo somos nuestro propio verdugo con el perfeccionismo - somos mamás multi-taskers que no paramos de exigirnos a todos los niveles (casa, comidas, hijos, pareja, profesión, amistades, etc.). Y que además nos auto-criticamos cuando efectivamente no llegamos a todo.

Mira, aquí hay que hacer un análisis profundo de las creencias que te llevan a estas exigencias. Te podrás quejar de los demás, de la cultura machista de tu país, de lo que te ha sucedido hasta ahora en la vida… pero lo cierto es que la que te exiges eres TÚ. Y la que tiene el poder de dejar de exigirse de esta manera también eres TÚ.

“Pero quiero que mis hijos lo tengan todo” ‘Todo’, como decía antes, es una palabra que nos incapacita, nos contrae y nos hace sentir culpables. En realidad, ¿qué quieres realmente para tus hijos? Hazte esta pregunta sin ansiedad, con curiosidad, como te la harías a ti misma. Yo lo que quiero es que mi hijo tenga alegría. Cuando hay alegría se lee que hay amor.

La mayoría de nosotros queremos que nuestros hijos, sobre todo cuando tienen diferencias de desarrollo, sean felices y estén bien y seguros. Eso, a día de hoy, depende en gran medida, de nosotros, sus padres. De nuestra propia felicidad, no de que tengamos todos una agenda ocupadísima. 

Hay muchas cosas que quiero hacer con mi hijo y no hago. Algunas las haré. Otras se quedarán en una foto que vi en Internet. Entretanto quiero abrazar a la mujer angustiada que vive dentro de mí teniendo miedo de lo que falta. Y te digo lo que dice Bea Sanchez de mamá valiente:  

«Lo que haces está bien y es bueno.

Tus hijos quieren una mamá tan descansada como para jugar,

tan blandita como para abrazar,

tan valiente como para ir sobre la marcha»

6. Integra gratitud y compasión en tu vida

Hacia los demás claro, pero sobre todo hacia ti mism@. ¿Cómo? Practicándolo de manera consciente. Hay que practicar estas emociones para fortalecer nuestro sentimiento de conexión con la vida. Nos llevan a una apertura y a una visión más global y completa de nuestra vida.

Tal vez no todo es como queramos y no lo vamos a poder cambiar, pero la gratitud nos hace reconocer lo positivo, y la compasión nos ayuda a ser más tolerantes con nosotros mismos y con los demás cuando no nos sintamos tan cómodos en una situación.

Un ejemplo sencillo de la práctica de la gratitud, que yo misma realizo, es dar las gracias por lo que sea cada noche en la cama. Puedes hacerlo por escrito (y poder así volver a ello cuando te sientas deprimido o bajo anímicamente). O puedes hacerlo en su versión vaga, como yo, que es mentalmente.

Así que, para resumir, aquí te he dado algunas ideas prácticas para ir modificando esa sensación permanente de que los hijos “nos absorben”. Son:

1. No te trates como a una víctima. Tienes más poder de decisión y actuación de lo que crees.

2. Conócete mejor. Esto no lo puede hacer nadie por ti. No hay atajos. Invierte en la única relación que vas a tener toda tu vida, la que tienes contigo misma.

3. Re-organiza tu vida para darle ALGO de tiempo a tus prioridades, aunque sean unos minutos al dia.

4. Pide ayuda. Comunica tus necesidades con asertividad y huye de las expectativas.

5. No te exijas tanto, y

6. Practica la compasión y la gratitud en tu vida.